EJERCICIOS TÁCTICOS. LA «MARCHA VERDE» Y LA OP. «GOLONDRINA»

DEL SAHARA A FUERTEVENTURA: OPERACIÓN GOLONDRINA

Hasta siempre, Smara querida

Con el nombre de Operación Golondrina se iniciaron las acciones encaminadas a evacuar del Sahara a las tropas y propiedades españolas. Inicialmente se preveían dos tipos de posibles operaciones, una tranquila, sin hostigamiento y otra de emergencia. En la primera de ellas, que fue la que se llevó a cabo, se preveía la retirada de 10.500 civiles, 4.000 toneladas de material y 1.350 vehículos. Los efectivos militares evacuados serían 7.000 hombres por barco y 5.000 por vía aérea, con 11.600 toneladas de material y 2.120 vehículos, más 14.000 toneladas más de material no operativo. La operación Golondrina, se inició efectivamente el 28 de octubre, con el abandono de Mahbes, Echdeiría y Hausa. El primer paso fue ordenar que las Agrupaciones Tácticas desplegadas en el norte del Sahara fueran disueltas escalonadamente. El Batallón de Canarias nº 50 partió el 20 de noviembre, así como el Regimiento de Ingenieros.

En lo que respecta a la Valenzuela, el 27 de noviembre de 1975 el Cte. de EM. Pardo de Santayana cumplió la triste obligación de entregar Smara al Coronel marroquí D´Limi. La VII Bandera integrada en la Agrupación Chacal y cumpliendo órdenes del Jefe del Sector, realizó un despliegue táctico con protección aérea desde Smara al Aaiún. La denominada Marcha Verde (Al Masira) había conseguido lo que ninguna unidad militar había logrado nunca. La VII Bandera se veía así obligada a abandonar la ciudad donde había permanecido tantos años. Los legionarios no podían disimular su disgusto por aquella no esperada ni deseada entrega. Aquellos bravos hombres que no pensaban ser derrotados en la vida por unidad o fuerza alguna, se sentían ahora vencidos por una desorganizada y casi pintoresca columna de hombres, mujeres y niños desarmados y en muchos casos sedientos y desnutridos.

Entre septiembre de 1973 y noviembre de 1975 las unidades del 3er Tercio no habían tenido respiro. Las infiltraciones de guerrillas del Frente Polisario a través de las extensas fronteras del Subsector, las continuas alarmas y los ataques contra bases fronterizas, habían obligado a constantes salidas de patrullas, que en algunos casos debían recorrer hasta 1000 km, mientras que Secciones helitranportadas efectuaban reconocimientos armados sobre zonas donde era probable la presencia de enemigo, un Oficial de la Valenzuela describía así la evacuación:

«La VII Bandera formó delante de la Bandera española, izada como cada mañana. Pocas veces en estos últimos años había formado toda la unidad frente a la puerta del cuartel, pero aquel día era uno especial, y la formación no era la de todos los Sábados Legionarios. Era el 27 de noviembre de 1975, los marroquíes habían cañoneado la Saguia el Hamra durante toda la noche. Oficiales y Suboficiales de la Bandera, francos de servicio, subieron a las posiciones simplemente para ver el resplandor de los disparos lejanos, el de los pepinazos de piezas de artillería, y sentir de nuevo la dureza de la orden que les impedía acudir al fuego. Era la última noche en que las fuerzas españolas ocuparían Smara. Seguramente los sueños de todos nosotros estuvieron poblados de recuerdos, de marchas, de casas blancas, de poblados de ese Subsector que conocíamos palmo a palmo. En la mañana del 27, con el sonido varonil de la Canción del Legionario, cantada por voces que nunca más resonarían en el cuartel, la Bandera española fue recogida con respeto y dolor.

