LA VII, VIII y IX EN LA GUERRA CIVIL

LA VIII EN LA GUERRA CIVIL

La VIII nace de nuevo en Tahuima

La VIII Bandera, disuelta por OC nº692 de 27 de diciembre de 1932, volvió a ser creada el 1 de septiembre de 1936 constituyéndose en Tahuima sobre la base de cuatro Cías: la 29 (actual 6ª Cía), 30 (7ª Cía) y 31 (8ª Cía) de fusiles, y la 32 (10ª Cía) de ametralladoras (al igual que ocurrió con la VII, la 5ª Cía. o actual 9 Cía. no se creó hasta el 19 de Abril de 1.939). Al mando de cada una estaban: VIII Bandera: Capitán D. Manuel Sánchez Ocaña y Elio. Ayudante: Teniente D. Ángel García López. 29 Cía: Teniente D. Gonzalo Bilbao Domínguez. 30 Cía: Teniente D. Elpidio Santos García. 31 Cía: Teniente D. Jorge Cuber Gordo. 32 Cía: Teniente D. Vicente Rojo López. Los primeros servicios realizados fueron dar seguridad a la base de hidros del Atalayón, al campo de concentración de Zeluán y al aeródromo de Tahuima. Diez días después de su creación se trasladó a Tetuán desde donde salieron en trimotores, tomando tierra en Jerez de la Frontera. De aquí, por ferrocarril marcharon a Sevilla y luego a Maqueda, haciéndose cargo de un núcleo de trincheras, en las que establecieron servicios de seguridad.

Se incorporó a la Columna Madrid en Parla, y a lo largo de la contienda combatió en Getafe, barrio de Usera, Boadilla y Las Rozas; batalla del Jarama, frente de Toledo, batalla del Brunete, frente de Madrid (Cuesta de las Perdices, Ciudad Universitaria, barrio Lucero, Seseña, Cuesta de la Reina) y sector sur del Tajo. Acabó las operaciones en Pulgar (Toledo).

Veamos seguidamente como se desarrollan algunos de estos hechos. Se llegó a los últimos días del mes de septiembre de 1936 sin otros incidentes que la captura de siete individuos procedentes del campo enemigo portando banderas blancas, y un violento bombardeo que causó las primeras siete bajas. Según lo dicho, la Colón encuadrada en la Agrupación Delgado Serrano, al incorporarse desde Tahuima a la Península quedó en Maqueda guarneciendo el frente sobre la carretera general Madrid – Extremadura. Mientras tanto las fuerzas nacionales que marchaban hacia Madrid efectuaron un giro en dirección a Toledo, con objeto de conquistar dicha capital y liberar el Alcázar.

Siguiendo órdenes, el día 29 de octubre de 1936 salió la VIII mandada por el Capitán D. Daniel Regalado Rodríguez. Se dirigieron urgentemente a Illescas, donde el enemigo había desencadenado una nueva y violenta ofensiva. Las 30 y 31 Cías, se hicieron cargo de las posiciones más inmediatas, entrando en fuego al mismo tiempo. Las otras dos Compañías pasaron a cubrir los servicios de avanzadillas en el flanco derecho del dispositivo, relevando a un Tábor de Regulares, completamente diezmado. Los milicianos atacaron fuertemente durante todo el día y parte de la noche.

La Bandera soportó heroicamente sus violentos intentos de conquistar las posiciones de la Colón, rechazando varios asaltos que llevaron a cabo dos Brigadas enemigas, apoyadas por los intensos bombardeos de su Aviación y Artillería. Asegurada la línea en este Sector, pasó la VIII Bandera a Torrejón de Velasco, para salir nuevamente y en vanguardia de una Columna integrada por fuerzas de Falange e Infantería. Se dirigieron a Parla para proceder a su ocupación, objetivo que fue cubierto sin apenas encontrar resistencia y con sólo tres bajas de tropa. Se elevó con éstas al número de 58 las habidas durante todo el mes de octubre, es decir, un mes más tarde de su creación.

