LA 3 CÍA Y IX BRA EN EL CONFLICTO DE IFNI-SAHARA, 1956-1958

INTRODUCCIÓN

En marzo de 1956, según vimos en el capítulo anterior, Francia concedió la independencia a su Protectorado en Marruecos, arrastrando a España en este mismo sentido que firmó un acuerdo de independencia el 7 de abril del mismo año. En este acuerdo no se incluía ni el territorio de Ifni ni el del Sahara que seguían bajo el dominio español. Pronto surgieron tensiones pues Marruecos potenció un Ejército de Liberación con la pretensión de anexionarse ambos territorios, que por aquel entonces estaban prácticamente desguarnecidos, según veremos, dada su enorme extensión y las pocas fuerzas militares allí ubicadas. Por tal motivo, en julio de 1956 España decidió crear una Bandera de la Legión, la XIII, con carácter independiente, es decir sin pertenecer a ninguno de los cuatro Tercios entonces existentes, y mandarla al Ifni-Sahara. Sus cinco Compañías, tres de fusiles, una de ametralladoras y otra de PLM serían aportadas por los Tercios, de ahí que el Tercero mandase a su 3ª Cía de la VII Bandera. No obstante, la XIII no terminó de organizarse totalmente hasta diciembre de ese año.

Poco menos de un año más tarde, en octubre de 1957, se produjo el primer ataque de las bandas rebeldes a unos aviones españoles, iniciándose a partir de entonces el conflicto de Ifni- Sahara. Para reforzar a la XIII Bandera, el gobierno español ya había mandado en junio de 1957 una Bandera expedicionaria del 2º Tercio, la IV, pero ante el incidente de octubre, decidió en noviembre incrementar las fuerzas legionarias en dos Banderas más, la II del 1er Tercio y la VI del 2º, además de otras unidades expedicionarias de Caballería, Artillería, etc. Parecía que estas cuatro Banderas serían suficientes, pero en diciembre la tensión y amenazas de las bandas rebeldes iba en aumento y a primeros de enero de 1958, unos días antes del trágico combate de Edchera, se dio la orden de que la IX Bandera del 3er Tercio también se desplazara a la zona.

Por último, en verano de este año ante la necesidad, por una parte, de abandonar los acuartelamientos que el Tercero y Cuarto tenían en Marruecos (había llegado a un acuerdo con este país, al concederse la independencia, de no cederlos hasta dos años más tarde) y, por otro lado, proteger los territorios del Africa Occidental, estos dos Tercios se transformaron en saharianos, asignándoles como zona de responsabilidad el Subsector norte del Sahara al 3º y el sur al 4º, mientras que la XIII Bandera marcharía a la zona de Ifni. En el caso del Tercero, según hemos dicho, sus dos Banderas saharianas la VII y VIII se constituyeron en base a la II y IV y expedicionarias, mas la integración del personal de la VI tras la disolución de esta Bandera.

Si bien la intervención del Tercio D. Juan de Austria en este conflicto se redujo a la actuación de la IX Bandera entre enero y octubre de 1958, fecha en la que pasó a depender del Alejandro Farnesio, he querido también tratar, aunque sea de pasada y sin ninguna pretensión de robarle el historial a otras unidades o Tercios, la actuación de la XIII Bandera, pues una parte de sus hombres procedían del Krimda (3ª Cía de la VII Bandera) y algunos fallecieron en las diferentes acciones de guerra, especialmente en el combate de Edchera.

Del mismo modo se mencionan combates de la II, IV y VI Banderas pues sus hombres, finalizando el conflicto, se integraron en las filas del Tercero, cambiando sus Guiones por las de la VII y VIII. Este cambio de unidad no significó un cambio también de su espíritu expedicionario ni de su amor por las antiguas Banderas con las que habían vivido los momentos de tensión propios de una guerra y con los que habían visto caer a compañeros heridos o incluso muertos. Cabe suponer, por tanto, que durante los primeros meses y años de la creación del 3er Tercio sahariano las acciones vividas en este conflicto correrían de boca en boca por los cuarteles de Rayen Mansur (Aaiún) y de Smara.

