LA VII, VIII y IX EN LA GUERRA CIVIL

LA VII EN LA GUERRA CIVIL

El renacimiento, Talavera 1936

Con motivo del inicio de la guerra, en el transcurso del mes de septiembre de 1936 se crearon de nuevo las Banderas VII y la VIII. Aquella, en Talavera; ésta en Tahuima. El renacimiento de estas dos Banderas, tras su disolución en diciembre de 1932, se debió a una orden del General Franco, suplemento número 2 al diario oficial de fecha 26 de julio de 1936. En lo que respecta a la VII el personal que la formó fue extraído entre los legionarios procedentes del hospital, pertenecientes a las Banderas ya existentes y los alistados en el Banderín Central de Enganche, ubicado en Talavera.

Así, la 25 Cía (actual 1ª Cía) se organizó en base a personal de la IV Bra., la 26 Cía (2ª Cía) con legionarios procedentes de la V, la 27 Cía (3ª Cía) con los de la VI y, por último, la 28 Cía de máquinas (la actual 5ª Cía) con personal de ametralladoras de la 12 Cía (III Bra.). El primer Jefe de la Valenzuela en esta etapa lo fue el Cte. D. Siro Alonso Alonso y los Jefes de Cía el Tte. D. José Quesada Martínez (25 Cía), Cap. D. Rafael González Pérez-Caballero (26 Cía), Tte. D. Manuel Sanjurjo de Carricarte (27 Cía) y Cap. D. José Pardo Martínez de Espronceda (28 Cía). La oficialidad, toda voluntaria, demostró desde los primeros momentos gran entusiasmo, dedicándose al encuadramiento e instrucción de las nuevas Compañías, con la ayuda de Suboficiales legionarios. Estas unidades en periodo de instrucción y adiestramiento estaban sometidas a los más duros ejercicios.

El día 17 de octubre de 1936, la VII Bandera que había empezado según lo dicho a organizarse durante el mes anterior, desfiló por primera vez ante el Inspector de la Legión, Juan Yagüe Blanco. Según veremos, tras su organización intervino en primer lugar en la marcha sobre Madrid: Torrejón de Velasco, Valdemoro, Cerro de los Angeles, Majadahonda. Posteriormente a lo largo de la guerra estuvo en Cuesta de las Perdices, batalla del Jarama, frentes de Madrid y de Toledo, batalla de Alfambra, ofensiva del Mediterráneo, Batalla del Ebro, ofensiva de Cataluña y ruptura del frente en Toledo. Finalizó la guerra en Urda (Toledo).

El avance sobre Madrid

El primer objetivo que se le asignó a la VII Bra fue alcanzar la línea de Brunete-Villaviciosa de Odon-Mostoles-Fuenlabrada y Pinto, siendo cubierto entre los días 30 de octubre y 3 de noviembre de 1936, casi exactamente como estaba previsto en la orden asignada. En el transcurso de estas operaciones recibió su bautismo de fuego la Valenzuela, precisamente el día 30 de octubre a las nueve de la mañana, hora en la que había alcanzando la línea del frente, relevando en Torrejón de Velasco a los Mejaznies del Rif. El enemigo atacó desesperadamente, sometiendo al pueblo y posiciones aldeañas a un fuerte e intenso bombardeo artillero. Pero las Compañías se comportaron bravamente en este primer contacto con los milicianos, que fueron rechazados enérgicamente, sufriendo grandes pérdidas. No obstante durante aquella noche prosiguieron en sus intentos de asalto y avance, siendo anulados cuantos realizaron pese a la superioridad numérica y a la diversidad de elementos que intervinieron en el combate.

A pesar de ello el enemigo no parecía dispuesto a dar un momento de respiro y en la mañana del día 3 de noviembre, amaneciendo, contraatacó de nuevo las posiciones de Valdemoro. Varios Batallones, integrados en su totalidad por extranjeros procedentes de las famosas Brigadas Internacionales, protegidos por carros de combate dotados de cañón, made in U.R.S.S., cayeron sobre los parapetos y defensas que cubría la VII. Las vanguardias reaccionaron automáticamente, rechazando todos los intentos de penetración. Ambos contendientes derrocharon valor y el combate se hizo encarnizado y violento. Apareció un tren blindado con refuerzos, obrando como un incentivo en los atacantes, estimulados por la superioridad numérica y la calidad de su armamento.

