EJERCICIOS TÁCTICOS. LA «MARCHA VERDE» Y LA OP. «GOLONDRINA»

CURIOSIDADES DE LA ÉPOCA DEL SAHARA

La patrulla de tiro del Tercero

La patrulla de tiro del Tercio D. Juan de Austria durante varios años cosechó triunfos tanto en el ámbito de nuestro Ejército como en las competiciones entre los tres Ejércitos. Así, el día 5 de mayo de 1972 tuvo lugar, en el campo de tiro de Los Rodeos (Tenerife), la prueba regional de la Capitanía, bajo la presidencia del General Ibañez. La prueba consistió, como todos los años, en un recorrido de 6 kilómetros, en un tiempo máximo de una hora, terminando con una carrera de 200 metros y tiro a 100 metros en un tiempo máximo de un minuto y medio, siendo reglamentario el tiro semiautomático solamente.

Aunque tomaban parte cuatro equipos, la verdadera rivalidad se centraba en las patrullas legionarias, únicas que por sus características podían tener una preparación más intensa y contar más asiduamente con el máximo de componentes de las patrullas. Los tiradores del Tercio 3º estaban seguros de ganar, debido a que tenían más entrenamiento que sus rivales de Villa Cisneros y en el campeonato provincial del Sahara habían obtenido una diferencia de 60 impactos sobre ellos. La puntuación fue la siguiente: Tercio D. Juan de Austria: 406 impactos. Tercio Alejandro Farnesio: 368 impactos. Regimiento Canarias 50 de Las Palmas: 185 impactos. Artillería de Tenerife: 81 impactos.

El Teniente Del Molino, como jefe de la patrulla de tiro, que tan brillantemente obtuvo con anterioridad el título de Campeón de España, recibió también un trofeo como justa compensación a tan preciado galardón. Esta información obtenida de la revista La Legión nos confirma que la patrulla del Tercero en los años 70 fue varias veces campeona ínter ejércitos. Tres años más tarde, de nuevo encuentro en la citada revista otro éxito de la patrulla de tiro del 3er Tercio:

«Por casualidad asistí el día 24 de abril de 1975 al concurso de patrullas de tiro. Quedé impresionado al ver en acción a la patrulla de nuestro Tercio. Fue realmente extraordinaria su actuación en esta segunda parte: empezaron a correr los 200 metros hasta que los silbatos dieron paso al estruendo de doce fusiles en plena acción. Todos corrieron como leones y llegaron prácticamente al mismo tiempo a la línea de fuego, empezaron a disparar – yo creo – antes de llegar al suelo y desde ese mismo instante todo parecía hecho automáticamente, sobre todo los movimientos de quitar el cargador (después de 19 disparos para no tener que recuperar) y colocar el otro, la cadencia de tiro, la respiración, etc. Estuvieron sencillamente perfectos. Me podría extender en elogios, pero no quiero parecer demasiado exaltado; sencillamente mi ego quedó impresionado.

Hay que verlos actuar para hacerse idea de lo que es la Patrulla de tiro de nuestro Tercio: fabulosos, no quería hacer elogios, pero no me puedo reprimir. Tercio 3, 426 impactos. Cabrerizas, 185 impactos. III Bra. Paracaidista, 175 impactos. Rgto. Mixto de Artillería nº 95, 144 impactos. Helicópteros, 135 impactos. Ingenieros, 43 impactos».

En otro artículo de la revista La Legión encuentro nuevas victorias en la patrulla del Tercero:

«La patrulla de tiro del Tercio Sahariano Don Juan de Austria ha obtenido uno de los galardones más codiciados en el ámbito de las pruebas deportivo – militares de nuestro Ejército: el Campeonato de España de Patrullas de Tiro. Para todos nosotros, profesionales de las armas y testigos, año tras año de las dificultades y esfuerzos físicos que este tipo de competición exige de los hombres, poniendo a prueba sus nervios, resistencia y fe en un triunfo lejano, siempre difícil y problemático. El Coronel Jefe del Tercio, Ilustrísimo Señor Don Fernando Sanjurjo de Carricarte, puso en manos de uno de sus Oficiales once hombres de su unidad; once legionarios curtidos por los vientos y el clima del desierto que nos rodea. Las palabras a ellos dirigidas fueron, como es su estilo, breves y concisas: Formáis parte de la Patrulla de nuestro Tercio, representáis a todos los que vestimos vuestro uniforme en esta magnífica unidad que es el Tercio Don Juan de Austria. No tengo que pediros nada, sé que comprendéis la confianza que ponemos en vosotros y que seréis dignos de ella.

La Patrulla estaba mandada por el Teniente Don Pedro Atienza Alexandre, quien al frente de dos Cabos Primeros y once legionarios, codo a codo con ellos y sufriendo las vicisitudes del grupo, partió de cero para ir obteniendo triunfos parciales que fueron permitiendo nuevos desplazamientos y enfrentamientos con todas las Patrullas representantes de las Regiones Militares españolas. Esta última etapa era la gran final inter- ejércitos. Para ella había designado la superioridad el polígono de las Conejeras, en la ciudad de Granada, allí en noble lucha con las Fuerzas Especiales de Desembarco de la Infantería de Marina, con el Ejército del Aire, Unidades Especiales de Hombres Rana, etc., el Tercio Don Juan de Austria obtuvo una rotunda y merecida victoria al lograr su Patrulla el Campeonato Militar absoluto de España. Aquellos legionarios que un día no muy lejano despedimos esperanzados, recibían ahora de manos del Excelentísimo Señor Capitán General de la IX Región Militar las once medallas de oro y la gran copa que daba fe de su hazaña. Una breve y sencilla ceremonia, dentro del marco emocionante y evocador de un Sábado Legionario, sirvió para que el Teniente Atienza y sus hombres recibiesen la admiración de sus compañeros de Armas y los diplomas con que el Ministro del Ejército distinguía su apretado y difícil triunfo».

 

 

Curso para Sargentos Legionarios (Cte Cruz)

La aplicación de la Instrucción B-13-58 por la que se reorganizó la Legión en agosto de 1958, tuvo un reflejo inicial desastroso sobre las escalas de Jefes y Oficiales y de Suboficiales Legionarios. La cuenta era sencilla. Hasta ese momento la Legión estaba formada por cuatro Tercios cada uno de los cuales tenía 3 Banderas de Fusiles, 1 Agrupación Mixta, esta última con menos tropa pero con tantos mandos como una Bandera de Fusiles, 1 PLM de Mando y PLM Administrativa, que en conjunto sumaban tantos Suboficiales como una Bandera, lo que venía a situar a cada Tercio con Suboficiales suficientes para 5 Banderas, es decir un total de 20 Banderas en la Legión entre los cuatro Tercios, que con la XIII Independiente llegaban a 21.

Aplicada la Instrucción de referencia cada Tercio quedó con dos Banderas de Fusiles y Planas Mayores reducidas por lo que la cuenta disminuía a un total aproximado de 10 Banderas. Es decir, de golpe y porrazo se perdían las vacantes de 11 Banderas, con lo que era previsible un envejecimiento del empleo de Sargento, ya que no se podía pensar en las Baterías ni los dos Grupos de Caballería, pues sus vacantes de Suboficial eran procedentes de sus Armas respectivas.

El Teniente Coronel Coloma (recibió el mando del Tercio en plaza de superior categoría en 1959), nada más hacerse cargo del mando, pensó en la posibilidad de que los Suboficiales de la Batería y Grupo fueran de procedencia legionaria. De esa forma, desaparecerían los posibles problemas de adaptación de los Sargentos de otras Armas, y por otro lado, se ampliaba el cupo de vacantes para las escala legionaria. Y así nació el curso para Capacitación de Sargentos Legionarios para Mando de Unidades de Caballería y Artillería. A tal fin se prepararon los programas a desarrollar, que serían los correspondientes a los terceros grupos de los cursos regimentales para ascenso a Sargento, incrementados con conocimientos de la correspondiente Arma. Así, para los de Artillería, con amplias nociones de trigonometría y para los de Caballería con nociones de mantenimiento de vehículos y de carros de combate.