Veamos seguidamente como era el territorio, los habitantes y la fauna que primero la IX Bandera, y luego el 3er Tercio, se encontraron al trasladarse a la Provincia española del Sahara. A continuación hablaré de la marcha de la 3ª Cía de la VII Bandera al Africa Occidental para formar parte de la XIII Bandera independiente y de las acciónes en las que participó, entre ellas el combate de Edchera. Seguiré con una ambientación de este conflicto viendo como actuaron la II, IV y VI Banderas expedicionarias, las que luego con su personal, material y armamento se integraron a formar el 3er Tercio sahariano. Luego ya daré paso a la IX Bandera y a su participación en la Operación Teide, donde intervino en el segundo combate de Edchera, finalizando asentando su puesto de mando en Aargub desde donde enviaba unidades destacadas a Ausert, Tichla y Bir Enzaran. Para terminar, unas curiosidades y anécdotas de esta época espero que amenicen este capítulo.

LA PROVINCIA ESPAÑOLA DEL SAHARA

El territorio

El Sahara era una Provincia española situada en la costa occidental de Africa, en la orilla del Gran Desierto, con una superficie de 266.000 kms2 y una población de 65.000 habitantes, de los que el 73 por 100 eran saharauis, en gran parte nómadas. Sus límites fueron fijados por tratados internacionales, no correspondiendo a accidentes naturales. Sus fronteras con un desarrollo de 2.071 kms., estaban repartidos entre Marruecos, Argelia y Mauritania. Su costa de una longitud de 1.062 km, presentaba en su mayor parte acantilados poco accesibles, sin ríos permanentes, siendo el más importante de los cauces la Saguia el Hamra (Acequia Roja), de 420 km. de cauce, en épocas históricas tuvo corriente constante, llamándose entonces Saguia el Jaddra (Acequia Verde). La vegetación era escasa. La ganadería, la única ocupación de los nómadas, estimándose entonces su cabaña en: 56.000 camellos, 140.000 cabras y 18.000 ovejas. Los saharauis hablaban un dialecto llamado hasania y eran musulmanes. Entre las principales poblaciones cabe destacar: El Aaiún, la capital; Villa Cisneros, Smara, Güera, El Aargub, Guelta-Zemmur y Ausert.

El desierto no es sólo arena ni tampoco es llano, tenía sus montes, sus sebjas (que son como una especie de lagos secos), sus ríos de arena. También llovía, claro que no como en el norte peninsular, pero ocasionalmente llovía. Respecto a la situación de sus ciudades, Aaiún la capital está a 25 kilómetros de la costa, con Ifni, que no es Sahara, a más de 500 kilómetros al norte, y Villacisneros, a unos 500 kilómetros, siempre hablando aproximadamente, hacia el sur, y en la costa. Smara se halla a unos 250 kilómetros de Aaiun y hacia el este.

El agua y los vegetales son para el nómada los elementos más importantes, sin olvidar, claro está, los animales silvestres. Llamaba poderosamente la atención la cantidad de hallazgos de útiles prehistóricos: hachas, puntas de flecha, etc., que se encontraban en Aaiún, y en el Messeied (oasis situado a unos 24 kilómetros al este de Aaiún), etc., así como los grabados rupestres en Smara. El ganado que normalmente apacentan los nómadas es camellar, cabrío y lanar. De los tres, el más apto para el desierto es el camellar, al poder permanecer hasta cinco días sin abrevar. El existente en el Sahara era y es el camello-dromedario de una sola giba. Es necesario distinguir los camellos machos enteros de los castrados. Los primeros sirven además de para aparearse, como montura en épocas frescas, resistiendo menos que los castrados para ciertos trabajos. Los segundos trabajan hasta en los meses de calor.

Así como los camellos sirven para la reproducción y transporte, las camellas son el eje de la economía nómada, pues dan crías, leche y en ocasiones, es posible usarlas como bestias de carga. Su producción tope máxima puede llegar a 14 litros de leche, aunque lo normal es de 5 a 8. A las ovejas se les trababa por el pie, y a las cabras por la cabeza. Cuando había dos jaimas y en una vivía el padre y en otra el hijo, junto a la del padre estaban los camellos y en la otra las cabras. Para el ordeño también existían sus normas, las mujeres ordeñaban las cabras, mientras los hombres lo hacían a las camellas.

Cuando un hombre tenía leche para beber, dromedarios para cargar su jaima y medios para hacer sus trabajos, ya no se le consideraba pobre. Toda la actividad económica tenía siempre una proyección hacia la vida espiritual, la religión y la ética. Las obligaciones del musulmán son cinco: acto de fe (sehad), oración (sala), limosna (ezka), ayuno en el Ramadán (son) y la peregrinación a la Meca (hey). Las oraciones eran tres: al mediodía (dahar), al declinar el sol (aasar) y en el primer tercio de la noche (lasa).