Propuesta para Medalla Militar

Encuadrada en la Columna Tella la VIII Bandera prosiguió su maniobra el día 10 de noviembre de 1936, encontrando fuerte resistencia, sobre todo por la parte izquierda de la carretera de Extremadura. Allí las sucesivas líneas de trincheras estaban bien defendidas con numerosas armas automáticas magníficamente situadas. Las Compañías de vanguardia consiguieron meterse en la cuña del barrio de Usera, y el enemigo, advertido de la peligrosidad de este movimiento, volcó literalmente sobre este sector cuantas reservas tenía disponibles. Creó así una barrera defensiva que imposibilitaba el avance, teniendo que emplearse a fondo las Compañías legionarias para conseguir, después de conquistar palmo a palmo el terreno, la total ocupación de Usera, convertida por los milicianos en un verdadero fortín. Luego hubo que repeler varios contraataques enemigos que en más de una ocasión empleó el arma blanca.

La tarde de este día, dos Compañías de la Bandera, en duro y brioso asalto, conquistaron el denominado vértice Basurero y una línea de trincheras establecidas a su derecha. Finalizada la operación, siguió la dolorosa tarea de retirar las bajas sufridas. El enemigo había dejado sobre el campo más de trescientos muertos, contados los de la jornada anterior. El Teniente Coronel Tella destacó la actuación de la Bandera en su parte de operaciones de este día:

«La actuación de la VIII Bandera, con sus mermados efectivos, ocupando toda la línea de trincheras enemigas y el vértice Basurero, sin reparar en el número y fuerte resistencia contraria y en el mortífero fuego que diezmaba sus filas, es digna de los mayores elogios y ha puesto una vez más de relieve el elevado espíritu de sacrificio, valor y decisión de estas fuerzas, por lo que le honro en hacerlo presente a V. E. por si se digna tenerlo en cuenta y las cree merecedora de ser propuestas para la Medalla Militar».

Seguía la relación de bajas habidas en la operación de Usera y Basurero, ésta se elevaba a cien legionarios, entre muertos y heridos.

Ataque al tren blindado

La Colón fue atacada el 1 de diciembre de 1936 sobre unas colinas al suroeste de Parla. El enemigo desplegó ocho carros rusos y detrás dos Batallones de extranjeros y varias Compañías de Guardias de Asalto. La 30 Cía, que ocupaba la zona, se sostuvo a duras penas, pero en los momentos del asalto recibió oportuno refuerzo, consiguiendo hacer fracasar los planes del enemigo. Tres días más tarde la VIII Bandera atacó Getafe. Apenas rebasó unas alturas al noroeste de Parla, recibió fuego de artillería y ametralladoras enemigas. Los legionarios avanzaban con gran dificultad, ya que el terreno estaba muy batido y tenían que asaltar sucesivamente gran número de trincheras.

La Bandera se empleó a fondo, con sacrificio, consiguiendo llegar hasta las inmediaciones de Getafe para, después de asaltar otros núcleos de trincheras, quedar detenida por un tren blindado que le causó numerosas bajas. Fueron momentos difíciles por que la fuerza disponible resultó escasa para un objetivo tan extenso. La VIII Bandera puso en juego su espíritu, se enfrentó por tres veces con el tren blindado, y logró finalmente rechazarle con fuego de mortero y granadas de mano. Ocupó el pueblo para dedicarse unos a perseguir los últimos grupos de milicianos, y otros a retirar y atender las bajas habidas durante el día. Entre ellas se encontraba la del Comandante Jefe de la Bandera, herido momentos antes de la ocupación, junto con la de varios Oficiales, Suboficiales y 42 legionarios.

Carros rusos contra el Tte. Karoly

La VIII continuó en este mes de diciembre de 1936 defendiendo las posiciones de Carabanchel Bajo, en las que la permanencia se hacía intolerable por las fuertes tormentas de lluvia y viento que azotaba de continuo. Esto impedía utilizar los caminos cubiertos, debido a lo cual el municionamiento y suministro se hacía con grandes dificultades. Los legionarios se encontraban faltos de todo, descalzos, semidesnudos la mayoría, en pleno invierno y sin otra esperanza que la de capturar algún prisionero para abrigarse con su ropa, puesto que al ser evacuado en retaguardia le darían con qué cubrirse. Pese a todas estas penalidades y sufrimientos la moral no decayó ni un momento. Los legionarios de la Colón, dando cumplimiento al espíritu de sufrimiento y dureza de su credo cantaban con optimismo y combatían en las trincheras encarnizadamente. Aquella era una manera, como otra cualquiera, de entrar en calor, y entre su peculiar idiosincrasia estaba el crecerse ante la desgracia.