Los cursos, en los dos Tercios, se iniciaron a mediados de 1960 y para Navidades de ese año ya se habían enviado las actas a la Subinspección, al menos las del Tercero, con las relaciones reglamentarias de aptos y no aptos. Estos dos cursos fueron los únicos, pues por acuerdo del General Subinspector con los Coroneles de los Tercios, a partir de 1961 los Sargentos para las unidades de las dos Armas se formaban entre los Cabos primeros de las mismas, y eso por poco tiempo, pues enseguida se destinaron a los Grupos Ligeros Sargentos Legionarios sin especial preparación específica.

Los juguetes de los Reyes Magos (Cte Cruz)

Ha sido costumbre en el Tercio 3º, y en la Brigada de la Legión desde que el Tercio llegó a Almería en 1996, el regalar juguetes a los niños con motivo de la llegada de los reyes Magos, pero quizás muchos no sepan que esta costumbre viene del Sahara. así nos lo cuenta el Cte. Cruz:

«A partir de 1967 llevábamos al Aaiún para Reyes juguetes por valor de mas de 2.500.000 pesetas, que vendíamos al mismo precio que los detallistas de Las Palmas. Nos los proporcionada El Palacio de los Juguetes, de la calle Triana en Las Palmas con un 20 ó 25% de rebaja sobre el precio marcado de venta. Con los seguros beneficios organizábamos una fiesta y reparto de regalos a los hijos del Cuerpo hasta 12 años incluidos, sin distinción de clases entre los de los distintos empleos. Era una gran fiesta que celebrábamos en el comedor de tropa y que los críos esperaron con ilusión a partir de 1.968. Ganábamos para pagar los juguetes, el festejo y además abonábamos el beneficio sobrante, que siempre lo había, al fondo particular del Tercio».

 

 

Fiestas en el aniversario de 1971

Las fiestas del 20 de septiembre se han mantenido muy similares en el Tercero con el transcurrir de los años. A modo de ejemplo, de la revista La Legión extraemos los del año 1.971:

«Con la animación de otros aniversarios se han celebrado los de 1971 en el cuartel de Sidi Buya, así como en el destacamento de Smara, diversos actos y festejos. Combates de boxeo, competiciones deportivas, cucañas, concurso de tiro, inauguración de nuevas dependencias del Tercio y de casetas artísticamente adornadas con el ingenio de los legionarios. La tradicional cabalgata recorrió las calles de Aaiún, cada día más extenso y mejor urbanizado. Esta cabalgata, compuesta por gigantes y cabezudos, bandas de música, cornetas y tambores y carrozas en que resaltaban un coche antiguo confeccionado por los muchachos del gremio de la gasolina; un carro de combate que echaba humo y fuego por los cuatro costados, obra de los artífices de la Tercera Compañía, una embarcación de la unidad de reclutas y la charanga los quijotes.

No faltó, como era de esperar, el detalle original, ingenioso, lleno de sabor legionario que, como todos los años, hizo las delicias de propios y extraños. Todas las Compañías rivalizaron en conseguir que su caseta, sino era la mejor, al menos consiguiese que los legionarios de nuestro Tercio lucieran su ingenio, y sí que lo consiguieron, pues el día de la inauguración de las mismas por S. E. el General Jefe del Sector del Sahara, acompañado de Autoridades, del Coronel del Tercio, de Jefes, Oficiales y Suboficiales, pudimos disfrutar dándole una vuelta por la Real Maestranza de Sidi Buya; ¿ a quién no sorprendió una Plaza de Toros en pleno desierto? Una Alcazaba nos deparó el 2º Escuadrón para después dirigirnos al laberinto que nos construyó la 6ª Compañía que ofrecía en su interior un magnífico mostrador pleno de cuanto podía apetecernos, y qué decir del Colmao precioso que nos brindó la 7ª.

Pasamos después por las casetas del Grupo, una con su ametralladora en la entrada muy acogedora y sencilla, la hizo el Escuadrón de Plana, y desde allí al magnífico e impresionante Saloon fruto del ingenio de los legionarios del 1er Escuadrón, con sus caballos a la puerta, sus vaqueros y matones, al que no podían faltar su ajusticiado por privoso. Nos trasladamos a continuación al Moulin Rouge, obra de la Agrupación de Planas Mayores, a la que no faltaba un detalle, tanto es así que hasta contaba con magníficas supervedettes, a las que personificaron legionarios de la misma. Y qué decir del Casino de la 9ª Compañía, magnífica caseta donde, daban su nota de humor y de alegría las charangas».

Trofeos: del «Pérez de Lema» al «Rey Alfonso XIII»

En 1973, durante la celebración del aniversario, se hizo la entrega de premios a los vencedores de las distintas pruebas militares deportivas, culminando este acto con la entrega del trofeo Pérez de Lema a la VIII Bandera, unidad vencedora en el conjunto de pruebas tácticas, de tiro, deportivas y atléticas. Desconozco en que año se instauró este trofeo en el Sahara pero lo cierto es que las pruebas deportivo-militares a celebrar con motivo del aniversario de la Fundación siempre han tenido mucha importancia en el 3er Tercio. Las Banderas y el G.L. luchaban a tope por conseguir este trofeo. Luego en Fuerteventura fue la Espada de D. Juan (actualmente ganada en propiedad por la Colón) y al llegar a Almería el Trofeo Rey Alfonso XIII.

El trofeo de la Brigada de la Legión Rey Alfonso XIII se implantó en 1996, al poco de crearse la Brigada. Se trata de una durísima prueba de triatlón (carrera de equipo, tiro y paso de pista de aplicación) en la que participan todas las unidades tipo Bandera o Grupo de la BRILEG que fue ganada en 1997 por la VIII Bandera, en 1998 por la VII, en 1999 por la X, en el 2000 de nuevo por la VII y lo mismo en el 2001 y 2002, motivo por el que por haberlo ganado en tres años consecutivos paso a propiedad de la Valenzuela. Este trofeo fue donado por S.M. el Rey D. Juan Carlos con motivo de la creación de la Brigada de la Legión.

Boxeo en el Tercio 3º

Los combates de boxeo también constituyen una costumbre muy antigua en el D. Juan de Austria que desde su estancia en Almería sigue organizando combates con motivo de la celebración de los aniversarios de la fundación de la Legión. En el Sahara no podía faltar esta tradición. De la revista La Legión he sacado este fragmento:

«El día 5 de abril de 1975 tuvo lugar en el acuartelamiento del Tercio Sahariano D. Juan de Austria, 3º de la Legión, una confrontación de boxeo entre púgiles federados, y entre ellos, aficionados. La velada matinal resultó un éxito indescriptible para el deporte de las doce campanadas; y los aplausos de los más de quinientos espectadores que asistieron a la matinal, premiaron el buen hacer en algunos casos, y la voluntad en otros. La velada, fue organizada por la Federación Regional de Boxeo del Sahara, eligiéndose el acuartelamiento del Tercio principalmente por dos hechos fundamentales: primero, el llevar el boxeo a todos los rincones para su difusión, y segundo la carencia de locales en el Aaiún para practicar este noble deporte.

Pero, de todas las maneras, el principal aplauso se lo merecía el Club Deportivo Sidi Buya, quien no regateaba esfuerzos en la consecución de formar un equipo de Boxeo a propuesta de la Federación Regional. La citada Federación pretendía ponerse a la altura de las principales Federaciones del resto de España. Ya en número de licencias lo consiguió. En 1975 fueron veinte licencias las que el Club Deportivo Sidi Buya captó pensando llegar a un número superior al doble. De no ser por las crisis del Sahara era casi segura la participación de legionarios boxeadores en la Liga de Boxeo y en los Campeonatos de España de 1976.»