El día 3 de diciembre la VII Bandera se trasladó a la cabeza de playa, embarcando a las 16:00 horas en la motonave Isla de Formentera, que zarpó a medianoche rumbo a Puerto del Rosario, en la Isla de Fuerteventura. Al día siguiente, tras haber desembarcado hombres y material, la Bandera se instaló en tiendas de campaña en terrenos próximos al acuartelamiento del Regimiento Fuerteventura nº 56. Fué la primera unidad de La Legión que dijo adiós al Sahara. Cuatro días más tarde, zarparon rumbo a Puerto de Rosario la PLMM de Tercio 3º, la Compañía de Destinos, la Unidad de Instrucción y la Sección de Música. La VII Bandera hasta ese momento estaba organizada en base a dos Cías de fusiles motorizadas en vehículos ligeros (la 2ª y 3ª Cías), una Compañía de fusiles helitransportable, (la 1ª Cía, al mando del Capitán Sancho), y una Compañía de Plana Mayor y Armas de Apoyo.

La VII Bandera descendió por redes hacia las lanchas de desembarco, con lo que se iniciaba el camino hacia Fuerteventura. El macho cabrío, los afamados perros pastores alemanes y algún que otro legionario demasiado aventajado por años de Sáhara, las pasaron finas en la escalada. Debajo de las camisolas de los legionarios viajaban muchos más animales. Chuchos sobre todo, para los que buscar su origen genético hubiera sido el mayor desafío de un científico.

Fuerteventura recibió al Tercio con un chaparrón histórico. Todos los Oficiales compartieron con la tropa el montaje de las tiendas cónicas, entre el barro, y bajo las tormentas. Más de diez horas…La VII Bandera, excepto la Compañía que se había quedado a proteger el aeropuerto del Aaiún, era la vanguardia de la Legión en la isla. No la recibió bien la población civil, embebida en la leyenda negra de la Legión. Era lo único que faltaba a los legionarios, los cuales en muchos casos veían la retirada del Sáhara como una derrota, y no como un acuerdo. Incluso algunos llevaban años sin salir del Sáhara. Para ellos Puerto del Rosario era algo así como Nueva York. Hubo problemas puntuales, a veces provocados por los civiles, pero la situación no llegó a descontrolarse gracias a la unión y fe en sus mandos, y a la disciplina maravillosamente entendida de los legionarios.

Recuerdos…dolorosos por el abandono de los cuarteles, recuerdos maravillosos por aquellos años del Sahara, en los que los legionarios del Tercero vivieron la vida militar en su más pura esencia. Conocieron la Legión en el mejor lugar, el desierto, y en la mejor situación, la disposición inmediata para el combate. Los mandos que se incorporaban conocieron a esa joya, nunca valorada en su real valía, que es el legionario, capaz de todo lo mejor y a la vez capaz de tirarlo todo por el precipicio en un momento de desesperación».

Adiós, Sidi Buya. Adiós, Aaiún

Mientras tanto la VIII Bandera y el Grupo Ligero Sahariano I permanecieron en el Aaiún para cubrir el embarque de otras unidades y dar protección a instalaciones militares pues todavía quedaban misiones que cumplir. Así a la 6ª Cía de la Colón se le encomendó el rescate de un avión y su piloto que había realizado un aterrizaje forzoso en lo que se podría llamar tierra de nadie. Un paraje llamado Remz el Benz, situado a unos 150 kms del Aaiún en dirección a Smara. El piloto, de aquel T-6 Texan, aguardaba subfusil en mano la llegada de los legionarios que le había sido anunciada por el piloto compañero de patrulla antes de abandonar la escena por falta de combustible. Sobre el azul del pañuelo de cuello, le había dejado un mensaje escrito: una Compañía del Tercio viene a rescatarte la anudó a una llave inglesa y la dejó caer en las proximidades de su accidentado compañero. Se localizó el lugar del accidente, el piloto fue rescatado, y el avión cargado en un trailer, regresando sin novedad al Aaiún.

