ANTECEDENTES: LA VII Y VIII EN LA 2ª LEGION

LA VIII EN LA GUERRA DE MARRUECOS

Creación y bautismo de fuego

El día 1 de enero de 1926 dió comienzo en el acuartelamiento de Riffien la organización de la VIII Bandera. Se designó para el mando de la misma al Comandante D. Luis Carvajal Aguilar, dedicándose todo el mes de enero a la instrucción. Para el Guión de Mando se adoptó como escudo de armas el de Cristóbal Colón y Castilla y León. Las tres Compañías de fusiles (29, 30 y 31) se corresponden con las actuales 6, 7 y 8 Cías, mientras que la 32 de ametralladoras con la 10 Cía. El 17 de febrero, ya completada su organización, emprendió la marcha con todos sus elementos, trasladándose en tren a Tetuán para unirse a la Columna que mandaba el recién nombrado de nuevo, Jefe del Tercio, D. José Millán Astray, con la que participó en las operaciones de guerra que se proyectaban, dando con ello comienzo su vida de campaña.

En marzo de 1926 la VIII intervino en la operación de Loma Redonda y Hafa el Duira junto con las Banderas V, VI, y VII, formando parte de la citada Columna del Coronel Millán Astray. Después de un establecimiento forzado de tres días en vivac de concentración, entre Kudia-Tahar y Nator, a causa de fortísimos temporales de viento y nieblas que impedían en absoluto operar, se recibió orden del mando de efectuar la operación el 4 de marzo. La Columna tomó dispositivo de asalto en las posiciones de Loma Redonda, que estaban batidas con enorme eficacia por el enemigo que ocupaba Hafa el Duira. Este cometido se le asignó a la VIII Bandera y a las fuerzas de Ingenieros de la Columna. Las demás fuerzas ocuparon posiciones favorables para ayudar en caso necesario (que no lo fue) a la Bandera de asalto y establecer el enlace íntimo con la Columna del Teniente Coronel Álvarez Coque y con la columna del Coronel Orgaz, que operaban conjuntamente por la izquierda.

Previa preparación eficaz de la masa artillera, a las ocho y veinte, hora fijada por el mando, las fuerzas de la VIII Bandera se lanzaron a conquistar los objetivos señalados. Uno era en las peñas de la derecha, de suma importancia, de imprescindible ocupación y de valor táctico para el futuro avance y la toma del segundo objetivo, Hafa el Duira. Otra, en el flanco izquierdo, del mismo valor para el apoyo del avance de la Columna Orgaz. El movimiento se hizo con rapidez y absoluta precisión, obedeciendo exactamente las indicaciones del alto mando, que había ordenado se diese al avance el carácter más metódico y protector posible. Para esto, los legionarios de la VIII se lanzaron con muy pocas fuerzas, pero todos los hombres provistos de sacos terreros ya llenos, y de manera sucesiva, persistente y ordenada, subieron rápidamente hacia las fortificaciones enemigas.

Inició el movimiento la 30 Cía en vanguardia, que atacó y avanzó con decisión sobre los objetivos asignados. Los alcanzó tras vencer la enérgica resistencia que opuso el enemigo. Ataque que fue apoyado por la base de fuegos de la Bandera y el movimiento de las Compañías 31 y 29 que secundaban el esfuerzo principal de la 30. Esto permitió a la Bandera coronar con éxito los objetivos de su primera intervención de guerra. En su bautismo de sangre sufrió las bajas de 9 legionarios muertos, más 2 Oficiales y 37 de tropa heridos. Alcanzados los objetivos y fortificados varios puestos avanzados, quedó guarnecido por la 30 de fusiles y 32 de máquinas, que sostuvieron duro combate defensivo rechazando los contraataques enemigos, mientras el resto de la Bandera llevó a cabo el repliegue a su vivac, donde pernoctó.

En su primer combate la Colón supo situarse a la altura de la más veterana del resto de Banderas, por el valor y decisión de sus componentes y pericia de los mandos, especialmente la 30 Cía. Esta, en su misión de esfuerzo principal, soportó el peso de la lucha escalando sus objetivos en duro combate durante el avance. Luego rechazó enérgicamente los contraataques enemigos en defensa de las posiciones alcanzadas que con el apoyo de las ametralladoras de la 32 Cía guarneció durante la noche. Cuando el Coronel Millán Astray recorría la línea de las posiciones para revistar las tropas, inspeccionar la marcha de las obras de fortificación y estudiar de cerca el terreno del próximo avance para la ocupación de Hafa el Duira, fue herido gravemente, entregando el mando al Coronel del Regimiento 60, Ángel Prats. En esta acción, según veremos más adelante, el fundador perdió un ojo, siendo atendido por la 32 Cía.