Una y otra vez irrumpieron furiosamente presionando sin cesar hacia sus objetivos y una y otra vez fueron rechazados por los bravos legionarios de la Valenzuela. Al atardecer, y cuando menos se podía prever, efectuaron los legionarios una salida y un alarde de acometividad, cayendo sobre los asaltantes y sembrando en ellos el pánico hasta el extremo que se dieron a la fuga, sin pensar en otra cosa que en correr. A la vez, el tren blindado fue asaltado y destruido con botellas de gasolina y bombas de mano, generalizándose con esto la desbandada. Todo un ejemplo de valor y eficacia. La VII Bandera no podía haberse estrenado y entrar en combate con mejor pie.

El 30 de noviembre prosiguió el avance sobre Madrid marchando la VII por el flanco derecho y después de conquistar la Casa del Marques de Larios, llegó a enlazar con la Columna del Teniente Coronel Bartomeu. La VII partió de la Colonia de la Cabaña, consiguiendo ocupar varios grupos de casas de Pozuelo, próximas al cementerio donde el enemigo se había fortificado por su situación dominante, quedó guarnecida por una Compañía. Como era de esperar, el bando republicano reaccionó violentamente y la Compañía que defendía La Atalaya tuvo que replegarse sobre la línea del Cementerio, habiendo sufrido más de la mitad de bajas en sus efectivos. Por su parte la Bandera tuvo ochenta y tres bajas, entre muertos y heridos.

La VII Bandera reanudaba la marcha sobre la capital el 1 de diciembre de 1937, formando la vanguardia del despliegue general, atacando por la izquierda el pueblo de Pozuelo. Ocupó en rápida progresión la denominada Colonia de la Paz para establecer dos posiciones atrincheradas, después de duro combate con un enemigo que, como habitualmente, ofreció tenaz resistencia. Al amanecer del siguiente día, en otro nuevo ataque que culminó en violento asalto, conquistó un grupo de casas inmediatas a la Colonia. Se estableció rápidamente a la defensiva con todas las unidades en línea y el flanco derecho protegido por fuerzas de Regulares. Desde la madrugada de este día y hasta el siguiente, 3 de diciembre, desencadenó el enemigo una serie de violentos ataques contra la Colonia defendida por la VII, con tres carros rusos en vanguardia y varios Batallones de Carabineros. Lucharon incansablemente por apoderarse de las posiciones, en medio de una lluvia torrencial que en muchos momentos dificultaba la visibilidad. Los parapetos saltaban destruidos unos tras otros por el fuego artillero de tal forma que los legionarios se defendían casi a pecho descubierto.

Las vanguardias enemigas consiguieron llegar hasta las mismas alambradas, pero allí, en enérgica y tenaz resistencia, fueron detenidos por los defensores. En sus intenciones no entraba para nada ceder ni un palmo de terreno. Frenaron todos los contraataques hasta el día 23, que fueron relevados. Los legionarios de la VII Bandera, una vez más, habían demostrado su bravura. Dejaron la situación perfectamente controlada. Entre las numerosas bajas habidas en estos combates se encontraba el Capitán González Pérez Caballero, Jefe accidental de la Bandera, el del heroico asalto a Badajoz al frente de la 16 Cía de la IV Bandera, donde se concedió la Laureada colectiva a la 16 Cía (luego 3ª Cía). Murió al efectuar una peligrosa salida con la 26 Cía de esta VII Bandera. También murió gloriosamente el de igual empleo Manuel Sanjurjo de Carricarte.