 

 

«Generala» en Smara (Cor. García-Mauriño)

 

 

«El Teniente Coronel del 3º Tercio D. Víctor Lago Román, estaba al mando de la zona centro del norte del Sahara, La Saguia el Hamra o Rió Rojo, cuyo puesto de mando estaba en Smara, y por lo tanto estaba bajo sus órdenes la Bandera allí destacada. El Teniente Coronel Lago, jefe de gran inteligencia, tenía una fuerte personalidad y firme carácter, era uno de los jefes más capaces de los que conocí. Su gran prestigio motivó, entre otras cosas, que al llegar a Smara para guarnecer las posiciones exteriores el Batallón expedicionario del Regimiento Castilla 16, su Teniente Coronel se quedase en el Aaiún, por ser más antiguo que Lago, para que este no cesara en al mando de la zona centro.

Cuando se reorganizaron las unidades del Sahara, creo que con la buena intención de evitar el traslado de Batallones expedicionarios a este territorio, cubriendo el despliegue militar con unidades formadas por voluntarios o tropas sorteadas para el Sahara, la Agrupación de Tropas Nómadas pasó a ser mandada por un Coronel, con su puesto de mando y plana mayor en Smara, lo que provocó una nueva distribución militar del territorio y las zonas centro y la este formaron una sola demarcación al mando del Coronel de Nómadas. La Bandera pasó de ser mando de Comandante al de Teniente Coronel, que asumió Lago, quedando fija en Smara y el apacible destacamento, donde anteriormente únicamente había dos jefes (un Teniente Coronel, jefe de zona y un Comandante, jefe de Bandera), vió como los mandos se multiplicaban, y llegaron los inevitables roces y desencuentros.

El Coronel de Nómadas y el Teniente Coronel Lago, pronto se enfrentaron al tener un concepto distinto de cómo hacer las cosas pues aquel era muy absorbente cosa que Lago no toleraba, y las cosas comenzaron a ir mal. Con motivo de unas maniobras sobre el paso de la Saguia, que en mi opinión la Bandera ejecutó perfectamente mediante una fijación por fuego del frente y un amago de ataque por la derecha, la segunda Compañía irrumpió por el costado izquierdo sobre el supuesto enemigo. Los Capitanes de Estado Mayor que vinieron del Aaiún como observadores, desconocedores del movimiento de tropas por desierto, tacharon la operación de lenta, creo que aún imbuidos en sus clases teóricas, con gran regocijo del Coronel, que se saco de la manga una inoportuna marcha de flanco de la Bandera.

El ejercicio siguiente, realizado como a los cuatro meses del anterior, pero esta vez en presencia del General 2º Jefe D. Ángel Enríquez Larrondo, resultó un éxito y al término de las maniobras felicitó a la Bandera. El Coronel, en el juicio crítico posterior, no tuvo más remedio que reconocer la preparación de la unidad, pero hizo una alusión al ejercicio anterior y a la supuesta marcha de flanco de la Bandera, dando a entender que sus críticas anteriores fueron escuchadas y corregidas, esto es, se apuntaba el tanto, cosa muy alejada de la realidad. Las relaciones empeoraron y se vieron agravadas por un incidente con el permiso de aterrizaje de un avión Junquer, que Lago autorizó y el Coronel estimó que se le había ignorado. En realidad la competencia para aprobar el aterrizaje, en este caso concreto, no estaba claro a quien correspondía.

Así las cosas un día por la tarde, se recibió el aviso de que un avión procedente del Aaiún iba a tomar tierra en breve en la pista de aterrizaje, el aviso de la torre de control, a cargo de dos soldados de aviación, lo pasaban normalmente a la Bandera, que a su vez lo transmitía a la Transportada, para que enviara vehículos al aeródromo, y al oficial de servicio, desde la inflación también avisaban a nómadas.

Acudí con dos land rover a la pista, aterrizando casi al mismo tiempo el Junquer. Con gran sorpresa por mi parte se bajó el Gobernador General del Sahara, Don Joaquín Agulla Jiménez-Coronado, General de División, y sin apenas saludar, se subió a uno de los land rover y me ordenó que le llevaremos a la Bandera. Por su parte al Oficial de nómadas le dijo que marchese a su cuartel y mandara un aviso a su Coronel.

Al llegar a la puerta principal del acuartelamiento, se bajó apresuradamente del vehículo y, sin esperar las novedades ni revistar la guardia formada, ordenó al Sargento que tocase generala, y al Teniente Coronel Lago, que apareció apresuradamente, que la Bandera se preparase para salir de campaña, en dirección a la Saguia.

A la media hora escasa, la Bandera estaba sobre la pista a Haussa y Mahbes, en las cercanías del campo de fútbol, colocada en sus vehículos, con el Escuadrón de Caballería en vanguardia. El General recorrió la formación, examinó el equipo, munición, armamento, comprobando los cartuchos, y la ración de etapa que llevaban los legionarios, preguntó a los Oficiales y Suboficiales sobre el número y composición de sus unidades y dio la orden de marcha de la Bandera, señalando que por el camino recibirían órdenes. Mi puesto estaba en la cola de la unidad con una emisora instalada en un land rover, los vehículos de los mecánicos, y las dodges con las barras de remolque, y al verme el General me ordenó que le esperara y que no me moviese de su lado. A los diez minutos de que estuviese en circulación el último vehículo del convoy, me dijo que le pusiera en comunicación por la emisora con el Teniente Coronel y ordenó el repliegue de la Bandera al acuartelamiento.

Una vez instaladas las unidades en sus locales, se tocó llamada de Oficiales, a la que no asistí dado que aún quedaban por colocar los vehículos y hacerles la revisión ordinaria del servicio terminado, instalar en sus estantes del almacén de víveres las provisiones de reserva y trasvasar la gasolina de las cisternas a sus depósitos, tareas que no se terminaron hasta mucho mas tarde, cuando la reunión con el General ya se había acabado. Según me contaron el General se mostró muy satisfecho con el grado de instrucción de la unidad, y habló de algunas insidias y medias verdades vertidas contra la Bandera y sus mandos, creo que dijo bastante.

El quehacer de la Bandera del día a día, estaba distribuido de la forma siguiente: En la orden se nombraba diariamente a una de las unidades, Compañía o Escuadrón, para prestar los servicios de guardia y retén, la tropa sobrante, realizaba tareas de auxilio en cocinas, obras y demás necesidades. Otra Compañía iba al tiro, y el resto de las unidades a instrucción en orden abierto. Al Teniente Coronel no le gustaba nada el orden cerrado, bien es verdad que muchas veces el personal de obras era reforzado por legionarios de otras Compañías. El ciclo de instrucción creo que era el adecuado, teniendo en cuenta que se trataba de unidades legionarias formadas en su mayor parte por veteranos».

Cazakíes en el Sahara

Recibían este nombre genérico todos aquellos legionarios de cualquier empleo comisionados por el Mando para perseguir a los grifotas, fumetas, bacilones, etc. tanto en el acuartelamiento como en sus inmediaciones. Hubieron varios, pero el más conocido y despreciado por los del gremio fue Juan Lasarte Zabalza, que empezó a ejercer en Sidi Buya, de cabo allá por el 1956 y pasó a la situación de retirado en Aaiún, a principios de los 70, desempeñando la misma función ya en el empleo de Sargento.

Como no podía ser menos, le dedicaron una canción «bacilona», reñida con la rima y el metro, pero de muy mala uva, ahí va:

Vete de aquí piante del camino / Que ya me tienes más que cegueharto / No creas que el mundo lo vas a conquistar tú, / Vete de aquí, hazme el favor.