Por fin, desaparecidos los obstáculos naturales que impedían el avance, prosiguió la Columna con la Bandera en vanguardia, llegando las guerrillas, en tres asaltos sucesivos, hasta las inmediaciones de Boadilla. En eso, tres carros aparecieron por la izquierda del pueblo, cayendo sobre ellos los legionarios, que pronto se deshicieron de dos, quemándolos y apoderándose del tercero. Explotando este éxito, avanzaban de manera impetuosa. Atacaron después, con granadas de mano, el Palacio del Duque de Sueca, convertido en baluarte por los milicianos. Conquistado el Palacio, se extendieron las Compañías por todo el pueblo, combatiendo duramente hasta las últimas horas de la tarde momento en el que, con la retirada de los últimos enemigos, finalizó la lucha. Quedaron en poder de la Bandera sesenta prisioneros y gran cantidad de víveres, armamento y material de guerra. Montados los servicios de vigilancia, se atendieron los heridos abandonados por el enemigo, retirándose al mismo tiempo los cadáveres que quedaron sobre el terreno.

Durante la mañana del 19 continuó el ataque para ocupar unas posiciones entre Boadilla y Majadahonda. Se entabló reñido combate en el que los milicianos perdieron hombres, armamento y el estandarte de la Primera Brigada Internacional, capturado por la 30 Cía. Los contraataques se sucedieron a un ritmo cada vez mas violento, poniendo más empeño el enemigo en reconquistar lo perdido que en conservar lo ocupado. No obstante, los legionarios rechazaban una y otra vez los constantes esfuerzos que realizaban los republicanos para recuperar sus primitivas posiciones. En una de estas acciones se distinguió notablemente el Teniente Karoly (llamado Inocencio Kadar Szaes), que con una Sección hizo frente al ataque de cuatro carros rusos y cuatrocientos milicianos que consiguieron llegar hasta las mismas alambradas. Durante varios minutos lucharon cuerpo a cuerpo, siendo rechazados finalmente a costa de veinte bajas de la Sección. Esta acción fue premiada con la concesión de la Medalla Militar al Teniente Karoly y la consiguiente felicitación a los hombres que con él participaron en la lucha.

La «Colón» al mando de un Alférez

La VIII Bandera reanudó el avance al amanecer del día 7 de enero de 1937. La resistencia opuesta por el enemigo fue dura desde los primeros momentos, sobre todo en el kilómetro 12 de la carretera de La Coruña. Allí el mando republicano parecía haber acumulado grandes efectivos en hombres y material. Los contraataques de su Infantería, bien apoyada por el fuego de la Artillería y gran número de carros, adquirieron gran dureza al tropezar con la denodada oposición de los legionarios. Se empeñaron violentísimos combates de corta duración, pero muy sangrientos. La Bandera hubo de desplegar todas sus Compañías, que, atacando y sin dar un momento de tregua, llegaron a hacer imposible toda resistencia. Avanzaban las guerrillas en saltos sucesivos con matemática precisión.

Los Oficiales llevaban sus Secciones con la serenidad de un ejercicio táctico y los legionarios se deslizaban por el terreno, ágiles y flexibles, con insuperable facilidad. El Padre Illundain, Capellán de la Bandera, marchaba en vanguardia, atendiendo espiritualmente a los que lo necesitaban. Las Baterías enemigas, diestramente manejadas por artilleros experimentados, causaban gran número de bajas entre las Compañías. Pese a todo se ocupó el Plantío y prosiguió el avance rebasándolo. Continúo la lucha entre ambas Infanterías, que veían disminuir sus efectivos de manera harto visible. Las bajas de la Bandera pasaron de cien, entre muertos, heridos y contusos. Entre los heridos se contaba el Capitán Médico, el Capellán y varios Oficiales, algunos de los cuales se negaron a ser evacuados, a pesar de estar hasta dos veces heridos, siendo un ejemplo admirable para su tropa. En esta compenetración entre el mando y la tropa estaba precisamente el secreto de las victorias obtenidas por los legionarios.

