CREACIÓN DEL TERCIO Y PRIMEROS AÑOS: LARACHE, 1940 – 58
CURIOSIDADES DE LA ÉPOCA DE LARACHE
La vida del legionario
La extrema disciplina. En el Carmelo se decía: Al Carmelo se viene a morir por Dios. Es lo mismo que vimos que respondían los reclutas en el T´Zenin al ser preguntados por los Cabos instructores: ¿ A qué has venido al Tercio? A morir, respondían.
En el Tercio D. Juan de Austria, 3º de La Legión, y en el campamento del Krimda había una especie de lápida en el Pelotón de castigo que por su honda filosofía no me resisto a transcribir literalmente y que sobrepasa lo que dice el Espíritu de Sufrimiento y Dureza. Cualquiera que haya conocido el Pelotón, sabe de sobra de qué eran capaces aquellos hombres para dar más que cumplida satisfacción a este Espíritu. La inscripción decía así: «Sufrir arresto en el Pelotón es un deber del legionario que pecó militarmente. Derecho del que no debe desposeérsele con indultos o atenuaciones y mientras ejerce este derecho y paga su deuda, ha de tener el orgullo del buen pagador y cuanto más plenamente realiza el pago, más se desliga de su falta, que al terminar el correctivo deja de pesar sobre él, puesto que la liberó pagando su justo precio».
La rigidez en los servicios y el mantener en todo momento dentro de ellos las normas más exactas de la extrema disciplina, han sido siempre orgullo de esa tropa. El prestigio y autoridad de los empleos inferiores elevaba el de los superiores. Qué sensación de seriedad y respeto causaba el ver presentarse un legionario a un Cabo. Aún entre estos había distinciones, pues aquello de que la veteranía es un grado tenía su más clara expresión en la consideración de que gozaba un Cabo con paga. Puede decirse que el ascenso a Cabo era el escalón más difícil de subir en el Tercio, pues la reciedumbre de su personalidad debía ser cierta ante el hecho de tener que tratar con unos legionarios especiales con características distintas del soldado corriente. Y efectivamente así era, en su régimen disciplinario, en su vestuario, en su actuación en la vida diaria, en su proyección al exterior y en general en todos los actos de su existencia en las unidades de la Legión.
A los legionarios se les concedían ciertas licencias, distintas al resto de los soldados, como el uso de la barba, la exhibición de animales como mascotas de las unidades en los desfiles (carneros, monos, jabalíes, etc.) el paso rápido y corto equivalente a unos 150 al minuto, la ejecución (al llegar a la tribuna de la autoridad a la que se rendía el honor) por las Escuadras de Gastadores de una serie de movimientos con el arma, briosos, atrevidos y que no constaban en ningún reglamento, la existencia de sus Bandas de Cornetas de gran cantidad de tambores, de sonido más profundo que el corriente, la presencia del Tambor Mayor delante de la Banda, con sus piruetas casi circenses, el desfile en camisa y bota de lona, el hecho de llevar el material de las Compañías de ametralladoras al hombro sin almohadillas, el movimiento de brazos llevando por encima del gorro las manos, el llevar los galones en la parte lateral derecha del gorro y otras cosas más.
Cuotas y haberes. Cuotas, Haberes y Pluses que perciben estas Fuerzas. Primas de enganche: por 3 años 600 pta,s, por 4 años 700 pta,s, por 5 años 900 pta,s,. Haberes diarios: en el 1º y 2º año 2,75 pta,s, en el 3º y 4º año 3,15 pta,s, del 5º año en adelante 3,85 pta,s y premio mensual de 33,33 ptas. Plus de campo, idéntico para todos 0,25 ptas. diarias.
Forma de recluta. Los residentes en España y Marruecos español que deseaban ingresar en la Legión debían presentarse en cualquiera de los Banderines de Enganche, donde se les facilitaban todos los datos al respecto. Una vez filiados si resultaban útiles en el reconocimiento facultativo que allí se les practicaba, eran pasaportados por cuenta del Estado hasta Ceuta, donde se resolvía su admisión definitiva. Los residentes en el extranjero debían atenerse a cuanto lo previsto para el caso anterior, teniendo en cuenta que su traslado desde el punto de su residencia hasta el Banderín que elegían, debían hacerlo por su cuenta, pues el Estado español solo facilitaba pasaporte desde el Banderín correspondiente hasta la Plana de la Legión, en Ceuta.
Reenganches. Los que terminado su compromiso de enganche obligatorio en la Legión deseaban continuar en las filas de ella, podían hacerlo con sujección a las siguientes bases: se admitía el enganche por periodos de seis meses, o por uno, dos, tres, cuatro o cinco años, siendo las primas que les correspondían de 50 pta,s por cada seis meses. Después de cumplido el compromiso de cuatro años, y a partir del quinto año de servicio, 400 ptas. anuales a cobrar por dozavas partes del total. El ser reenganchado era circunstancia muy recomendable para el porvenir del legionario, y para distinguirse, llevaban un distintivo especial, por el cual se conocía su antigüedad en el Cuerpo. Al reengancharse un legionario podía elegir la unidad y territorio a donde quería pasar a continuar su servicio, o seguir en la misma, según su deseo.
La masita. En mano una peseta, para rancho dos, y en concepto de masita y ahorro, ochenta y cinco céntimos. Independiente de éstos haberes que anteceden se les asignaba veinticinco céntimos diarios en concepto de plus, a partir del cuarto día de estar separados del cuartel permanente del Tercio. Y en su regla 34: El fondo individual de masita y ahorro atenderá a estos fines. Cuando el interesado haya cubierto el pago total de prendas y equipo recibidas y constituido un fondo de reserva suficiente para el pago de un equipo completo. Se le podrá liquidar el sobrante y entregárselo en mano, en cualquier época, a su licenciamiento, o a sus herederos en caso de defunción.