Por qué tengo que esconderme / De estos perros chivatones, / Que me buscan por los rincones / Como si fuera un criminal.

Si la arguila se comiera / Y el kiffi lo recetaran / No habría enfermos en el mundo / Esa es la pura verdad.

Porque entonces los doctores / Serían todos bacilones / Y fumarían la pipa / Del kiffi de ketama y mis amores / Vete de aquí, piante del camino / Vete de aquí, hazme el favor.

Rima del Kie: Máxima legionaria:

Para ser buen bacilón / se necesita tener / el alma llena de grifa / y una morita a los pies. / Que toma la cachimba bacilón / que toma la cachimba bacilón.

ANÉCDOTAS DE LA ÉPOCA DEL SAHARA (2ª PARTE)

El cuadro del Coronel (Cte. Cruz)

Este comentario que hizo cierto legionario sobre la pintura de su Coronel, es rigurosamente histórico y me cupo el honor de saberlo de boca del censurado (Don Antonio Galindo Casiellas, además de militar ejemplar artista polifacético al que todos sus subordinados recordamos con cariño). Ocurrió en el acuartelamiento de Sidi Buya (Aaiún) a finales de 1962 o principio del 63. El legionario acababa de llegar del pueblo, era domingo y se había excedido un poco con la bebida. Por ello no es de extrañar que se confundiera de pasillo y en lugar del cuerpo de guardia enfilara al despacho del Coronel, que, enfundado en una bata blanca, se hallaba pintando un cuadro. Sorprendido por la presencia del legionario, que asomó las narices por la puerta del despacho y haciendo gala de su natural amabilidad, le invitó a entrar:

Pasa, Caballero Legionario, ponte ahí, mira este cuadro y dame tu opinión. Dime ¿qué te parece?, preguntó el Coronel con la benevolencia y el sano optimismo del artista. ¡Una mierda, mi Coronel!, con el debido respeto, respondió el legionario, desde el punto en el que su Jefe le había indicado que se situara para ver el cuadro y en rigurosa posición de firmes. ¡¡Cabo de Guardia!!, llévate a este legionario al calabozo, gritó el Jefe, mientras guardaba los pinceles y se despojaba de la bata. El Coronel Galindo nunca acabó el cuadro censurado como malo por su subordinado y, a pesar de su arrebato inicial, anuló de inmediato la orden de arresto.

¡Compañía el cañonazo!

Por fin estaba el problema resuelto. Un Almirante de visita en el 3er Tercio, le prometió al Coronel un cañón antiaéreo Bofors, y una caja de salvas para los honores a los muertos. El único fallo del asunto es que Don Antonio Galindo ya se había marchado de la Legión y mandaba el Tercio el Coronel Alonso Doval cuando un buen día llegó un Oficial de la Marina con una hermosa pieza de artillería naval y dos cajones de salvas. ¡Que lo pongan por ahí, al lado del monumento!, dictaminó el Coronel, al cual las descargas artilleras no le daban frío ni calor. Así se hizo, pero a los quince días se le ocurrió que puesto que el cañón estaba allí y había munición se disparara un cañonazo al toque de llamada a la banda.

A partir de ese momento los sobresaltos matutinos estaban a la orden del día y todo el que dormía en el cuartel tenía pesadillas por las noches, pues el sonido del disparo hacía retemblar hasta las camas. Así no es extraño que los cuartos imaginarias sustituyeran el grito de: ¡Compañía, llamada banda! por este otro ¡Compañía, el cañonazo!, y a esa voz, todo el mundo se agarraba a los barrotes de la cama, se ponían mantas en los cristales y algunos se encasquetaban un casco por si acaso.

Dominio del latín (Cte. Cruz)

El Coronel Galindo entró en el local de la 6ª Compañía de la VIII Bandera a la hora de la instrucción teórica y, después de recibir las novedades por parte del Capitán, se enfrascó en uno de sus celebres discursos (que invariablemente versaban sobre la conducta a observar por parte de los legionarios en las situaciones más inverosímiles), y terminó diciendo que en el Tercio había que saber hasta latín. ¿Alguien sabe latín?. Yo, mi Coronel, aseguró el Lentejas desde el fondo del dormitorio, echándole cara al asunto. Pues dí algo en latín, Dominus boviscum, profirió el Lentejas. Et cum espíritu tuo, Caballero Legionario, dijo el Coronel. Y sin más palabras salió del local majestuosamente. Continuad, dijo el Capitán. Amén, respondió la Compañía a coro dominada por la risa.

El sopapo al Capellán (Cte. Cruz)

El Teniente Capellán acababa de llegar al Fuerte Chacal en Edchera, lugar de ubicación del Grupo Ligero de Caballería Legionaria I, al que había sido destinado. Recién vestido del almacén y a falta de parche, parecía un recluta recién incorporado, agravado por el hecho de ser un hombre menudo, rubio y con el pelo cortado al cepillo. No es de extrañar, por tanto, que el Cabo Paneque, que triplicaba su peso y su antigüedad, le interpelara con voz gruesa.

¡Oye, tú, reclutón!, ¿nadie te ha enseñado a saludar a los Cabos?. Oiga, que yo soy el Capellán……..¡Encima, te quieres quedar conmigo!, le espetó al Cabo, al tiempo que le soltaba un sopapo digno del Obispo Gelmírez a un mesnadero insubordinado. Lo que siguió no lo sé.

La tarántula del «Quinqui»

Entre los setenta y cinco majaras que formaban la Cía Disciplinaria del Batallón de Cabrerizas (una especie de corrigendos o presidiarios militares), uno de los más pintorescos era sin duda el Quinqui. El Capitán de la Cía, que junto con el Brigada Auxiliar Masique y una Sección de escolta de la VIII Bandera, se encontraba agregado al mando de aquella basca, tuvo ocasión de comprobarlo muy pronto. Después de pedir permiso, el interfecto se presentó en la tienda cónica donde estaba instalada la oficina de la Compañía y dijo: – mire mi Capitán que bicho he cogido – y quitándose el gorro sacó del mismo una tarántula y la soltó encima de la mesa ¡Quita eso de aquí ahora mismo!, gritó el Capitán. ¡A sus órdenes, como Vd. mande!, dijo él cogiendo con la mano la araña y después de meterla en la gorra se la puso y se fue tranquilamente. Masique, ¿este loco porqué está aquí preso?. Creo que le puso un lefa en la cama al Sargento de Semana, mi Capitán, contestó el Brigada.

A Alemania, ida y vuelta

Me voy a Alemania, mi Capitán, y me quedaré allí a trabajar. Pues que tengas suerte, Helmut y ya sabes donde nos tienes. ¡A sus órdenes, mi Capitán!, y muchas gracias. Habían transcurrido quince días, cuando el Capitán se topó con el Cabo Helmut en el almacén de prendas de Sidi Buya. ¡Mi Capitán, he pedido reengancharme en la Bandera, a ver si me lleva usted a la Compañía!. Pero bueno, ¿no te ibas a quedar en Alemania para siempre? ¡Pues verá usted, me bajé del avión en Colonia, me tomé tres coñacs en el aeropuerto y me detuvo la Policía!. ¿Cómo voy a vivir en un país donde no se puede beber coñac tranquilo?

La Medalla Militar del Coronel

El Coronel Galindo, mandaba el 3er Tercio sahariano y desde la tribuna gustaba de preguntar a los legionarios cuando presidía las formaciones en el patio de armas de Sidi Buya. El primer Jefe lanzaba preguntas con voz de trueno al legionario que encontraba más a mano y el interesado salía del paso como podía, pero con el aplomo que caracteriza al veterano. Cierto sábado, el Coronel, dirigiéndose al legionario Pacheco, veterano bien barbado, le preguntó:

¡Cómo se llama esta condecoración que llevo en el pecho!. La Medalla Militar, mi Coronel. ¡A quién se le concede la Medalla Militar!. ¡A los héroes, mi Coronel!. ¡Muy bien!, aprobó calurosamente el Jefe, que te den un mes de permiso.