Sin tiempo para reponer estas numerosas bajas, la VIII Bandera salió el día 10 de enero de 1937 hacia Casa Oriol, dejando a la 30 Cía defendiendo las tapias de El Pardo. El objetivo de la VIII Bandera era el vértice del Pingarrón. Con la 30 y 31 Cías llegó a distancia de asalto después de un avance difícil, sorteando el fuego de la artillería enemiga. A pocos metros de las posiciones se adelantó la 29 Cía, que desplegó por el flanco derecho. Ocupó unas alturas sobre las que establecía una base de fuego, a cuyo amparo coronaban las otras dos Compañías el Pingarrón después de breve y duro combate el que la resistencia inicial de los milicianos parecía insuperable. Más tarde cundió el pánico entre ellos, dejando en su desconcierto sesenta y dos prisioneros en manos de los asaltantes.

Al igual que Vaciamadrid, el Pingarrón fue otro de los objetivos elegido por el mando enemigo para efectuar sus ataques, por lo que el día 17 de febrero, y tras violenta preparación artillera, se lanzó con dos Brigadas Internacionales a la conquista del macizo. Aprovechando la oscuridad de la noche habían avanzado sobre las posiciones defendidas por la 29 Cía de la VIII Bandera. Finalizada la acción de la Artillería, se lanzaron al asalto de la posición, encontrando la misma tenaz resistencia que en las posiciones defendidas por la VII Bandera. Los legionarios lucharon hasta agotar el último cartucho y la última granada, cediendo terreno ante un fuerte impulso de los asaltantes. Pero minutos después, reforzados por una Sección de la 30 Cía, alcanzaron nuevamente la posición, arrollando en violentísimo asalto a los milicianos, entablando lucha cuerpo a cuerpo.

La sangre cubría las enfangadas trincheras y los heridos combatían desde el suelo, protegiéndose con los cuerpos de los muertos. Dos Oficiales y siete legionarios consiguieron abrir brecha entre las filas enemigas, y rebasando la posición, cayeron por la retaguardia de los republicanos, que al verse cogidos entre dos fuegos se retiraron perseguidos por los supervivientes de la 29 Cía. Los mandos, que según hemos visto había sufrido muchas bajas en los días anteriores, se habían ido sucediendo al caer heridos, hasta el extremo que un Alférez quedó finalmente al frente de la Bandera. Esto nos da una idea del enorme número de bajas que sufrían las Banderas legionarias al ser siempre empleadas en los combates de mayor riesgo y fatiga. En el caso de la Colón, creada el 1 de septiembre de 1.936 y organizada a mitad de ese mes, cuatro meses más tarde se quedaba al mando de un Alférez tras intensos combates.

Villafranca: una fortaleza inexpugnable

Y de febrero en el Pingarrón nos trasladamos al mes de junio hacia la conquista del castillo de Villafranca al objeto de no alargar demasiado este capítulo. Así el día 10 de junio de 1937 se hizo cargo del mando de la Bandera el Comandante Pérez Pérez, tras la muerte en el cerro de los Mosquitos del anterior Jefe, el Capitán D. Manuel Obero Pardo y más de cincuenta mandos y legionarios. La batalla de Brunete había comenzado y en la mañana del día 14 la VIII inició el avance sobre Casablanca, Casa Roja y Castillo de Villafranca. El Comandante Jefe dispuso, previa aprobación del mando, efectuar la ocupación de norte a sur, por ser el terreno más accesible tanto para la conquista como para ejecutar la marcha de aproximación. La maniobra prevista era que una Brigada de Navarra desbordarse a las siete de la mañana las alturas situadas al oeste del espolón del Castillo. Confiado en este apoyo, el Jefe de la Bandera ordenó el asalto a Casablanca a las diez y media, ejecutándolo las Compañías con extraordinario empuje; pero cuando iba a proseguir, comenzaron a recibir nutridísimo fuego desde el flanco derecho y retaguardia. Al mismo tiempo, desde el Castillo varios tanques y cañones ligeros también le disparaban. Para contrarrestar los efectos de la artillería, y más que nada para evitar que el fuego fuera acompañado del movimiento, con el consiguiente peligro de verse envueltos, ordenó el Comandante Pérez Pérez la ocupación de unas lomas sobre las que estaba asentado el enemigo.