Las clases sociales

El General Mariñas en su libro El Sahara y la Legión nos habla de las clases sociales:

«El sistema de estratificación de la sociedad indígena en el antiguo Sahara español estaba constituido por cuatro niveles. En el 1º se encontraban los sorfa, descendientes del Profeta. Un serif, singular de sorfa, que se estimase debía saber de memoria el nombre de sus antepasados hasta llegar a Mahoma. Los arab, que se consideraban descendientes de árabes puros eran guerreros, por lo que recibían el nombre gráfico de gentes de fusil. Podía afirmarse que durante mucho tiempo fueron consideradas como pertenecientes a esta categoría las kábilas más temidas del desierto caracterizadas tanto por su orgullo como por su violencia, y especialmente algunas, por su ferocidad. Los zuaia, de fondo religioso, pero más bien orientados a quehaceres de tipo intelectual: maestros del Corán (taleb) y escribanos. En el norte se llamaban morabitos o marabbús y su nombre gráfico era el de gente de libros.

En el 2º nivel estaban los tributarios o znaga, que también recibían el nombre de lahmé, es decir, carne sin hueso. Lo constituían tribus pacíficas de origen bereber, con una relación de vasallaje humillante, heredado de familia a familia, con una tribu guerrera. Eran pastores de camellos y cabras o bien pescadores.

El 3er nivel lo formaban los iggauen y los malemin. Los primeros tocaban diversos instrumentos y cantaban unos tipos determinados de composiciones. Se trataba de los bohemios del desierto y como tal eran tratados: medio se les admiraba y medio se les temía. Los malenium, llamados majarreros por los españoles, trabajaban el metal y la madera. El majarrero era platero, herrero, carpintero, talabartero y su mujer realizaba delicados trabajos de cuero y aguja. Tenían la reputación de contar todo lo que oían y veían. Eran despreciados por su linaje y por su oficio: oficio y linaje iban unidos íntimamente. Existía una tradición según la cual los majarreros eran de origen israelita.

El 4º nivel, el más bajo, estaba constituido por los esclavos y los libertos que pertenecían a una raza completamente distinta: los negros. El negro, en esta sociedad, no se le juzgaba dotado de ninguna calidad estimable. Pero dentro de este último grado de la sociedad había también diferencias de matiz, distinguiéndose dos clases de esclavos: los adquiridos por compra o en razia y los que habían nacido en la familia. A estos últimos se les trataba con más miramiento y con frecuencia se les libertaba en temprana edad, sobre todo si era dócil, de buenas costumbres y piadoso. Era común también hallar libertos que habían comprado su emancipación».

Por su parte Falcó en Sahara 1958 nos dice que en general la mayoría de los negros habían nacido en el seno de una familia saharaui y eran descendientes de aquellos esclavos que, no hacía tantos años, capturaban los tuaregs en el Senegal en sus razzias o gasis armados. Desde generaciones atrás les habían subyugado de tal manera que parecían aceptar perfectamente su condición y eran pocos los casos conocidos de intentos de escaparse, ¿dónde iban a ir?. Eran más altos y fuertes que los saharauis, alguno podría matar al amo de un puñetazo, y su sumisión se basaba en el convencimiento de su inferioridad y de que era voluntad de Alá su condición servil. Se oía decir que los negros no tenían corazón, ni alma.

El Gobierno no aprobaba esta situación, aunque la toleraba y, poco a poco, se daban pasos para mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos. Unas formas encubiertas de esclavitud, un estatus, normal para ellos e insólito para los españoles en los años 60.

La fauna

Desde la Alcazaba de Almería, mirando hacia el norte, se puede divisar una especie de refugio de animales del Sahara. En efecto, aprovechando la morfología del terreno estos animales habitan en un pequeño valle que existe entre la misma sierra donde se ubica el castillo y otra paralela. Allí se puede ver gran parte de la fauna saharaui que en los primeros años de la llegada del 3er Tercio al África occidental se podían encontrar los legionarios en sus recorridos por el desierto. El clima y el paisaje desértico almeriense es quizás el de Europa que más se parece al del Sahara, de ahí que antes de la evacuación de éste territorio, una bióloga pensó en ésta feliz idea de preservar varios individuos de cada especie para que se reprodujeran en semilibertad.