Los atrasos del Cabo 1º Ovejero

Al Cabo 1º Ovejero le había salido la paga en el Diario Oficial del Ministerio del Ejército y los atrasos ascendían a 180.000 ptas. de la época, todo un dineral. Bueno Ovejero, le decía el Capitán de la Compañía mientras le pagaba, ya has salido de pobre, procura administrarte, paga lo que debes, te gastas algo y aún te quedas dinero para guardar en la cartilla. ¡Sí mi Capitán!, asentía Ovejero con cara de ahorrador, ¡eso es lo que pienso hacer!.

Había pasado exactamente una semana y era sábado, cuando el presunto millonario se presentaba en la oficina de la Compañía con cara de pena. ¿Da su permiso mi Capitán? Pasa. Ovejero. Venía por si Vd. quiere hacerme una póliza. ¡Pero cómo es posible que te hayas gastado todo el dinero en una semana y en el Aaiún!, porque si fuera en Madrid, tendría pase, pero aquí en el Aaiún…

Es que aquí también hay bares, mi Capitán, respondió Ovejero, que no entendía el argumento del Capitán. Y Cabaret, terció en la conversación el Brigada Masique, con la comprensión que dan los años. Yo sólo tengo dos vicios, el vino y las mujeres aclaró el Cabo 1º. Y ya son suficientes, terminó la conversación el Capitán. Masique apúntale 500 ptas. al 1º Ovejero, para que no pierda la imagen y en la próxima paga se lo descontamos.

El Sargento «Viruta»

Uno de los personajes más pintorescos y entrañables que han pasado por la VIII Bandera fue sin duda alguno el Sargento Segura Estrada, más conocido por El Viruta, apelativo con que se dirigía a cualquier legionario, o compañera, y canción predilecta de sus días de juerga. El Capitán sabía que entrando Segura de Sargento de Cocina, podía disponer de él a tope durante todo el mes, sin contar con las horas ni los días, pero llegando al día 30 o 31, coincidiendo con la cena de tropa, esto es, su última comida oficial de la que era responsable, El Viruta iniciaba un descanso de tres o cuatro días entre los bares locales y la sala de fiestas del Aaiún, Smara o cualquier lugar donde existiera priva acabando como el rosario de la aurora, haciendo suya la célebre frase, después de mi el diluvio.

Con estos antecedentes no es de extrañar que un día 2 de un mes y estando la Compañía y el Sargento que nos ocupa salientes de cocina, el Capitán de la 8ª Compañía, al formar en el patio de armas para un Sábado Legionario, comunicara al Jefe de la Bandera que no había novedad, a sabiendas de que el Sargento Segura estaba en ignorado paradero, celebrando el final feliz de su comisión en la cocina. Estaban ya todas las unidades formadas en el patio, dando vista al monumento y esperando la llegada del Coronel Sanjurjo, cuando por la esquina de un barracón asomó la estrambótica figura de un legionario en traje de instrucción con un pañuelo color rosa al cuello, un sombrero de paja en la cabeza y una guitarra en bandolera, a punto de romper a cantar.

Tras el asombro producido por la inesperada aparición, toda la Compañía identificó regocijadamente al Sargento Viruta. El Capitán soltando maldiciones por lo bajo, giró la cabeza hacia el furriel que con el Banderín en lo alto hacía esfuerzos sobrehumanos por aguantar la risa y sólo dijo: Que se lo lleven. Dos legionarios de la última fila de fusileros salieron corriendo y en un santiamén retiraron de la circulación al juerguista que saludaba con el sombrero a la afición, mientras por el extremo del patio hacía su entrada el Coronel para recibir los honores reglamentarios.

Proyectos de boda

El land-rover rodaba por el desierto en cabeza del Subgrupo Táctico, mientras el Capitán envuelto en la siroquera, contemplaba a la Sección Mecanizada del Grupo que marchaba en vanguardia cubriendo la columna, los dos Cabos de transmisiones sentados atrás hablaban de sus cosas. Colega, decía el Cabo Guerra, el próximo permiso de reenganche, voy a la Península y me caso. Pero que dices, contestó el Cabo Limia, casarte tú, con lo pendón que eres. Es que no me voy a casar con una cualquiera, me buscaré una que le vaya el rollo como a mí, y le guste la priva, lo vamos a pasar en grande.

Eso ya es otra cosa, se tranquilizó Limia, pasando la bota de vino a su amigo, y diciéndole: así tendremos mujer los dos. Hombre claro, para qué eres mi consorte, lo tuyo es mío y al revés, si me caso, compartiremos en la cama a mi mujer. Que tíos más sinvergüenzas, pensó el Jefe del Subgrupo, ¿porqué no te buscas una chica decente?, preguntó al presunto novio. Verá Vd. mi Capitán, contestó el Cabo Guerra, el Páter nos dijo que para casarme lo mejor era buscar una mujer de la misma clase. Y como yo soy tan golfo, pues eso.

Quien roba a un ladrón…

¡Pedro, si no recuerdo mal, cuando nos entregaron los camiones, no tenían más que unas pocas herramientas!. Así es mi Teniente, contestó el Cabo Navarro Cano. ¡Pues veo que ahora tenemos juegos de llaves nuevo, gatos y algunas cosas que no sé para qué valen!. Deben de ser para buscar petróleo. ¿De qué me estáis hablando?. Mi Teniente Vd. sabe que le estamos arreglando al Hatri esos coches que birló a los italianos del petróleo. ¡Sí, yo te di permiso!. Pues esas herramientas son las de los italianos y me las he quedado para nosotros por dos razones. Una, porque esa gente del Hatri no sabe para qué sirven. ¿Y la otra?. Mi Teniente el que roba a un ladrón…

La holandesa se hace la sueca

¡Creo que hay una chica nueva en el bujío de al lado!. Si, mi Teniente, explicó el Cabo, es una holandesa, pero se hace la sueca. Dice que no entiende, que no le va el rollo, pero si el nota se pone pesado, le pide quince lechugas. Nos ha tomao por turistas pero no me extrañaría que se despidiera a la francesa y se llevara la guita. ¡Que bien te explicas desde que somos europeos, comentó el Teniente!.

Picoletos en Smara

Recién nombrado vigilante de la Sección de Trabajos, El Majara bajaba a paso ligero con un equipo de arrestados y su inseparable cabra, por una de las lomas que flanqueaban por el este al Campo de Aviación de Smara. En ese preciso instante tomaba tierra la estafeta de El Aaiún. El aparato se detuvo en el sitio acostumbrado y de él bajaron unos militares con uniforme verde oscuro.

¡¡Media vuelta, mar!!, ¡Más vivo ese paso ligero! mandó el Majara y su equipo salió disparado de nuevo hacia la Alcazaba, incluida la cabra que obedecía las órdenes como un legionario más. Entre tanto, algunos Oficiales de la Bandera recibían a los recién llegados Infantes de Marina. Cuando esa tarde uno de los Tenientes que asistió a la escena preguntaba al Majara la causa de tan súbita huida recibió la siguiente contestación. Vaya corte mi Teniente, creí que eran picoletos.