Una Medalla Militar para la «Valenzuela»

En el transcurso de la segunda quincena de febrero la batalla del Jarama se fue haciendo cada día más cruenta tanto en las posiciones del río Jarama y en el Pingarrón, como en el Espolón de Vaciamadrid. Los republicanos no sólo se defendían, sino que organizaron una fuerte ofensiva. En ésta los nacionales hubieron de poner a prueba su espíritu de resistencia. Contuvieron verdaderas avalanchas de hombres y material, actuando de forma desconocida hasta entonces. Las Brigadas Internacionales hicieron derroches de valor, extraordinariamente dotadas de equipos y armamento.

El Espolón de Vaciamadrid donde se encontraba la VII se vio sorprendido, al amanecer del día 17 de febrero de este año de 1937, con una preparación artillera enemiga que se caracterizó por su dureza y por la gran cantidad de proyectiles de todos los calibres que cayeron sobre las posiciones de la Valenzuela. Durante dos horas largas no cesaron los cañones en su fuego, haciendo volar varios reductos con sus legionarios. La metralla caía incesantemente, hostigando parapetos, trincheras y caminos cubiertos, con un afán incontrolable de destrucción. El fuego de contrabatería era tan débil que pronto quedó silenciado por la gran superioridad del enemigo. Cuando el mando republicano consideró destrozadas las posiciones y sus defensores barridos por la metralla o enterrados bajo los muros destruidos por las explosiones, ordenó, por si ello fuera poco, el avance de los carros de combate. Estos llegaron a situarse sobre las mismas alambradas. Persuadidos de que todo intento de defensa sería inútil, se abrieron los intervalos de los carros dando paso a la Infantería de las Brigadas internacionales. Esta, en formaciones cerradas, llegó hasta la distancia de asalto. Pero al intentarlo ocurrió lo inesperado.

Entre los escombros y ruinas de la posición se alzaban los legionarios supervivientes de la VII ennegrecidos, sucios, rotos, pero dispuestos a vender caras sus vidas. Aquellos que lograron salvar sus vidas habían sufrido los horrores del martilleo artillero y sólo ansiaban combatir con un enemigo tangible, combatir con furia, cara a cara dando rienda suelta a su espíritu de lucha, dispuestos a vengarse de aquel horror. Las ametralladoras abrieron un fuego tan intenso que contuvieron las guerrillas de vanguardia atacantes, haciéndoles perder su primer impulso. Rechazadas, volvieron a la carga, consiguiendo llegar a pocos metros de la posición extrema del flanco derecho, donde el Alférez Pérez de los Cobos encontró gloriosamente la muerte con todos sus legionarios. Apercibido el Sargento Hidalgo Aguilar de lo que ello suponía, y dándose cuenta que era inminente la pérdida de la posición por falta de defensores, reunió rápidamente a los legionarios más próximos e inesperadamente cayó sobre los internacionales luchando desesperadamente al arma blanca. Sorprendidos éstos trataron de replegarse, pero los legionarios les persiguieron y aniquilaron en su mayor parte.

Con la llegada de refuerzos enemigos, este grupo de legionarios atacantes se vio rodeado totalmente, luchando tenazmente por abrirse paso, hasta el instante que acudieron en su auxilio dos Pelotones, adquiriendo el combate su periodo de mayor dureza. Las granadas estallaban casi a los pies de los que las lanzaban. El uso del machete se generalizó y los lamentos de los heridos se mezclaban con los gritos de furia de los legionarios que, erguidos, seguían luchando incansables hasta la extenuación. En tan trágicos momentos avanzaban los carros de combate enemigos, que llegaron junto a los que se estaban batiendo a la desesperada. Los legionarios rodearon los carros y los envolvieron en explosiones de granadas de mano. Perecieron las tripulaciones de dos de ellos, que quedaron incendiados sin otros medios que los improvisados sobre la marcha por los legionarios de la Valenzuela.