La VIII en Alhucemas

Un mes más tarde de su bautismo de fuego en Loma Redonda zarpó la VIII rumbo a Alhucemas en el vapor Escolano, desembarcando en Cala del Quemado y concentrándose en mayo de 1926 en Aixdir (cabeza de puente de Alhucemas). El día 8 de este mes salió de su base, integrada en la vanguardia de la Columna del Teniente Coronel Azuaga, con la que empezó el nuevo ciclo de operaciones de ruptura del frente de la cabeza de puente de Alhucemas. Iniciada la ruptura, la 30 Cía entabló encarnizado combate con el enemigo, quien, además de resistir, contraatacó con energía. Ello obligó al empleo a fondo de las Compañías 29, 31 y 32 que en rápido asalto de las primeras, apoyadas por el fuego de las máquinas de la 32, consiguieron desalojar al enemigo de sus posiciones persiguiéndole hasta alcanzar la meseta de Asgar. Allí se estableció en defensiva, combatiendo con el enemigo, que le ocasionó las bajas de dos muertos y ocho heridos de tropa. Posteriormente continuó el resto del mes con avances y combates de este tipo.

Famosos se hicieron los hijos de la noche expertos en actuar a oscuras, introduciéndose en el campo contrario y produciendo destrucciones y bajas al enemigo. Ejemplo de ello lo fue en el atardecer del día 21 de mayo de 1926, cuando dos grupos de legionarios hijos de la noche, al mando de los Brigadas Ramos Torres y Dimitri Ivan Ivanof, salieron del campamento de Ben Tieb. En la noche alcanzaron el poblado de Ikarrusen y la casa donde los chejs estaban reunidos. Neutralizaron las guardias y se encaramaron en la azotea, lanzando sus granadas de mano sobre los conjurados, produciendo una verdadera carnicería. Acudieron las harcas, pero nuestros hombres hicieron una rápida y escalonada retirada, llegando a Ben Tieb al amanecer, evacuando consigo a sus escasas bajas.

Unos días más tarde, el 27 de mayo, con la 29 Cía en vanguardia y formando parte de una Columna, avanzó la 29 a la zona del Morabo de Tamasint, en cuyas inmediaciones ocupó algunos caseríos y alturas desde las que protegió el avance de un Tabor de Regulares de Ceuta. Entabló combate con el enemigo desde los objetivos alcanzados, fortificándose. Posteriormente cabe destacar que la 29 Cía llevó a cabo un golpe de mano por sorpresa y se apoderó de un cañón que tenía el enemigo emplazado en una contrapendiente del terreno. El día 30 se destacó una Sección al mando del Alférez Munar y de nuevo se efectuó un golpe de mano en unas barrancadas a vanguardia, apoderándose de varias piezas de Artillería y armamento diverso que había sido abandonado por el enemigo.

Hacia la pacificación final.

Y para no alargar demasiado estos antecedentes, ni convertirlos en un diario de operaciones, nos vamos a trasladar de mayo del 26 a abril del 27, toda vez que, mientras tanto, las acciones llevadas a cabo por la VIII fueron las habituales de la permanencia en una zona de conflicto, con pequeños combates sin ninguno especial para destacar. Así, a modo de ejemplo, en esta etapa final de la pacificación, veremos a continuación algunos combates en apoyo a columnas sitiadas, castigos de kábilas, defensa a ultranza de posiciones,…

En el campamento de Adman inició el mes de abril de 1927 la VIII Bandera formando parte de la Columna que operaba a las órdenes del Coronel D. Emilio Mola. Un temporal de nieve desencadenado el día 12 de este mes hizo que todas las unidades que integraban la Columna permaneciesen en sus destacamentos. En él pernoctaban los convoyes que habían de suministrar las posiciones de línea. A pesar del temporal, a las 6:00 horas del día 15 salió la Colón con otras fuerzas de la Columna Mola. Tenían que proteger sin más dilación un convoy de víveres y municiones destinado a la Columna del Tcol. Solans y al mismo tiempo retirar las bajas habidas últimamente en esta Columna, en parte sitiada en las alturas de la kábila denominada Las Hijas de la Fe.