Aprender español

En cierta ocasión un legionario que se encontraba de permiso en Barcelona entabló conversación como pudo en un garito de la calle Tapias con dos japoneses (Yasuhiko y Tanaka) que le contaron que estaban en España con la intención de aprender a hablar correctamente el castellano. El citado legionario, aprovechando sus dotes persuasivos y los efectos del mollate lió de tal manera a los japoneses que llevó al Banderín de Enganche y firmaron un compromiso de 3 años. Visto y no visto, el legionario que terminaba su permiso y los dos japoneses fueron pasaportados a Smara. Al llegar a las Palmas el Capitán de la Representación escuchó las explicaciones de los japoneses y llamó al legionario para interrogarlo sobre la veracidad de los hechos. Éste no lo negó alegando que no había mejor escuela de español que la misma Legión, a la cual el Capitán preguntó:

Pero bueno ¿y han aprendido ya algo de castellano?. El Legionario contestó. Por supuesto mi Capitán: ya saben lo que son chapiri y gallumbos.

Una «queimada» en Smara

En Smara, como ya hemos dicho en varias ocasiones, estaba destacada la VII Bandera de la Legión, y hacía un calor infernal. En la Bandera estaba destinado el Comandante Legionario Díaz Serén, un polifacético y ágil escritor y estupendo Jefe. En aquellas inmensidades desérticas, vacías y calcinadas, añoraba a su verde Galicia. Por ello, en su habitación, siempre tenía sus botellas de aguardiente de Puerto Marín para invitar a sus amigos. A veces después de comer aparecía con su explosivo líquido para hacer una queimada acompañado de los conxuros… ¡Estábamos nada menos que a cuarenta grados a la sombra!. Sabemos que Fraga, siendo Ministro de Información y Turismo visitó Smara y allí le obsequiaron una queimada, ante la sorpresa del Ministro gallego, que lo último que hubiera esperado es saborear una bebida de su tierra tan verde y lluviosa, en pleno desierto del Sahara, tan arenoso y caluroso.

Una carta a D. Juan de Austria

Corrían los años 60 y mandaba el Tercio Don Juan de Austria el Coronel de Infantería Galindo, un hombre que había conseguido la Medalla Militar Individual en la Batalla del Ebro. Cual no sería la sorpresa de este Coronel, cuando un día recibe la carta de una madre, cuyo hijo por el tiempo de su quinta se había alistado en el Tercio 3º.

La carta más o menos decía lo siguiente: «Mi estimado Sr., mi hijo Fulano de Tal y Tal, alistado en este Tercio que Ud. dirige, tiene que venir al pueblo pues el día 15 de agosto se celebran las fiestas del mismo y además nos tiene que ayudar a recoger la cosecha pues somos pobres. Le escribí al Capitán de mi hijo y me contestó que no era posible concederle el permiso, pues hasta octubre no le correspondía; igualmente le escribí al Jefe de la Bandera y me ha contestado lo mismo. Ahora le escribo a Ud. y si no me lo concede tenga por seguro que si es necesario le escribiré solicitando el permiso al máximo Jefe de ese Tercio, al Sr. D. Juan de Austria.»

Empedrar el cuartel de Smara

Corría el año 1967 ó el 68; la VII Bandera de La Legión, destacada en el acuartelamiento de Smara, tenía un acuartelamiento de arena y en los días de viento, siroco, no habían quien dentro de las unidades aguantase el polvo que se levantaba. Mandaba la Bandera el Teniente Coronel D. Víctor Lago Román, hombre con mucha responsabilidad y dotes de mando. En una de las reuniones de Jefes y Capitanes de la Bandera se acordó empedrar el acuartelamiento con lascas de piedra que por aquella zona eran muy abundantes. Una vez que se repartieron los trabajos por Compañías, el Teniente Coronel, dijo: Bueno Señores, esta obra tiene que estar acabada en el plazo de 4 semanas.

Estaba en la reunión un Capitán recién llegado a la Bandera y que nunca había estado en el Tercio y en aquel momento no debió recordar la frase esa de las órdenes ni se discuten ni se comentan, simplemente se cumplen y dirigiéndose al Teniente Coronel le dijo: Mi Teniente Coronel estimo que es poco tiempo y se debería dar un plazo de una semana más.

El Teniente Coronel Lago, socarrón como buen gallego que era, cogió un lápiz y un papel y se puso a hacer cuentas terminadas las mismas dirigiéndose al Capitán; le dijo: Efectivamente y te agradezco tu llamada. Los días de trabajo están mal contados. El trabajo se realizará en tres semanas.

El Capitán ya no contestó y efectivamente el trabajo se realizó en el tiempo marcado y no se hicieron horas extraordinarias, sino que se terminaba cuando el corneta de guardia tocaba Alto.

Los monos de la Marcha verde

Mientras se estaba cavando trincheras en la línea marcada por la superioridad para detener a la Marcha Verde organizada por el Rey alauita, unos legionarios escuchaban música y noticias por la radio. En una de las frecuencias se captó una emisión propagandística, invitando a los legionarios a abandonar las posiciones para no morir por una tierra que no era la suya. Entre otras noticias y acciones psicológicas decían que los campos de minas de los zapadores españoles iban a ser levantados por rebaños de ovejas y por un grupo de monos traídos al efecto. Ante semejantes noticias el legionario decidió poner música de rumbas que era más interesante.

Piscina fecal

En el acuartelamiento Sidi-Buya en el (Aaiún) en su exterior, lindando la muralla del mismo, existía un depósito parecido a una piscina de productos fecales. Una muralla separaba las letrinas del mencionado depósito. La ronda de seguridad del recinto exterior del acuartelamiento se efectuaba a partir del toque de oración. Aquel día el Sargento X con su Pelotón siguieron la ruta contraria a la habitual, esto es, hacia el sur. Dicho depósito del producto ya mencionado, estaba débilmente señalizado en la parte norte, no así en la parte sur. Y aquel día encima hubo un siroco muy fuerte. Que cubrió de arena la superficie, disimulando el producto fecal en cuestión. El Sargento recién destinado del Tercer Tercio, desconocía la existencia del mismo y marchaba alegremente con el pensamiento en otra parte; al llegar al citado depósito, viendo y dudando, tanteó el terreno con la pierna.

El Cabo al observarlo le dijo: Mi Sargento, que eso es mierda.. Sí, puede ser, pero los camellos ¿pasan por aquí?. Y adelantó la siguiente pierna; valor que le costó irse a la piscina fecal donde se hundió completamente. El Cabo, disciplinado como el que más, en lugar de reírse accedió a agarrar a su Sargento, pero a consecuencia de lo resbaladizo de la zona fue a parar al mismo lugar que su superior. El tercero de la fila, posiblemente el más espabilado, al ver a su Sargento y su Cabo desaparecer entre dichos productos acertó a quitar el portasubfusil de su arma y lanzárselo a su Cabo, que a su vez agarró como pudo al Sargento y tirando de los dos, salieron del pozo como auténticas croquetas empanadas. Cubiertos de mierda, ésta goteaba dejando un rastro por donde marchaban de un color crema y de un olor insoportable.

El Sargento se presentó al Oficial de Guardia que al verle y oírle la explicación le razonó. ¡No sabía que los camellos volaran, ve y dúchate!. A lo que el Sargento saludó tan marcialmente y elevó con tal rapidez su brazo a la altura del botón del gorro, que por cierto no tenía por haberlo perdido en el accidente, que salpicó del susodicho producto al Oficial. Este, conteniendo su cabreo con la mayor naturalidad le dijo al Sargento – Ahora nos tenemos que duchar los dos.