El Sargento Hidalgo inició la persecución, pero resultó gravemente herido en ambas piernas por una granada de mortero. No obstante, intentó llegar a la distancia de asalto, pero la falta de fuerzas se lo impidió. Apoyado en un legionario, inició la retirada que se realizó ordenadamente, llegando hasta la posición de partida. La Bandera sufrió 126 bajas. Habían muerto un Capitán y dos Alféreces. Durante los días siguientes y hasta el 20, prosiguieron los violentos ataques contra las posiciones defendidas por la VII Bandera. La guarnición iba disminuyendo ostensiblemente, pero donde el enemigo ponía el pie surgía rápido un grupo de legionarios con aspecto dantesco, que rechazaba a los atacantes. Con granadas de mano y machetes, derrochando valor, convirtieron la posición en algo verdaderamente terrible para los milicianos y el mando republicano. Se veían impotentes para quebrantar tal resistencia. Pero antes del fin de este mes fue relevada la Bandera, mejor dicho, lo que quedaba de ella. Tuvo 126 bajas pero logró que la ofensiva de los internacionales fracasara. Una Medalla Militar Colectiva para la Valenzuela y varias individuales premiaron el sostenimiento, a todo trance, de la posición.

Dirección Levante

Y de febrero del 37 nos trasladamos a abril del 38 participando en la ofensiva hacia el Mediterráneo. En la mañana del 14 de abril de 1938 se puso en movimiento la VII Bandera y tras vencer una ligera resistencia ocupó el pueblo de la Jana. Inició rápidamente la persecución que le llevó a Traiguera, localidad que conquistó sin apenas combatir. Al día siguiente, 15 de abril, continuó el avance hasta alcanzar la carretera Barcelona – Valencia que quedó cortada. También se controló el camino que unía Ulldecona con Alcanar. Debido a la inesperada rapidez de la progresión fueron capturados 300 prisioneros y abundante material de guerra. Aprovechándose del gran desconcierto del enemigo, que no sabía dónde situar sus tropas para contener la avalancha que caía sobre ellos desde todos los sectores del frente la Valenzuela, prosiguió victorioso avance hasta alcanzar al vértice de Cogogula, ocupando el día 16 los pueblos de Freginols y Bentollas, todo un éxito.

Casi un mes más tarde y teniendo como punto de partida la cota 1236, las Banderas V y VII se dispusieron a participar en una operación de cierta envergadura sobre el vértice Barragán. En la madrugada del 11 de mayo de 1938, sobre las dos, iniciaron el ataque con las mayores precauciones. Los legionarios treparon en silencio por las laderas hasta alcanzar las líneas de alambradas sin que el enemigo se hubiera percatado de su presencia. Al cruzarse los primeros disparos se comprobó que los republicanos estaban firmemente decididos a no dejarse arrebatar las posiciones. Durante dos largas horas se combatió con dureza sin conseguir realizar el asalto.

Ya de mañana, las 25 y 26 Cías de la VII lograron pasar las alambradas pero los milicianos efectuaron una salida a la desesperada poniendo en grave aprieto a los legionarios. Acudió de refuerzo la 27 Cía, que desbordando por la derecha, puso pie en los atrincheramientos. Mientras tanto la 25 y 26 Cías a su amparo, entraron por los flancos de la posición siendo inútiles los últimos esfuerzos del enemigo al que hicieron más de cien bajas. La 27 Cía se descolgó a retaguardia del vértice. Abrió fuego con sus máquinas impidiendo la reacción de los contrarios que se encontraban batidos por todas partes. Los que no fueron baja cayeron prisioneros. Se contaron más de doscientas muertos, treinta heridos y cincuenta capturados. Las bajas de la Bandera arrojaron un total de treinticuatro, entre ellos siete muertos.

Alférez Cantalapiedra – Cabo Comeselles

Más tarde, el 9 de septiembre de 1938, un Oficial y un Cabo iban a ganarse una Medalla Militar por su valor y serenidad en una lucha encarnizada. La VII Bandera había concentrado toda su capacidad de fuego sobre las trincheras enemigas. Tras ello, y previamente dispuesta, asaltó la posición con la 26 Cía en vanguardia. Como quiera que el enemigo aún contaba con muy fuerte protección, el Alférez Cantalapiedra y Fernández de Toledo reunió cincuenta y un voluntarios para el asalto. Ante la posición se abría un paso intensamente batido por fuego de fusil, ametralladoras y carros de combate. A la cabeza de la fuerza marchaba el Alférez. Consiguió llegar al asalto tan rápidamente, que el enemigo, sorprendido, apenas pudo reaccionar al brutal empuje de los legionarios, entrando éstos arrolladoramente en las trincheras.

