Credo Legionario

 El Credo Legionario consiste en una lista de doce máximos, redactadas por José Millán-Astray y Terreros, fundador de La Legión Española, poco después de la creación de la unidad en 1920. La intención de Millan Astray era la de plasmar en sentencias simples que definió como base espiritual de La Legión, ayudando así a conformar y que todo caballero legionario debía saber de memoria el credo y aplicarlo en todas las facetas de su vida.

La mística legionaria

 Historia del texto

Creada el 20 de septiembre de 1920, y aunque ya había participado en acciones de guerra, la Legión no empezó a ser conocida entre la ciudadanía española hasta su precipitado traslado en auxilio de Melilla tras el Desastre de Annual. En 1923, con la unidad ya plenamente establecida y necesitada de mantener el flujo inicial de reclutas, así como buscando incrementar la publicidad sobre la misma, el entonces teniente coronel José Millán Astray redactó y editó un libro titulado La Legión, en el cual aparece públicamente la primera forma conocida del Credo. No obstante, este ya existía prácticamente desde la fundación de la unidad, y era enseñado a las tropas con tanta insistencia y tesón como si se tratara de un nuevo catecismo.

El texto del Credo Legionario se mantuvo inalterado durante los años de existencia de la Legión, excepto por un detalle del 11º espíritu: la edición original publicada por Millán Astray rezaba La Bandera de La Legión será la más gloriosa […]. La forma en futuro fue modificada a su redacción actual, en presente, en un acto con gran ceremonia tras la entrega de la primera bandera nacional a La Legión el 5 de octubre de 1927 por parte de la entonces reina Victoria Eugenia, al considerarse que las bajas legionarias hasta la fecha lo hacían merecedor de tal modificación.

En los años 80, cuando se cuestionaba la continuidad de La Legión, el Ministerio de Defensa de España promovió una nueva redacción del Credo, por considerar que la tradicional era anacrónica y políticamente incorrecta, aunque no prosperó.

 Credo Legionario

El Espíritu del Legionario: Es único y sin igual; es de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta.

El Espíritu de Compañerismo: Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo, hasta perecer todos.      

El Espíritu de Amistad: De juramento entre cada dos hombres.                                                                                                        

El Espíritu de Unión y Socorro: A la voz de «A mi La Legión», sea donde sea, acudirán todos, y con razón o sin ella defenderán al legionario que pida auxilio.

El Espíritu de Marcha: Jamás un legionario dirá que está cansado hasta caer reventado; será el cuerpo más veloz y resistente.                

El Espíritu de Sufrimiento y Dureza: No se quejará de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño; hará todos los trabajos; cavará, arrastrará cañones, carros; estará destacado, hará convoyes, trabajará en lo que le manden.

El Espíritu de Acudir al Fuego: La Legión, desde el hombre solo, hasta La Legión entera, acudirá siempre donde oiga fuego, de día, de noche, siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello.

El Espíritu de Disciplina: Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir.                                                                                                

El Espíritu de Combate: La Legión pedirá siempre, siempre, combatir, sin turno,  sin contar los días, ni los meses, ni los años.              

El Espíritu de la Muerte: El morir en el combate es el mayor honor. No se muere mas que una vez. La muerte llega sin dolor, y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.

La Bandera de La Legión: La Bandera de La Legión será la más gloriosa, porque la teñirá la sangre de sus legionarios.                          

Todos los Hombres Legionarios: Son bravos, cada nación tiene fama de bravura; aquí es preciso demostrar qué pueblo es el más valiente.