Cuando éste se percibió de las dificultades por las que atravesaba la Bandera, incendió los campos de trigo circundantes y los encinares que rodeaban las posiciones legionarias. Así les obligó a retirarse sobre un crestón al que aún no llegaba el fuego. La situación se hacía cada vez más grave para las unidades de la Bandera, con gran número de heridos difíciles de evacuar, sin recibir los refuerzos solicitados y amenazados de envolvimiento. El Comandante tuvo que decidir un nuevo cambio de línea y situarse con sus escasas fuerzas de este a oeste, apoyándose en una altura que debía ocupar teniendo el río al este.

La nueva posición no sólo era mejor que la anterior, sino que constituía una buena base de partida para alcanzar los objetivos señalados en la orden. Ante la insistencia del Jefe de la Bandera, le enviaron refuerzos. Fue entonces cuando la 29 Cía, con un Pelotón de la 31, ocuparon en violento asalto los últimos objetivos previstos con 73 bajas. Aquél 19 de julio, la VIII Bandera tuvo que enfrentarse con uno de los objetivos más difíciles de su dilatado historial: el Castillo Villafranca. Dotado de toda clase de medios, con una incalculable cantidad de armas automáticas y treinta carros de combate. El Castillo era una fortaleza casi inexpugnable.

En el asalto lucharon los legionarios haciendo verdaderos derroches de valor, llegando hasta casi a los mismos reductos sobre los que arrojaron gran cantidad de granadas de mano, pero al final tuvieron que desistir, dado el gran número de bajas sufridas. De las 30 y 31 Cías sólo quedaron ilesos seis Cabos y treinta y un legionarios, poco mas en las restantes. No obstante, en la mañana del 22 de julio atacó de nuevo la VIII Bandera con los restos de la 30 y la 31 Cías, reforzadas con una Sección de Regulares. Consiguieron ocupar una serie de posiciones en la zona donde confluían los ríos Guadarrama y Aulencia.

El 23, se optó por atacar en primer lugar la Casita Blanca, donde el enemigo había situado gran número de carros de combate y armas automáticas que bloqueaban por completo todos los accesos a la posición. En rápido asalto cayó la Casita Blanca en poder de legionarios y regulares, que persiguieron al enemigo haciéndole huir buscando protección en su retaguardia. El parte de operaciones ponía de manifiesto que era imposible citar distinguidos, ya que en esta acción actuaron todos con magnífico espíritu y arrojo. Legionarios y regulares, en estrecha colaboración, pusieron de relieve que la unión es uno de los factores más importantes para alcanzar la victoria. El día 24 resultó herido, muriendo a consecuencia de ello, el Teniente Coronel Daniel Regalado Rodríguez.

Este Jefe había mandado hasta unos meses antes de la batalla de Brunete la VIII Bandera legionaria, en cuyo mando cesó al ser habilitado para Teniente Coronel. Por su extraordinaria y heroica actuación le fue concedida, a título póstumo, la Medalla Militar Individual. A las penalidades que para contener la gran ofensiva de Brunete hubieron de sufrir las fuerzas nacionales, tan exiguas al principio de la ofensiva, hay que sumar, como una de las que más hicieron sufrir a nuestras tropas, el calor. Y como consecuencia de ello, la sed, la terrible sed que ahogaba a los legionarios y demás tropas que debían combatir diariamente catorce horas, o más, bajo un sol abrasador, en aquel julio de 1937. ¡La batalla de Brunete fue la batalla del calor y la sed!.

En las trincheras del Clínico

De nuevo nos trasladamos en el tiempo y en el espacio para relatar, a modo de ejemplo, determinadas acciones de guerra. En este caso van a ser las trincheras del Clínico de Madrid las protagonistas de nuestra historia. En efecto en agosto de 1938 la VIII desplegó en el frente de Madrid. Ocupó la 29 Cía el Parque del Oeste de la capital; la 30 Cía, el Instituto Rubio, y la 31 Cía, con la Plana Mayor, el Hospital Clínico. La 32 Cía de ametralladoras se distribuyó entre las anteriores posiciones de la ciudad universitaria. En aquella guerra de trincheras, de topos, los legionarios pronto comenzaron a sufrir los efectos de las minas. El día 16 de este mes, dos legionarios de la 31 Cía que se hallaban de servicio en el momento de una explosión, quedaron casi envueltos por los escombros, pero en rápida reacción hicieron frente a los atacantes. Se mantuvieron en sus puestos y los rechazaron, aguantando con firmeza hasta la llegada de refuerzos. Las explosiones continuaron en días sucesivos. A cada explosión le seguía el consabido ataque de los milicianos, contenido por los defensores.