La posición recibió intenso fuego por ambos flancos, las bajas eran constantes; pero el Alférez animó a los legionarios con el ejemplo de su serenidad. Faltaban Oficiales y Sargentos en las Secciones. El Alférez dio el mando de una de ellas al Cabo José Comeselles, uno de los mejores voluntarios que con él habían asaltado la posición. El Cabo mandó a los suyos poseído de un gran espíritu legionario, siempre sereno, aun cuando estuvo gravemente herido y había perdido las dos terceras partes de su gente. La lucha llegó al cuerpo a cuerpo y los republicanos se defendieron encarnizadamente tratando de conservar lo que ya tenían perdido.

Durante la noche los contraataques se sucedieron, sin lograr otro resultado que ser repelidos una y otra vez, hasta que, agotados y convencidos de lo inútil de su empeño, se retiraron a sus nuevas posiciones situadas en las alturas próximas. Como más tarde se pudo comprobar, el mando enemigo en su afán de contener la ofensiva nacional y conservar el terreno conquistado, fortificó cada altura, cota o ladera que pudiera servir de obstáculo a la progresión. No desaprovechó el terreno en lo más mínimo. Y así, las fuerzas en avance hubieron de conquistar cada palmo de terreno a costa de grandes combates parciales en los que habían de emplearse Agrupaciones enteras. Según lo dicho, el Alférez Cantalapiedra y el Cabo Comeselles fueron recompensados con la Medalla Militar individual.

Un mal día para las Cías. de Fusiles

Amaneciendo el día 10 de Septiembre de 1.938 fue sorprendida en sus posiciones la 26 Cía (la actual 2ª) con un fuerte cañoneo de la artillería republicana. Las granadas caían continuamente, implacables y seguras, sobre trincheras y parapetos, con tal intensidad que en pocos minutos quedaron totalmente destruidas las defensas. Sobre las once de la mañana, el proyectil de un carro ruso impactó sobre el polvorín de la Compañía. La explosión produjo un derrumbamiento en las fortificaciones, y casi toda la unidad quedó sepultada entre cascotes, piedras y tierra desprendida. Los supervivientes recibieron órdenes de retirarse, aprovechándose de ello los milicianos para contraatacar.

Para contener la reacción enemiga salió de sus trincheras una Sección de la 27 Cía, que no sólo consiguió detenerlos, sino que en prosecución del avance, se colocó a distancia de asalto de una loma existente a su izquierda. Pasaron sobre las alambradas por un pasillo abierto con granadas de mano, y la Sección cayó sobre la posición, apoderándose de ella. Con acertada maniobra las vanguardias legionarias se acercaron a las trincheras enemigas y después de varios infructuosos intentos de asalto, consiguieron poner pies en las mismas. La 27 Cía pasó por verdaderos momentos de apuro.

El combate cuerpo a cuerpo se mantuvo indeciso hasta que intervino la 25 Cía, eliminando la presión enemiga y logrando decidir la lucha a favor de los atacantes. La gran cantidad de bajas experimentadas por la 27 Cía impuso al mando la necesidad de retirarla. Así quedó la 25 Cía por el inmediato contraataque, envuelta por una masa de enemigos, de la que, sin la intervención de otra unidad que acudió en su socorro, jamás hubiera podido deshacerse. Rechazados de nuevo, se replegaron los republicanos a sus bases de partida. En el transcurso del combate había caído muerto, totalmente pulverizado por la explosión de una caja de granadas de mano, el Capitán Fernández Lorite. En definitiva, un mal día éste del 10-09-38, para las tres compañías de fusiles, que empezó con la 26 compañía enterrada por la explosión de su polvorín, la 27 Cía. tambien con enormes bajas al intentar contener al enemigo y la 25 Cía. muy dañada al ser envuelta por una masa de milicianos cuando ayudaba a la 27 Cía.