El espíritu de combate

La VII Bandera en Smara se encontraba en pie de guerra. Según los informes, una banda enemiga había cruzado el paralelo 27º 40’ y se adentraba en el Sahara español. La Bandera tenía que interceptarla y se preveía un buen combate. Mientras las Compañías cargaban apresuradamente la munición y recogían el equipo de campaña, el mando decidió que los legionarios rebajados y una pequeña custodia se quedaran en el acuartelamiento hasta la vuelta. Los interesados protestaron enérgicamente pero no lograron convencer a sus jefes. La larga columna de vehículos hizo alto para acampar y se pasó lista a las Compañías, con la sorpresa natural de los mandos al comprobar que en Smara no se habían quedado ni los perros. Llamados los interesados a capítulo por el Comandante Díaz Serén, Jefe accidental, le contestaron que sintiéndolo mucho, por desobedecer la orden que habían recibido, ninguno podía admitir que cuando la Bandera iba a entrar en fuego, ellos fueran excluidos. Por tal motivo el Comandante, de momento, los arrestó en la Sección de Trabajos y a la vuelta les levantó el arrestó y los felicitó.

Boxeo

Las riñas en El Tercio se solucionaban llevando a los rivales ante el Oficial de turno que rápidamente les apuntaba al combate de boxeo por asuntos particulares y que en pocos asaltos dirimían sus querellas entre las bromas de sus compañeros, desahogando los nervios y reconociendo sus faltas, terminaban dándose la mano como amigos. El boxeo era una asignatura más de la formación del legionario, existiendo un equipo de boxeadores en el Tercio.

Conocimientos topográficos

Estamos hoy en día muy acostumbrados al uso de los navegadores GPS por satélite que como el lector sabrá, da las coordenadas de su ubicación con una precisión de escasos metros, siendo el coste del aparato muy asequible. Cuando nuestros Tercio operaban en las extensas planicies del Sahara, se hacía con unos mapas de escala grande y con unas rudimentarias brújulas, que en algún caso llegó a bastar para encontrar unos mojones de escaso medio metro que marcaba donde se encontraba un pozo.

En cierta ocasión vino una comisión de evaluación de Madrid, para comprobar el nivel de instrucción que se alcanzaba en el Tercio, ordenando al Cabo 1º Martos, designado a realizar las pruebas, que localizara el punto, situado a veinte kilómetros de ellos. Tras una marcha de noche llegó el evaluado al lugar. Como no vio a la comisión lo primero que pensó es que se había perdido, pero comprobó que en efecto era el sitio y que no había equivocación. Decidió hacer un fuego para marcar el lugar de su situación. Al poco llegó el Comandante jefe de la comisión reconociendo que se habían extraviado. – ¡No se preocupe mi Comandante, en el Sahara hasta los de las mejores familias se pierden! – apostilló el Cabo 1º evaluado al Jefe evaluador.

El velatorio

Un lunes por la mañana, a primera hora, el Oficial de Semana dió novedades: La única novedad es que se ha muerto uno de la banda sin su permiso.¡ Menos bromas que no es mi día, dijo el Jefe de la Compañía!. No es broma mi Capitán, no se levantó a diana porque estaba muerto. ¿ A causa de…? No lo sabemos mi Capitán, pero pudiera ser porque antes de acostarse se bebió una botella de anís y otra de coñac Pudiera ser…., pensó el Capitán, ese hombre es tan frágil, .El Cabo Tigre se presentó voluntario con su Escuadra para velarlo toda la noche. A las doce, el Capitán fue al cementerio. En un cuarto desnudo, encima de una losa de mármol se encontraba el difunto en posición de firmes pero acostado. Debajo, sentados en el suelo, la Escuadra de vela jugando al Cané, alumbrados por las velas y con una botella de brandy acompañado de un termo de café. Sin novedad en el muerto, mi Capitán – vociferó el Cabo Tigre poniéndose en pie como un rayo. ¿Qué pasa aquí?. Jugamos unas manitas mi Capitán, al muerto sabemos que no le importa y nosotros nos entretenemos.

Lanzagranadas de fondillo

El desierto delante y el Aaiún allá abajo separado por la Saguia. El Teniente Comandante preocupado llamó al furriel. Mañana voy a pasar revista de armamento. Al día siguiente se recontaron todas las armas y sobraban dos lanzagranadas. Esos son del fondillo de la Compañía, aclaró el eficiente furriel al estupefacto Teniente. Entretanto, un Capitán del Batallón expedicionario Extremadura 15 estaba pensando seriamente en pegarse un tiro ante la inexplicable falta de dos lanzagranadas del último modelo en su Compañía.

El Majara y el Poli

El Majara se acababa de incorporar de permiso en Sidi-Buya días antes de cumplirlo y el caso resultaba tan insólito que el Oficial de Semana decidió llamarle a capítulo. Vamos a ver Majara ¿tú qué haces aquí si todavía te quedan cuatro días de permiso?. Mi Teniente, ya no se puede andar por la Península, porque ya no hay vergüenza. La honradez profesional del Majara estaba fuera de todas dudas y en los diez años que llevaba de Tercio, aunque no había logrado llegar a Cabo, era por broncas, cogorzas y hechos similares que no empañaban en absoluto su ejecutoria de buen legionario, cumplidor al máximo y hombre de confianza del mando para situaciones difíciles. Sin embargo, en la vida civil, había sido carterista y muy acreditado por cierto, siendo conocido en ese mundillo por el Lunares. Pero cuéntame, ¿qué te ha pasado, para que te mosquees de esa manera, tú que no te arrugas fácilmente?. Pues verá mi Teniente, que llego a Valladolid y veo que viene por la calle mi hermana, que vive allí con un nota y le dice al gachó: te voy a presentar a mi hermano que está en la Legión. Aquí mi hermano, aquí mi novio y va y dice el interfecto, ¡hombre, pero si es el Lunares!, ¿qué tal Lunares, cómo te va?. ¡Un poli!, ¡mi hermana se ha hecho novia de un poli!, ya no se puede uno fiar ni de la familia, así que me quedo aquí en el Tercio con mis colegas y ya no vuelvo más por allí.

Detención de ladrones

Estaba el Sargento Luis Goilón Gregorias paseando por una calle céntrica de Las Palmas de Gran Canaria, mientras disfrutaba de un deseado permiso. En esto que le salieron dos individuos armados con sendas navajas con la pretensión de que les entregase el reloj, la cartera y todo lo de valor que llevara. El Sargento sacó su pistola, los detuvo, paró un taxi, los llevó a la Comisaría y antes de bajar obligó a los dos sujetos a pagar el importe del mismo. Moraleja, antes de atracar pedir el DNI, capullos. Comentó el Sargento, mientras los entregaba.

El cepillo

Se había hecho proverbial la revista de útiles de limpieza al toque de diana, que pasaba el Brigada Auxiliar de la Compañía. Los maliciosos la relacionaban con el hecho de que el Brigada administrara el mesón del destacamento, pero debían ser habladurías cuarteleras. El hecho es que acababan de tocar diana y estaba el Sargento de Semana gritando: A formar todo el mundo con el cepillo de dientes. Al fondo la voluminosa silueta del Brigada Buil predecía males sin cuento al que no poseyera dicho adminículo; y la tormenta tomó forma alrededor del Cabo Monfrino, firme como un palo de escoba, pero sin cepillo ¿Dónde está tu cepillo de dientes?, bramó el Brigada Auxiliar. El Cabo Monfrino, sin contestar, señaló sus encías desnudas, donde no se veía un solo diente La respuesta fue un sopapo capaz de demoler un buey y la siguiente frase: en la Legión puede no haber dientes, pero hay cepillos.