Después de sostener violento fuego con el enemigo, en el que resultó herido un legionario, y tras realizar grandes esfuerzos para vadear el río Uarga que venía muy crecido, la VIII consiguió establecer contacto con los sitiados. Las Compañías quedaron en dichas alturas en espera de poder efectuar la evacuación de heridos y enfermos de aquellas posiciones. El día 16 de abril prosiguió la situación estacionaria sin que hubiese posibilidad de efectuar la evacuación. El 17, venciendo las enormes dificultades que ofrecía atravesar el río, consiguieron las fuerzas de la Colón vadearlo marchando con el resto de la Columna a Adman. En este campamento fueron atendidos con carácter urgente los heridos y enfermos retirados.

Al día siguiente, formando parte de una fracción de la Columna Mola, a las órdenes del Teniente Coronel Escalera, salió toda la VIII con el fin de castigar y razziar la kábila de Tamianes. Para ello escalaron las alturas de Yebel-Andukays sobre las que las fuerzas de la Bandera se establecieron y protegieron la destrucción de dicha kábila, manteniendo a raya al enemigo con el fuego de sus máquinas automáticas.

Ya en mayo con la Columna Rada, marchó el día 21 la VIII a Talarianes para proteger el avance de la Columna Capaz. Al día siguiente, en vanguardia de la Columna, se trasladó a la posición artillera, y al llegar a unas lomas situadas a unos trescientos metros al sur, recibió orden de ocupar lomas al este. Por ellas el enemigo trataba de actuar con el grueso de sus efectivos, efectuándose esta operación en una carrera que tenía por fruto la coronación de los objetivos y poner a descubierto al enemigo, batido por intenso fuego de Artillería y Aviación. Cuando en rápido contraataque trataban los harkeños de apoderarse de dichas lomas para atacar a la Columna, las Compañías se lanzaron loma abajo en dirección al río Uarga y sufrieron en dicho movimiento intenso fuego del enemigo, que no desistía en su empeño de apoderarse de las alturas mencionadas.

Entre el río y las lomas mencionadas se estableció combate que llegó al choque con granadas de mano, siendo los harkeños reforzados por grandes grupos que pasaron el río con rapidez. Las ametralladoras y fusiles ametralladores de la VIII Bandera, desde sus posiciones, hicieron intenso fuego sobre las líneas enemigas. Se estacionó el combate por unos momentos hasta que las fuerzas legionarias en una última y enérgica reacción hicieron retroceder a la harka, obligándola a repasar el río, produciéndole un gran número de bajas. Al mismo tiempo en los poblados de la margen del río, ocupada por los legionarios, izaron banderas blancas y salieron grandes grupos de moros que se sometieron, junto con los que habían quedado rezagados o heridos.

Por último el 15 de junio, al amanecer, salió la VIII Bandera para establecer una posición y dos avanzadillas entre Ankod y el emplazamiento de la Columna Capaz. Esta nueva posición se denominaría más adelante Corbacho, según veremos. Se mantuvo fuego con el enemigo y se cumplió la misión encomendada. La 29 Cía quedó destacada en Corbacho y al retirarse la Columna fue fuertemente atacada por los harkeños enfurecidos que llegaron a los mismos parapetos, siendo rechazados con grandes pérdidas. El combate duró toda la noche y durante él murió el Teniente Corbacho, cuyo nombre se dio a la posición, y resultó herido el Alférez Munar, el héroe de Kala, más nueve muertos de tropa y 24 heridos.

El 10 de julio de 1927 se firmó la paz de Bab-Tazza que puso fin a la guerra y el 4 de octubre de ese mismo año, la VIII junto con la VII y el resto de Banderas formaron en Riffien ante SS MM los Reyes para la entrega de la primera Enseña Nacional de la Legión.