En la Batalla del Ebro

Al comienzo del mes de octubre de 1938, la Valenzuela se vio sometida a un intenso bombardeo de la artillería que ocasionó a la 26ª Compañía veinte bajas entre muertos y heridos. El día 2, subió toda la Bandera a las posiciones entrando en línea dos Compañías y disponiéndose las otras para ocupar una loma paralela a la defendida por un Tabor de la Agrupación. Bajo fuego de todas las armas comenzó la operación, luchando las unidades encarnizadamente para romper las defensas enemigas. Protegidas por sus bases de fuego, consiguieron las unidades llegar a las trincheras y lanzarse al asalto, siendo rechazadas hasta las alambradas desde las que con nuevos bríos volvieron a irrumpir en las trincheras.

La acción se repitió por tres veces hasta que la 25ª Compañía acudió al combate resolviendo la situación con coraje extraordinario, quedando dueña de las posiciones enemigas en unión de las otras dos que procedieron a retirar sus bajas, que fueron treinta, antes del anochecer. Al día siguiente se prosiguió el avance conquistando dos lomas más, por las que se luchó denodadamente empujando al enemigo hacia el río Ebro. Este ofrecía cada vez mayor resistencia, haciendo gala de su magnífico armamento y de sus grandes contingentes de fuerzas. Los combates finalizaron el día 4, siendo relevada la Bandera por unidades de la 82 División, retirándose a unos tres kilómetros de Gandesa. El día 17 fueron revistadas las unidades por el Excmo. Sr. General Jefe de La Legión del cual recibieron entusiasta felicitación por el excelente espíritu y heroico comportamiento observado en estas jornadas.

En el frente de Gandesa, primera línea de fuego

Apenas sin tiempo para reponer las enormes bajas sufridas por la VII Bandera en los meses precedentes, de nuevo a primera línea de fuego. Si el interés de los anteriores apartados se centra en el gran desgaste que pueden sufrir las unidades en un solo día de combate, en el relato que viene a continuación vemos la forma de maniobrar las Compañías durante los ataques y especialmente al llegar el momento del asalto.

En la ocupación de la Sierra de Pandols el 30 de octubre de 1938 intervino la VII Bandera que se hallaba cerca de Gandesa. Allí destacó a la Compañía de Ametralladoras a unas posiciones próximas a la ermita de Santa Madona. Posteriormente, el resto de la Bandera con la 26 Cía en vanguardia, rebasó los primeros objetivos y conquistó las estribaciones de la Sierra. Mientras tanto la 28 Cía hizo huir al enemigo concentrando sobre sus filas el fuego de sus máquinas. La 27 Cía, con sus guerrillas desplegadas asaltó la cota 638 cuyas posiciones fueron conquistadas. Al mismo tiempo la 25 Cía aplastó la reacción enemiga al ocupar unas alturas próximas a la citada cota. Cubiertos todos los objetivos, fueron relevadas las Compañías que pasaron a retaguardia para formar la reserva de la División. En la orden del día se felicitó a la Bandera, poniendo de relieve la actuación de los Jefes de Compañía y legionarios por su esfuerzo y valor en la pasada operación.

La situación de reserva de la VII Bandera la interrumpió una violenta ofensiva enemiga desencadenada la madrugada del 31 de octubre. A toda prisa tuvieron que subir los legionarios a las posiciones de la Sierra Caballs para contener los ataques enemigos que iban ganando intensidad por minutos. Las 26 y 27 Cías iniciaron el avance bien protegidas por los flancos y, debido al rápido desplazamiento de la 25, ocuparon los reductos en que se había hecho fuerte el enemigo. Quedó en vanguardia la 26 Cía que asaltó unas estribaciones situadas frente a las trincheras ocupadas el día anterior. No era fácil entrar de frente en la posición y se inició el asalto por el flanco izquierdo, mientras otra Compañía distrajo la atención del enemigo, acercándose a las alambradas por el centro.