Sin embargo, el día 11 de diciembre, la VIII y el GLS recibieron la orden de abandonar Sidi Buya. Formados en el Patio de Armas, los legionarios rindieron el postrer homenaje a sus muertos, y al arriar por última vez la Bandera de España que ondeaba sobre el fuerte, ante la mirada llorosa de aquellos hombres curtidos, el Tercio 3º dió por finalizada su permanencia en tan querido solar. Evacuado el fuerte, la VIII Bandera ocupó el acuartelamiento del B.I.R. nº 1 en la Cabeza de Playa, desde donde siguió destacando a sus Compañías en misiones de seguridad. Por su parte el GLS I marchó al acuartelamiento de Parque y Talleres hasta el día 20, en que tomó posiciones en el helipuerto militar. A las 6 de la tarde del 20 de diciembre de 1975, el Capitán Perote, al mando de la 7ª Compañía, arriaba la última Bandera española del Aaiún, antes de abandonar el antiguo acuartelamiento del Regimiento de Artillería. Esta Bandera se conserva en el Museo de la Brigada de la Legión.

Del último arriado nos habla el entonces Capitán Perote Jefe de la 7ª Cía:

» El 21 de Diciembre de 1975. en Aaiún ya no queda ninguna unidad militar española, días antes han sido evacuados a cabeza de playa y embarcadas hacia Canarias. La población española que todavía reside en Aaiun se siente insegura, el General Gómez de Salazar ya no tiene un E.M. operativo, de Madrid han llegado otros Oficiales de E.M. con mente más política y para preparar la entrega a Marruecos. El General cree que debe tener una mínima seguridad hacia estos españoles ya que el F. Polisario está hostigando a las unidades marroquíes que ya han llegado a Aaiún.

Se ordena que vuelva la 7ª Cía de la VIII Bandera. Nuestro antiguo cuartel de Sidi Buya donde tanto «habíamos vivido» está ocupado por marroquíes, sólo está vacío el acuartelamiento Rayen Mansur del Regimiento. de Artillería, allí nos acuartelamos y la historia quiso que este cuartel que fue el primero donde se ubicó el Tercio cuando llegó al Sahara fuese también el último en despedir al Tercio y arriar la última Bandera de una unidad armada en el Sahara, (se encuentra esta Bandera en el museo de la Legión en Viator, Almería) Una de las noches en que me fui va a dar novedades al General Salazar, puesto que habíamos interceptado unos vehículos del Polisario que hostigaban a una unidad marroquí en Hatarambla (les dejamos marchar, no podía ser otra cosa en aquellos momentos, me saludaron militarmente eran antiguos soldados españoles).

Yo ya no se quien es el enemigo, hasta julio del 75 era el Polisario pero con los intercambios de prisioneros por ambas partes (tenían ellos 2 patrullas de nómadas con sus Oficiales) y el comunicado hecho en Paris de acercamiento a la postura española, sólo Marruecos y sus elementos infiltrados era el enemigo… pero a partir del 16 de octubre en que Hassan II hace público el anuncio de la Marcha Verde y la evacuación del Territorio ya está ordenada seis días antes de que comenzara la invasión Verde, otra vez el Polisario y los nativos se convierten en nuestros enemigos y hay que controlarlos para el mejor desarrollo de las intenciones marroquíes»

El 21 de diciembre la Sección de Armas de Apoyo de la 6ª Compañía, al mando del Tte Coloma, fue enviada a los yacimientos de los fosfatos de Bu Craa, reforzando al Grupo de Tropas Nómadas que protegía las instalaciones contra las guerrillas del Frente Polisario. Una vez en Bu Craa, recibió órdenes del Comandante Jefe del Grupo de Tropas Nómadas de realizar diversas acciones de decepción con la finalidad de confundir a la población nativa y aprovechar el efecto Legión. En varias ocasiones tuvo que repeler por el fuego de morteros y ametralladoras ataques de los guerrilleros, que hostigaban continuamente las posiciones con morteros de 60 mm y armas automáticas. El día 27 de diciembre, se abandonó la base de Bu- Craa y la Sección emprendió la marcha a lo largo de la cinta transportadora del mineral, dando protección a retaguardia al Grupo de Tropas Nómadas, mientras que las tropas marroquíes, ya desplegadas, formaban en las diferentes subestaciones de la cinta al paso de la columna.