Así, en esta especie de Zoo podemos encontrar el orix (en árabe uerg), que es el más grande de los antílopes, del tamaño de un caballo pequeño, con cuernos largos y afilados. El arrui, una especie de carnero gigante, la gacela, quizás la más abundante, una nómada que iba siguiendo los pastos, el mohor o antílope con respetable cornamenta. Sin embargo, aunque no existen en el refugio almeriense, los legionarios del Sahara no olvidaran a los chacales, muy abundantes, que actuaban en manada para cazar y que por la noche se les oía chillar con un tono muy agudo y característico. La hiena y el zorro del desierto fenec, con más orejas que cuerpo, que se alimenta de herbus o gerbo, un ratón también muy simpático, del tamaño de una ardilla de patas traseras muy desarrolladas para dar grandes saltos muy graciosos.

No podemos dejar de mencionar al animal más vulgar del desierto, el dromedario, o al más peligroso la lefaa o víbora cornuda de unos 30 cm. cuya mordedura podía ser mortal, junto con el alacrán o escorpión negro con la cabeza muy grande, de picadura muy dolorosa y que producía mucha fiebre. O el lagarto negro, con unas protuberancias puntiagudas en el lomo. Otro animal que merodeaba en zonas habitadas alrededor de los pozos eran los burros morunos de pequeño tamaño que incluso había en estado semisalvaje. Al principio de llegar allí el Tercio (1958) incluso se pudieron ver, aunque ya eran escasos, guepardos y avestruces, así como una especie de avutarda llamada jabara. De rapaces la más extraña era la neser, cuya envergadura era mayor que el buitre negro (llegaba a los tres metros con las alas extendidas), además del más vulgar cernícalo. Los cuervos eran otras de las aves típicas del Sahara, que no se podían matar por ser primos (según la leyenda) de una de las tribus del desierto. Así nos describe el Cte Cruz como se introdujo parte de la fauna del Sahara en Almería:

«Lo que muchos ignoran es que unas de las primeras gacelas que llegaron a Almería procedentes del Sahara eran propiedad del Tercer Tercio. Las teníamos en una corraliza, delante de los bares de Oficiales y Suboficiales y allí, en cautividad se reprodujeron. El macho dominante era cojo de una pata delantera. Yo les había proporcionado mucho forraje, hasta final de 1970, cuando viajaba en mis empleos de Sargento y Brigada a la frontera de Tah. Hubo también un órix propiedad de la misión católica, tan manso que andaba siempre por el pueblo. Se lo comieron los del Grupo Ligero un día que al animal se le ocurrió acercarse al Escuadrón PLM. Incluso en los primeros tiempos, el Sargento Días Ordóñez llegó a dar muerte en las dunas a un avestruz (según su propia versión que más parecía la expresión de un deseo). Es la única noticia que tengo sobre este animal en el Sahara. Una plaga de langosta la conocí en noviembre de 1959 y por esas fechas hubo también un eclipse total de sol, lo que provocó el asombro y el miedo de la población autóctona (y de bastantes europeos)».

Otra especie singular del Sahara, al menos hasta los años cincuenta, fueron las plagas de langosta. Así nos lo cuenta el Tte. Franco de la IX Bandera del 3er Tercio en el libro Sahara 1958:

«Una plaga de langosta de incalculables dimensiones vino a cubrir todo lo que la vista alcanzaba. Cubrió el cielo y tapó el sol con negros nubarrones y un revolotear ensordecedor. Estas plagas – según los antiguos del lugar- ocurrían cada 5 o 6 años, pero aquella era lo nunca visto por los europeos. Algunas langostas median unos 10 cm, se posaban sobre cualquier cosa que pareciese comida y en pocos minutos la única talja que había en el interior del recinto defendido, quedó prácticamente pelada. Era molesto, agobiante, e imponía cierto temor el caminar pisando aquellos insectos.

Los legionarios se acostumbraron enseguida a convivir con los imprevistos visitantes, y como expertos de sacar de la muerte vida, florecieron los chistes al ver como los moros se afanaban en recoger grandes cantidades de langosta que luego tostaban, las molían y convertían en alimento humano. A los dos días con la plaga sobre nuestras cabezas y bajo los pies, no quedaba ni una brizna de hierba ni hojas de talja. Aquella mañana salí con el jeep con la intención de averiguar la extensión de terreno afectada por la plaga. Me dirigí hacia Agailas para rodear Ausert en un radio de unos 20 km. y no pude ver el final».