En espera de órdenes permaneció la Colón en el acuartelamiento de Riffien, hasta que el 20 de diciembre de 1927 se desplazó a Ceuta, embarcando en el vapor Lulio que zarpó rumbo a Melilla, desde donde se trasladó ferrocarril al acuartelamiento de Tahuima. En él quedó dedicada al servicio de campamento y a la ejecución de los trabajos que se realizaron para acondicionamiento de éste. La Colón continuó en Tahuima el resto del año 1927, todo 1928 y 1929, alternando la sede de la 1ª Legión con otros destacamentos en Villa Sanjurjo, Villa Jordana y el Zoco Tenin Beni-Hadifa. Al parecer más tarde regresó a Riffien, convirtiéndose en Bandera de Depósito, dedicada a la instrucción de reclutas. En junio de 1931 se suprimió la 31 Cía y en diciembre de 1932 se disolvió la Bandera.

La 1ª Enseña Nacional de la Legión

La primera Enseña Nacional que tuvo el Tercio fue entregada por SM la Reina Victoria Eugenia el 5 de octubre de 1927, tras varios aplazamientos con motivo de la guerra de Marruecos. El Capitán legionario González Iglesias en los Novios de la Muerte nos descubre algunos de sus momentos vividos en el patio de armas de la cuna de la Legión.

«Dar-Riffien aparecía bellamente engalanado. La carretera de Ceuta a Tetuan, que conduce al cercano pueblo de los Castillejos, límite de nuestro Protectorado con la soberana plaza de Ceuta, hallábase jalonada de tropas legionarias que formaban dos líneas a ambos lados de la pista.

Hasta el día quiso honrar a los Reyes de España. El cielo aparecía despejado y sereno y una tenue brisa marina paliaba el enorme calor que en el mes de octubre aún se dejaba sentir con fuerza en las tierras de Africa. De pronto, el silencio fue roto por los acordes de la marcha real, que anunciaba la visita de los regios visitantes a la aduana marroquí, donde se detuvieron para recibir el saludo de bienvenida de las Autoridades, Jefes de la Legión y moros notables de las tres zonas, venidos expresamente para rendir a los Soberanos su testimonio de respeto.

Apenas reemprendida la marcha, y a medida que el automóvil que conducía a los Reyes pasaba a velocidad moderada ante las filas legionarias, los monarcas empezaron a exteriorizar su admiración hacia aquellos soldados de leyenda. Los hombres parecían estatuas talladas en granito. Ni un solo músculo acusaba la vida que vibraba en ellos. Las camisas abiertas mostraban al aire los pechos tatuados. Las patillas de boca de hacha de unos y las recortadas o largas barbas en otros, la marcialidad de sus figuras y el detalle pintoresco y peculiar de la disciplina legionaria en formación, capaz de lograr que ni una sola borla de sus gorrillos se moviera, impresionaron profundamente a los reales visitantes.

En el templo de las armas legionarias se habían concentrado la IV, V, VI, VII y VIII Banderas, más el Escuadrón de Lanceros, para recibir la sagrada Enseña, en el acto más solemne, histórico y emotivo de cuantos tuvieron lugar en el mágico crisol legionario. Riffien, copo de nieve enmarcado de verde. El blanco de sus edificios, orlado del guirnaldas, y en su centro, la gran Plaza de Armas, ascua de plata, relucía más que nunca alimentada por los destellos de 4000 bayonetas y sables legionarios.

Acompañaban a los Reyes el Presidente del Gobierno, General Primo de Rivera y Orbaneja, los Ministros de la Guerra y de Marina; el General Jordana, Director General de Marruecos y Colonias; el General Sanjurjo, Alto Comisario de España en Marruecos, con los Generales Castro Girona, Berenguer (don Dámaso y don Federico), Saro y otros. En la Plaza de Armas esperaban en correcta formación las cinco Banderas, al mando de sus Comandantes, Pujales (IV), Moliner (V), Cordón (VI), Méndez Vigo (VII) y Carvajal (VIII), y al frente de todas ellas el Teniente Coronel Valcázar (Jefe de la 2ª Legión).