El 29 de este mes el Grupo Ligero Sahariano I se trasladó a Villa Cisneros donde se reunió con su homólogo del 4º Tercio a la espera de marchar a Canarias. El día 4 de enero de 1976 embarcó en el transporte de ataque Galicia, que zarpó ese mismo día rumbo a Puerto del Rosario. Por su parte, en la mañana del 8 de enero, reunida toda la VIII Bandera, embarcó en distintos buques de la Armada que la trasladaron a Puerto del Rosario. El Tercio D. Juan de Austria, 3º de la Legión, decía definitivamente adiós al desierto. Había dejado de ser sahariano. Con el abandono del Sahara se abandonaba también una magnífica escuela de mandos. Así nos lo cuenta un Teniente del 3er Tercio:

«Aprendimos a tomar decisiones rápidas, a cavar nuestras propias tumbas, y dormir en ellas con el armamento dentro, a cambiar el campamento de noche, moviendo los vehículos sin ninguna luz, a hacer café con una camisa, a disponer los vehículos en círculos cerrados, como las caravanas en una película del Oeste, con los faros hacia fuera, montar emboscadas para reaccionar desde el exterior ante cualquier ataque… En la última época, cuando era posible el enfrentamiento con Marruecos, el Ejército del Sahara era un Ejército en pie de guerra, capaz de, en menos de media hora, desplegar en campo abierto con comida y agua para cinco días, combustible para 500 km. y munición para dos días de combate.

Con los dientes apretados, las miradas más que nostálgicas, y alguna lágrima aflorando, aquellos bravos legionarios desde la borda gris del buque de transporte Aragón, en un atardecer de acero, veían alejarse para siempre la línea gris que separa dos inmensidades: el mar y el desierto».

En total, desde el 20 de noviembre al 12 de enero, en que el último militar abandonó el Sáhara, más de 20.000 hombres fueron embarcados, cumpliéndose la tarea antes incluso de lo previsto.

El último piquete.

El piquete, nombrado en Aaiún, se refería exclusivamente a la pequeña unidad que todas las tardes del año, sin falta, acudía al Edificio del Gobierno del Sáhara para rendir honores a la Bandera en el acto de su arriado reglamentario.

Estaba compuesto por una sección de fusiles con tres pelotones a once hombres incluido su jefe, mandada por un oficial subalterno (Teniente o Alférez) con escuadra de gastadores y banda de guerra (cornetas y tambores).

En el desempeño de esta honrosa misión alternaban por riguroso orden todos los cuerpos ubicados en la ciudad o sus inmediaciones.

En el Tercio 3 se llevaba un riguroso turno de compañías para la organización del piquete. La escuadra de gastadores era de la Unidad tipo batallón que le facilitaba (Bandera, Grupo Ligero o Agrupación de Planas [compuesta ésta por la Cía. de Plana Mayor, la Cía. De Destinos y la Cía. de Carros], con los gastadores de la Cía. De PLM.). La banda de guerra era la del Tercio al completo con su maestro al frente. Para la designación del mando se llevaba un turno general de subalternos en cada unidad tipo batallón con independencia de la Cía. que proporcionara la tropa.

En los últimos tiempos de permanencia en el Sáhara, por orden del gobernador, todos los domingos la sección de música del Tercio daba un concierto antes del arriado de la Bandera.

El desplazamiento de ida y regreso lo facilitaban los camiones de la Unidad de Transporte núm. 1. Cuando por ejercicios o maniobras faltaban los medios automóviles se hacía la marcha a pie con tiempo suficiente para en el punto de partida del desfile (inicio de la Avenida del Ejército, delante del acuartelamiento de Rayen Mansur), además de corregir en el uniforme los pequeños desajustes ocasionados por la marcha, dejar el calzado brillante y sin mota de polvo, a cuyo fin se llevaban el cepillo y los correspondientes trapos para abrillantado en una de las cartucheras de cada participante.