De momento la 29 Cía se vio amenazada por un fuerte ataque con toda clase de armas. Los republicanos asaltaron en oleadas sucesivas un grupo de trincheras que habían quedado desmoronadas por la metralla. Las Secciones de la 29 Cía. fueron sepultadas entre los escombros y rodeadas de enemigos. Muerto el Capitán legionario Latre, se hizo cargo de los supervivientes el Teniente Balaca, que resistió con sus hombres hasta que fueron reforzados por una Sección de Regulares de Alhucemas. Unidos sus esfuerzos, se lanzaron en enérgico contraataque, consiguiendo desalojar a los milicianos de las trincheras que acababan de conquistar. La 29 Cía, con sesenta y tres bajas, había quedado reducida a un Oficial, cinco Sargentos y veintiún legionarios.

Los meses de julio y agosto de 1938 fueron de un calor sofocante, abrasador. La vida en las trincheras seguía siendo monótona y sólo un hecho esporádico conseguía distraer la vida de quienes las defendían. Como ejemplo de ello, un día un legionario de la VIII Bandera entabló un duelo feroz de fusil con un soldado enemigo que se escondía entre varios toneles llenos de tierra. Duelo que comenzó a las siete de la mañana y terminó a las seis de la tarde con el triunfo del legionario que se retiró con tres heridas dejando a su contrincante muerto. En otra ocasión avanzaban varios legionarios en silencio durante la noche, colocando varios globos de gas en las alambradas enemigas, provocando la alarma de los republicanos al hacerles creer que se trataba de un ataque. Del mismo modo, hubo otra vez en que los legionarios que no podían soportar el hastío de aquella prolongada inactividad quisieron distraerse jugando un partido de fútbol a la vista del enemigo, que pronto mostró su fuego de Artillería sobre ellos, pese a lo cual prosiguieron entre el humo de las explosiones, hasta que intervino un mando y ordenó suspender el juego.

Unos meses más tarde, el día 26 de octubre de 1938 se preparó una operación en la Cuesta de la Reina con objeto de proceder a una rectificación de línea en este frente de Madrid. Tras la preparación artillera abrió la marcha la VIII Bandera, que se dirigió a las posiciones enemigas situadas a lo largo de la carretera de Andalucía, entre los kilómetros 34 y 36. La 31 Cía avanzó en vanguardia, franqueada por la 29 y 30 Cías. En rápida progresión llegaron hasta las mismas alambradas e iniciaron el asalto con gran ímpetu. Intervinieron dos Compañías de reserva enemigas y entraron en acción las restantes Compañías de la Bandera que saltaron con furia sobre las trincheras. De este modo impidieron la posible acción de las reservas contrarias a las que detuvieron por sorpresa. La Compañía de Ametralladoras estableció sus armas iniciando seguidamente un fuego denso y continuo que causó numerosas bajas a los que huían. Obligaron a la rendición a 22 soldados enemigos, que se entregaron con armamento.

Posteriormente, y casi sin pausa, el enemigo se lanzó en violenta reacción para recuperar las posiciones que acababa de perder. Fueron rechazados por dos veces con granadas de mano y el fuego de sus propias máquinas automáticas, capturadas y utilizadas por los propios legionarios. Diez muertos y dieciséis heridos costó a la Colón la conquista de aquellas posiciones, en la que los republicanos habían dejado cuarenta muertos y más de treinta prisioneros. En definitiva, según hemos podido ver, el frente de Madrid fue una guerra de trincheras con continuos ataques y contraataques para evitar la monotonía de la falta de acción al permanecer día tras día, mes tras mes, semienterrados en aquellas ratoneras. Los legionarios preferían la lucha en campo abierto pero ¡cumplirá su deber, obedecerá hasta morir!.