Bailar en el desierto

En la época de la Marcha Verde, las Compañías estaban desplegadas en el terreno con la finalidad de detener el proceso de ocupación por la fuerza del territorio por parte del Ejército Marroquí. Era una época en que se vivía mucha tensión por la posibilidad de un enfrentamiento armado y las unidades estaban en máxima alerta. En estas condiciones fue llevado en helicóptero un Alférez médico a la Compañía que mandaba el Capitán Rubio Ripoll. Pasada la cena de ese día los Oficiales empezaron a pedir a su Capitán que por favor no les sacara a ellos porque se encontraban muy cansados y además siempre les tocaba a los mismos hacerlo con el Capitán, hombre por cierto de enorme envergadura. El médico preguntó de qué estaban hablando, contestándole los Oficiales: El Capitán, que le gusta bailar mucho, y siempre nos saca a los mismos. ¡Ya está bien!. El Alférez desconfió de los Oficiales legionarios pero cuando vio como se emparejaban para bailar agarrados y le sacaban a él también. No sabía ya como excusarse. ¡Yo es que no se bailar! ¡Lo agradezco mucho pero tras el viaje estoy muy cansado!. Las carcajadas afloraron cuando le observaron la cara desencajada que tenía.

El abrecajas

¡Mi Capitán, sepa Vd. que si un día se le pierden las llaves del coche no vaya a hacer ningún destrozo que «pa» eso estoy yo con las cajas lo mismo le digo!. Un día que tocaba pagar sobras y al Capitán se le habían olvidado las llaves de la caja de caudales se acordó del legionario F. Le llamó al despacho y le dijo: toma la caja a ver si eres capaz de abrirla como habías dicho. Eso ya está hecho pero tiene usted que salirse fuera, yo trabajo solo. Acababa de cerrarle la puerta cuando ya salía con la caja de par en par. ¿Dónde habrá aprendido cerrajería este muchacho? Meditó el Capitán.

El Grupo Ligero Electrógeno

Se hacía de noche durante una salida Alfa de la 3ª Compañía y el Teniente ordenó al Cabo Furriel poner el grupo en marcha para dar luz. El Calorro, una vez efectuada tal operación, fue a dar novedades al Teniente diciéndole: Mi Teniente, el Grupo Ligero ya está en marcha. A lo que el Teniente sorprendido preguntó qué era lo que había dicho. Ante la insistencia del Furriel, que le contestó muy serio lo mismo, el Teniente le dijo que lo que había puesto en marcha no era el Grupo de Caballería, sino el grupo electrógeno. Lo cierto es que salió de la tienda sin ser capaz de pronunciar aquella diabólica y nefasta palabra –electrógeno– y en lo sucesivo, y conocida la dificultad del Furriel, aquel grupo pasó a denominarse en la Compañía Grupo Ligero. Al menos así nos entendíamos. Y es que el Calorro había pasado mucho tiempo en el Grupo de Caballería de la Legión y le quedó la muletilla.

Trabajos manuales

El Director de la Sucursal en el Aaiún del Banco de España estaba consternado. Normalmente cambiaba la combinación de la caja fuerte todos días, apuntaba los números en un papel y lo guardaba en el bolsillo. Aquel día sin embargo por un error inexplicable, había metido el papel con la combinación dentro de la caja con unos documentos, ya no era capaz de recordarla. Como último recurso se le ocurrió llamar al Tercio D. Juan de Austria y solicitar un especialista capaz de abrir la puerta blindada. El Cabo 1º Fabián, hombre trabajador y con fama de manitas estaba en las cocheras, reparando entuertos como siempre, y recibió la misión imposible de acercarse al Banco e intentar abrir la caja.

Que me dejen solo, exigió al Director, yo con gente mirando no me concentro. Después de cinco minutos de angustiosa espera durante los cuales en la Sucursal se oían volar las moscas, el Cabo 1º asomó la cabeza anunciando: ya está abierta. El Director y dos empleados se precipitaron por la puerta, pero solo para ver como Fabián, que le había cogido gustillo les cerraba de nuevo la puerta blindada y anunciaba disfrutando con la perspectiva: vamos a probar otra vez. ¡No vea Vd.!, me comentaba a la vuelta, ¡por poco le da un infarto al Director, pero yo lo estaba pasando de miedo abriendo aquello!. ¿Cuánto le dieron Fabián? ¡Me dio cinco mil pesetas mi Capitán, yo se la hubiera dejado cerrada pero me divertí tanto recordando viejos tiempos, fui de legal!

El Páter se salva de milagro

Había terminado el tiro de morteros en la Saguia y las granadas que no explotaban tenían puesta una carga y encendida la mecha, cuando el Brigada Masiques llamó la atención de su superior: ¡Mi Capitán, fíjese en eso! ¿Qué ocurre Masiques? ¡El Cura, que quiere ganarse una medalla!. Efectivamente el Páter, subido en un vehículo, corría derecho hacia la carga a punto de explotar, mientras los legionarios frenéticos le gritaban, hacían señales con los brazos y sentían erizarse sus cabellos, ante la catástrofe que se avecinaba. Se salvó de milagro pues la explosión se produjo cuando el land-rover se encontraba aún a 20 metros del hornillo, sin que al Páter ni al conductor les ocurriera nada. Todos corrieron hacia allá, para encontrarse con un Capellán ileso, pero pálido como un difunto. ¿Qué ha pasado? Preguntó el recién nacido cuando pudo hablar. Que por poco me toca decir a mí la misa del Domingo mi Teniente, contestó su asistente, horrorizado ante semejante perspectiva.

Expediente de baja

Como consecuencia del incendio y destrucción del camión, el Mando de la 3ª Cía., tuvo que dar un parte pormenorizado de la carga que llevaba, y aprovechando el incidente el Auxiliar pensó dar de baja del inventario algunas cosillas que faltaban o se encontraban deterioradas. Ponme las tres mantas que nos faltan, decía el Capitán. Y las 20 que tenemos en 3ª vida, apuntaba el Furriel. Los tambores están hechos polvo, señalaba el Cabo de la Banda. Y las diligencias previas por las que me nombraron juez, también se han quemado, decía el Teniente Cayon. No te olvides de la máquina de escribir que está muy vieja. Y así sucesivamente. Pasado el tiempo, cuando el expediente llegó a Canarias, la Subinspección Regional envió un escrito preguntando, ¿cómo un camión de tres toneladas, podía llevar una carga de ocho además de dieciocho hombres?.

El loro de Smara y el Sr. Ministro

En Agosto de 1974 el Ministro del Ejército, Excmo. Sr. Teniente General D. Francisco Coloma Gallegos y Pérez realizaba una visita de inspección por el 3er Tercio, desplazándose a Smara para ver a la VII Bandera. Tras la correspondiente rendición de honores, exposiciones, visita a instalaciones, llegó el momento de tomarse un refresco en el bar de Oficiales. El Loro de Smara como es sabido vivía en el citado bar y de vez en cuando le daba por silbar de carretilla todos los toques militares como si fuera un cornetín de órdenes. Del mismo modo también recitaba frases en las que se incluía de todo, pero también insultos y palabras poco decorosas.

Por una de esas casualidades del azar, poco antes de entrar el Sr. Ministro al bar el loro había empezado con las marchas militares y al cruzar la puerta el General coincidió precisamente con el inicio de la Marcha de Infantes. El Ministro no se lo podía creer, ¡que maravilla!, ¡que perfección!, todo eran alabanzas por haber logrado que un simple animal fuera capaz de sustituir al cornetín de órdenes, no ya solo por lo bien que lo imitaba, pues no se notaba la diferencia, sino por obedecer las órdenes de inicio del toque en el momento preciso justo al aparecer por la puerta, al igual que ocurriera momentos antes cuando ante las unidades formadas subía al podium para la rendición de honores.

El loro tras la Marcha de Infantes había dejado de silbar y todos los presentes escuchaban en silencio y respetuosamente las palabras eufóricas del Sr. Ministro. Finalizadas éstas, el loro que no distinguía bien los empleos pero sí el caqui del verde, con voz potente dijo ¡Pistolo, Cabrón!. Nadie de los presentes, ni el propio Teniente General pudo aguantarse las risas y carcajadas. Coloma que había mandado el 3er Tercio en la primera época del Sahara se lo tomó a bien y dijo, ¡éstas cosas solo ocurren en la Legión!