Las ametralladoras adversarias cortaron el avance y entonces adelantó la 27 Cía por la izquierda y en lucha al arma blanca coronó la posición. Corrieron los legionarios por las alturas y en combate cuerpo a cuerpo conquistaron todos los reductos. Aprovechando el desconcierto del contrario se apoderó la 26 Cía de sus objetivos y la 25 Cía se afianzó en la posición alcanzada. Por su parte, el resto de la Bandera, se ocupó de evacuar las bajas. Con esta operación pudo darse por terminada la conquista de la Sierra de Caballs y resuelta con éxito la primera fase de las operaciones.

Capitán Milán del Bosch y Ussía

De nuevo relatamos un hecho heroico protagonizado esta vez por un Capitán. Todo empezó el 13 de enero de 1939, día en que se reanudó el avance con la VII Bandera situada al flanco izquierdo de su Agrupación. Daba protección al Batallón que marchaba en vanguardia. Cuando a las once de la mañana intentó éste conquistar unas alturas en las estribaciones del vértice Castell-Blanc-Puebla, aparecieron dos Batallones de Carabineros para contraatacar. Percatado el Comandante Jefe de la Bandera del peligro en que estaba el Batallón, al que no podía enviar ningún mensaje, decidió actuar rápidamente. Adelantó para ello la 26 y 27 Cía que adoptaron el orden de combate nada más salir mientras que la 25 Cía se descolgaba un poco a la izquierda para sortear una barricada que le impedía el acceso a las cotas 361 y 411 donde les esperaba el enemigo. Éste seguía atentamente el movimiento de la Bandera. Cuando la 25 Cía había rebasado la barrancada, varias guerrillas enemigas se adelantaron de sus posiciones y después de lanzar una verdadera lluvia de granadas, regresaron rápidamente para permitir a sus ametralladoras crear una cortina de fuegos que hicieran imposible toda progresión de frente.

Con gran rapidez se desplazaron los legionarios hacia la izquierda atrayendo la atención de los republicanos, mientras la 26 y 27 Cías llegaban a distancia de asalto. Cuando se disponían a realizarlo, una nueva salida del enemigo los retuvo. Surgió entonces el gesto del Capitán Jaime Milán del Bosch y Ussía, quien, al ver lo apurado de la situación, se lanzó al frente de su Compañía con extraordinaria energía, arroyando a las guerrillas enemigas y apoderándose de la posición más importante. Desconcertados los republicanos por la inesperada reacción, iniciaron la retirada desordenadamente, abandonando armas munición y material. Capturó a más de doscientos prisioneros con gran cantidad de armamento. Al Capitán Milán del Bosch le fue concedida por esta acción la Medalla Militar Individual.

El fin de la guerra

El día 19 de abril de 1939 la 5 Cía (la actual 4ª), empezó su organización en Talavera de la Reina, y se incorporó a la Bandera el día 21 en Almagro. El Capitán fundador de esta Compañía, fue D. Luis Sánchez Sainaste. El día 4 la 27 Cía salió en dirección a Madrid con objeto de tomar parte en el Desfile de la Victoria. El acto se celebró el día 19 de mayo. Finalizada la guerra, el 3 de julio partieron las unidades de la VII Bandera desde los lugares donde estaban destacadas hacia Alfaro (Logroño), a donde llegaron el día 4. Durante los meses de verano se permaneció en Alfaro hasta que el día 24 de octubre la Bandera emprendió marcha por ferrocarril a Algeciras.

El día 27 embarcó en el vapor Castillo Monforte en dirección a Ceuta, y de allí en camiones hacia Larache, donde llegó el 28 alojándose en el campamento de Nador. El día 30 se trasladó en camiones al destacamento de Aumara. Allí relevó a la X Bandera en los fortines de Sidi Soliman y Sidi Farian. En esta situación finalizó el año en el destacamento de Aumara (Larache). El 1 de enero de 1940 se integró en el 3er Tercio, creado ese mismo día.