Se desciende al detalle en la descripción de la organización de esta pequeña unidad para dejar constancia de la atención casi reverencial que se daba al acto de arriado de la Bandera en el edificio del Gobierno de Sáhara.

Doña Victoria Marco Linares, viuda del Coronel Don Valeriano González Fonseca (antiguo Capitán, Comandante y Teniente Coronel del Tercio 3 que fue jefe de la VII Bandera durante mucho tiempo), que además es periodista y ha escrito muchos artículos sobre La Legión y el Sáhara, al describir sus variados sinsabores y tristezas durante el periodo de evacuación de la provincia por las tropas españolas, de la que fue el último testigo presencial del periodismo nacional, nos dice:

«Pero, quizá la mayor tristeza de aquel Aaiún en que todo comenzaba a apagarse fuera la nostalgia del piquete que siempre había sido como el pulso de la ciudad reflejando la normalidad del ambiente por la mayor o menor afluencia de curiosos.

Cada tarde, al toque de oración, el paso de aquel piquete rompía con sus vibrantes ecos la silenciosa hora del crepúsculo y todos acudían a ver cómo «iban» ese día los soldados. Pasaban para rendir honores a la Bandera en el momento de arriarla en el Edificio del Gobierno, y este pequeño acontecimiento parecía atraer la presencia de todos en la Avenida del Ejército y en la vecina Plaza de España.

Debió ser como una corazonada aquel día, cuya fecha no conservo, en que sin saber que sería el último piquete de La Legión, saqué las cuatro fotos que quedaban y grabé el batir acelerado de los tambores y las síncopas vibrantes del toque marcial que poco a poco se iba acercando entre el paso inconfundible de los legionarios. Luego del toque agudísimo, un raudal de notas brillantes pareció estallar, porque aquel día debía ser domingo, ya que estaban la banda y música del III Tercio.

Había sido una idea feliz del general Salazar que los domingos se diera un concierto popular antes de arriar la Bandera, y era un maravilloso mensaje para cuantos allí vivíamos, oír aquella música en aquel gran desierto. Y luego, los honores a la Bandera con aquella solemnidad que nos sobrecogía era el único lugar de España en que se la honraba así….. Era España misma en el corazón del desierto.

Y a diario acechábamos el paso del piquete apostando por la forma de redoblar, a la unidad a la que correspondía: Artillería, Sanidad, Ingenieros, Intendencia. «Pistolos» en fin como se llamaba cariñosamente, pero sin causa concreta, a los que no pertenecían a unidades especiales mientras que «legías» eran los legionarios, y «brillantinas» los paracaidistas.

Cuando la Bandera descendía lentamente, no solo quienes llevaban uniforme, sino todos los hombres allí presentes, de cara a poniente, saludaban en silencio con una emoción que se renovaba diariamente.

Yo guardaré para siempre el recuerdo de aquélla placita con su fuente hecha de enormes Rosas del Desierto y las aceras rebosantes de curiosos, soldaditos queridos de nuestra querida España, españoles de cualquier condición y muchos saharauis que aún eran amigos nuestros, pero sobre todo niños, infinidad de niños.

Y es indudable que en más de uno nació allí el amor a su Bandera con la emoción de aquel primer saludo.

Desgraciadamente, un día de tantos desfilaron como siempre y cuando rompieron filas por última vez a la espalda del cine Las Dunas, se marcharon en silencio sin que ellos ni nosotros sospecháramos que ya no volverían más.»

Como en todos los órdenes de la vida legionaria, también la organización y transporte del piquete cuenta con alguna que otra anécdota que el comandante Cruz, involucrado en una de ellas, nos relata:

«No recuerdo los días concretos, pero es el caso que en la tercera decena del mes de mayo de 1973 se desarrolló en el Territorio el ejercicio de conjunto Géminis I» al que asistieron todas las unidades del Tercio. El coronel Timón Lara «barrió» con los hombres disponibles en Sidi Buya, dejando en acuartelamiento, además de la música, los enfermos, arrestados y personal de oficinas y de servicios imprescindible para el mantenimiento general, dos turnos de guardia que alternarían día sí día no, mandada por uno de los tres oficiales subalternos que desempeñaban servicios administrativos y que no asistían al ejercicio. Uno de los días que el Tercio iba a estar ausente le correspondía prestar el servicio de piquete, problema que resolvió el coronel de modo expeditivo. Nombró al teniente legionario Alfaya Rey su jefe y además le dio la solución con todo optimismo: -organizas la sección con la gente que aquí queda, la escuadra por un día que no asista todos comprenderán por qué, en cuanto a la banda te vales de los dos cornetas que dejo para la guardia y del tambor «X» (aquí dio el nombre del guripa) que está algo tocado del ala (vulgo enfermo) pero que lo hará muy bien pues ya sabes que es un magnífico legionario, el transporte a pie, ¿de acuerdo?- ¡eso no es una banda de cornetas y tambores, mi coronel, es una charanga!- replicó Alfaya amoscado, -para ti es como una filarmónica, así que deja de poner pegas y ¡a trabajar!- le espetó el Bacha (título cariñoso del coronel)».

Alfaya se retiró y en menos de media hora nos había contado a todos los de su empleo «la faena» que le estaba haciendo el coronel, pero se puso a trabajar.

Para el día del piquete tenía la sección en orden, había formado en un par de días una escuadra de gastadores seleccionados entre los escasos escribientes y en cuanto a la banda, además de los nombrados por el coronel había conseguido «liar» a la mayoría de los músicos (ya se sabe lo difíciles que son de manejar estos currantes del BOD.), allí estaban, entre otro que ahora no recuerdo, el Titi con la caja, Mariano con la tuba, Bartolo con el clarinete, Martínez con la trompeta y lastimosamente no recuerdo los nombres o apodos de otros ocho o diez, todos con instrumentos ruidosos por ser de viento, y de parche, además de la caja ¡el del bombo!.

Como si todas nuestras familias conocieran los medios para el piquete y se hubieran puesto de acuerdo, cosa que no me extrañaría, el día del piquete rebosaba la Avenida del Ejército de mujeres y chiquillos que aplaudían con entusiasmo aquello que él ahora llamaba orquesta. Al regreso del ejercicio, cuando casi no habíamos apagado los motores de los vehículos ya nos había contado, con todo lujo de detalles, lo magnífico que había resultado su piquete, que pese a las pegas del coronel había tenido ¡hasta música!. Durante mucho tiempo se habló en el Tercio con cariño del «piquete de Alfaya». Supongo que fue el antecedente de los posteriores conciertos domingueros

Cuando yo mandaba la UTN-1 (Unidad de Transporte Número 1) para el traslado del piquete a la ciudad y regreso disponía cinco camiones Pegaso DAF-3045. Al toque de «alto» quedaban aparcados en batería en la explanada norte del acuartelamiento, cerca de la piscina, a unos 15 ó 20 metros de la pista interior de asfalto que unía los estacionamientos de las unidades con la carretera Aaiún-Daora-Edchera y vigilados constantemente por uno de los conductores. La pista era paralela a la pared de la residencia de suboficiales de la que distaba unos 50 metros, mirando a la construcción quedaban orientados los morros de los vehículos; la explanada se inclinaba en caída hacia el edificio con una pendiente del 3 ó 5 %, declive que aumentaba de manera considerable entre el asfalto y la pared. Por las características técnicas de los vehículos (circuito de freno neumático con posibles fugas de aire) y las condiciones del terreno, exigía que además del freno de mano los vehículos tuvieran puesta la marcha atrás y un calzo delantero, detalle que yo vigilaba cuidadosamente. Pese a todas mis precauciones un día de verano, poco antes del embarque del piquete, uno de los camiones se quedó sin aire en el calderín y su propio peso hizo saltar la marcha atrás posiblemente mal encajada. Nunca llegamos a aclarar el motivo, pero es el caso que el camión, como si tuviera voluntad propia se puso en movimiento, saltó el calzo, tomó velocidad, cruzó la pista de salida del acuartelamiento topó con la pared de la residencia y se incrustó hasta la mitad de la caja en una habitación doble, con tanta fortuna que no llegó a tocar las camas aunque pasó rozándolas. Resultó ser el alojamiento compartido por «El Titi» (de nombre Máximo) y por el sargento Segura Estrada con alias indistinto de «Viruta» o «Campanera», el primero por ser el apelativo que él utilizaba para dirigirse a sus subordinados y el segundo, el que le daban los legionarios porque en sus frecuentes y monumentales cogorzas era la canción que cantaba, campanera. Estaban los dos colegas tan profundamente dormidos, que no se enteraron de la puesta en marcha del camión dentro de su habitación, a pesar del ruido del motor, ni de su movimiento de retroceso; tampoco dieron señales de vida cuando llegaron los muchachos del sargento Luciano (el de obras) a reparar el desaguisado. Ya había regresado el piquete al Tercio y estaba casi tapado el agujero que el camión hizo cuando alguno de los dos le preguntó a los albañiles que quien les había dado permiso para entrar en su habitación.