El Escuadron de Lanceros, que bajo las órdenes del Capitán Don Baltasar Gil Marcos, fue destacado a los altos del Tarajal, para desde allí escoltar a la regia comitiva, apareció a la entrada del Acuartelamiento. Tronaron las salvas, clamó la multitud, cubriose el cielo con veintiún aparatos de la Aviación española y las Bandas de Música de la Legión y los Cuerpos que asistieron a la ceremonia, en concepto de testigos, atacaron las notas de la Marcha Real. Ya en la tribuna descendió de ésta S.M. la Reina, acompañada de su mayordomo y del Ministro de la Guerra, dirigiéndose a pie hasta el altar, llevando la Bandera para que fuese bendecida por el Obispo de Gallipolis, con residencia en Tánger, R.P. Betalizos, lo que así hizo, tras la celebración de la misa de campaña. Al término de la misa, el prelado, revestido de pontifical, procedió a la bendición de la Enseña. Seguidamente, S.M. la Reina hizo entrega de la preciada Bandera al Coronel del Tercio y dio lectura al siguiente discurso:

«La Bandera que recibís lleva en cada puntada de sus bordados las gotas de sangre heroica que los hombres a que se destina ofrecieron como anticipo a la gloria con que llega a vuestras manos, y al referirme a los hombres a quienes esta Bandera pertenece, no lo hago sólo a vosotros, sino a todos los que desde la creación del glorioso Tercio rindieron su valor y sus fuerzas al servicio de España, y que, faltos del estandarte real, sintieron en sus almas éste que os entrego, que será guardador del honor y de las proezas, ya que a este simbolismo entregaron su vida nacionales y extranjeros, Oficiales y tropa.

Me muestro satisfechísima este día por el honor que me dispensa el Rey, mi esposo, de haceros entrega de vuestra Bandera, por lo que os incumbe desde hoy la misión honrosa de guardarla, defenderla y glorificarla, y os digo al entregárosla que lo hago sin ningún temor ni desconfianza, que fían y garantizan vuestra conducta futura, la tradición de un pasado breve, pero de gloria imponderable, y el espíritu que con vosotros vive.

Comprendo y recojo la emoción con que vais a recibir la Enseña de la Patria, que añorabais como la mejor recompensa a vuestros servicios, porque mi corazón palpita y mis manos tiemblan al despedirme de ella, aún conociendo lo muy fuertes y nobles que son los que la reciben, que la nobleza es redentora y engendra siempre la nobleza de la vida a los altos ideales de la Patria y a la civilización por la que venís luchando, guiados y enardecidos por el nombre glorioso y evocador de España».

La respuesta del Jefe del Tercio al discurso de la Soberana Madrina, fue:

«Majestad: en este día de gloria para la casa solariega de la Legión, ennoblecida por la presencia en ella de nuestros augustos soberanos, se ven satisfechos por vuestra magnanimidad y la del Rey (que Dios guarde) las aspiraciones de siempre, entrañablemente sentidas y demostradas por el constante esfuerzo y por tanta sangre acreditada de alcanzar el honor de ser guardadores de la sacrosanta Bandera Nacional.

La acción generosa de V.M., de entregar por propia mano, esta Bandera, habla elocuentemente de la consideración que os dignáis tener a nuestra acrisolada lealtad. Por el inmerecido y altísimo favor que con ello dispensáis, os testimonio, rendido a vuestros pies, nuestra eterna gratitud, y como Coronel de estos bravos legionarios, juro que esta Bandera será siempre fiel y heroicamente guardada, porque tendrá como custodia el imponderable espíritu de la Legión».

La magna parada era un espectáculo desconocido por ellos hasta entonces. Jamás tuvieron ocasión de presenciar un desfile del Tercio. Rompían la marcha las Banderas, con su Coronel al frente, seguido por el primer símbolo de grandeza legionaria, el Guión de Mando, descolorido por el sol de cientos de combates gloriosos, tremolando al viento sus jirones y presentando como testimonio de su gloria los orificios que las balas abrieran en la tela como heridas simbólicas.

Tras el Guión, un legionario de aspecto de Hércules con largas patillas y espesa barba negra como el azabache, con un adornado bastón, atributo de su cargo de Tambor Mayor, que movía rítmicamente al compás de la marcha militar para lanzarlo al aire y hacerlo retornar a sus manos. Después, el paso de los gastadores de una de las Banderas, hombres atléticos y barbudos.

La nota más pintoresca la daba el Cabo de la Escuadra. Junto a él desfilaba también un hermoso carnero, con los cuernos pintados de purpurina dorada y entrelazados por un cordón con los colores de la Bandera nacional. Sobre su lomo cabalgaba tieso y orgulloso, un mono de pequeño tamaño, el cual, al llegar a la altura de tribuna, inició un saludo».