Yo me libré de un buen tirón de orejas porque ese día, cuando ya de retirada vigilaba el cumplimiento de mis órdenes, acertó el coronel a pasar por el lugar de estacionamiento y cuando supo las medidas de seguridad que tomaba se le ocurrió decirme: – Cruz, ¡que fatigas eres!-. después del accidente tuve la atención de no recordarle su comentario, todo un detalle.

El primer Sábado Legionario fuera de África

La llegada a Puerto del Rosario recordó la llegada a el Aaiún o a Smara, cuando vieron por primera vez a los legionarios del Tercero, aunque las circunstancias distintas y, por supuesto, los habitantes, muy otros. Muchos de los de aquí tenían sus negocios en el Aaiún, o más bien, arribaron a esta isla siguiendo la ruta del Tercio 3º. No hablemos sólo de intereses materiales. Taxistas, operarios de Fos Bucraa, comerciantes, habían vivido con el Tercio la aventura del Sahara, y ahora estaban en Puerto del Rosario aquí, recordando quizás esos 20 de septiembre a los que el Coronel Timón siempre les invitaba, y donde compartían con los legionarios la inigualable alegría de los hombres duros del desierto. Estuvieron con sus familiares en el Sahara hasta el último momento, seguros de que podían confiar en la Legión. Ahora se encontraban de nuevo juntos, aunque la mayoría de los isleños no nos conocían demasiado bien, y la llegada del Tercio fue acogida con desconfianza. Así se expresaba en su alocución, el Tcol. Jefe Accidental del Tercio durante el primer Sábado Legionario en el que de nuevo se reunió el Tercio:

«No hace mucho tiempo esta formación la hicimos en nuestro acuartelamiento del Sahara, pero entre nosotros había un algo que no dejaba que nuestros semblantes exteriorizaran todo lo que la Legión lleva dentro y todo lo que nuestro Tercio es. Nos faltaban nuestros hermanos de la VII Bandera, la de Valenzuela, como solemos llamarla. Hoy, todos juntos, vamos a rendir honores a nuestros muertos no una vez más, sino una nueva vez. Hay motivos para que mi ánimo esté emocionado, y esta emoción quisiera llevarla a vuestro espíritu. Hoy por primera vez, un Tercio de la Legión celebra su Sábado Legionario fuera de Africa.

Hoy el Tercio D. Juan de Austria, con la VII, la VIII y el Grupo, unidos codo a codo, lucha por alcanzar una nueva personalidad de Legión no sahariana, bajo el sol de Fuerteventura, tan parecido, a veces, al del desierto. A menudo nos preguntamos qué habrá sido de Smara, donde se casaron españoles, como el Sargento Lechuga, y hubo bautizos, como el del hijo del Cabo Primero Mediavilla. Es imposible imaginarse lo que puede ser Smara sin la Legión, y si ahora mismo, por extraño truco de magia, fuera posible verla como en una película, yo no lo querría, como no quise volver la cabeza aquella mañana del 27 de noviembre».