Los vacilones. La grifa se fumaba, dentro de un rito especial. Había dos formas fundamentales: en pipa y en argila. La pipa, se componía de dos elementos: el simisi, que era el palo de la pipa, generalmente de confección artesanal y muy decorado por el propietario y el eskal o cazoleta. La argila era un recipiente con agua o una cantimplora la más de las veces, con un orificio en un lado, por donde se introducía una goma. La grifa se colocaba en la boca de la cantimplora, se llenaba ésta de agua y se inhalaba el humo. El nombre procede del narguile árabe que puede verse hoy en muchos países afro-asiáticos. La grifa se llevaba colgada al cuello sobre el pecho, en un saquito de piel, llamado «metue», que el sudor hacia que se mantuviera en buenas condiciones de humedad. Los que fumaban grifa, eran conocidos como vacilones y kies y la grifa más famosa era la llamada pura de Ketama. Los que perseguían a los vacilones, eran llamados cazakies, pues la tenencia ó consumo de droga estaba severamente castigado.
Los dos juegos principales de cartas eran el cané y el gilei, ambos de envite, existiendo siempre alguien vigilando, para dar el agua si se aproximaba algún mando. El antiguo legionario de 1ª D. Enrique Ramiro Fernández que estuvo en el 3er Tercio (Krinda – Larache) entre 1952 y 1958 nos cuenta como era la vida del legionario en aquella época:
«Bebíamos whisky chivas de 12 años que en Marruecos era muy barato o bien vino peleón, también té moruno. En el bosque próximo, la gaba, cerro que estaba a 200 m del Krimda, poblado de muchos árboles, la vasca nos fumábamos nuestra kifi con una argila empleando una cantimplora agujereada En el fondo de la misma colocábamos agua o un licor, arriba el escai y en los agujeros cada vacilón enchufaba su simisi. La planta del kifi se la quitábamos muchas veces a las sembradas por los moros en sus huertas. Luego secábamos las hojas debajo de la colchoneta y por último las cortábamos en la gaba, siempre a escondidas.
Respecto a nuestros desahogos sexuales, en el poblado legionario existía una calle dedicada a tal efecto. Por la noche íbamos al Oficial de Guardia para que nos apuntara en la lista y nos firmaba una hoja de marcha autorizando a salir pero debíamos dejar escrito el nombre de la barragana con la que nos íbamos a acostar. El Oficial debía comprobar que ella estaba útil para el servicio según el último reconocimiento y análisis efectuados por el Oficial médico. La lista de apuntados se remitía al día siguiente al médico al objeto de que todos pasaron reconocimiento a primera hora, dándoles un tubito venocrol para que se lo aplicaran en su aparato reproductor y lo desinfectara. A su vez la señorita también pasaba su revisión cada pocos días para darle certificado de aptitud sin el cual no podía prestar sus servicios. No recuerdo que nadie sufriera purgaciones, es decir, que este método resultaba muy eficaz. Eso sí, si alguno aparecía con alguna enfermedad venérea por haber ejercitado el sexo sin control médico, fuera del Krimda, ingresaba en el Pelotón. Como dato curioso recuerdo que al principio (1952) solo había un camión Carlbord – 36 por Compañía. Luego en 1956 ya existían 1 o 2 Ford Escorza por Compañía. Con los palmitos hacíamos escobas».
Ascenso a Cabo: siendo legionario nadie puede imaginarse lo importante que uno se sentía (Capitán General por lo menos), cuando recibías este nombramiento de Cabo, donde se hace mención al General Jefe de la Comandancia de Ceuta, al General Subinspector de la Legión, la firma del Sr. Coronel del 3er Tercio y el sello de Mando. (hay quien de más). El Capitán de mi Cía, 1ª de la VII Bandera, formaba la Compañía y el Brigada Auxiliar leía el nombramiento que se te hacia entrega en ese momento.
Los privilegios de los Cabos 1ºs en el Tercer Tercio Sahariano. Teníamos los siguientes privilegios. Derecho a plaza en rancho, de tal modo que si bien la primera comida que salía de las ollas o perolas de la Cocina de Tropa era la prueba del Sr. Coronel, después los machacontes de los Cabos 1ºs (machacas) recogían la comida de los Cabos 1ºs. Percibíamos en metálico el importe de la plaza de rancho. Teníamos igual que los Suboficiales, un (machacante – machaca) que arreglaba nuestro cuarto y transportaba, según lo dicho, las plazas de rancho. Y en el trato te sentías alguien, todo un privilegio. Sin exageraciones, en mi caso probablemente por la edad o quizás por las circunstancias de aquel momento, fue el empleo en el que más categoría he tenido.
El día de las sobras… ¡el más feliz!
D. José Figueredo Arjona, antiguo Caballero Legionario y miembro de la Hdad. de AA.CC.LL. de Almería nos habla de la paga de los años 50:
«Las sobras eran el devengo que se recibía en mano cada cinco días y que era el resto o sobra del haber (sueldo) que tenía el legionario asignado en los años cincuenta. Después de tu ración de buen rancho y buena vestimenta, te quedaba un fondo de masita que estaba destinada al vestuario y que se abonaba antes de la licencia. Tenías que ser extremadamente cuidadoso para no estar empeñado, cuando cumplías el compromiso dependías de tener algún fondo en la masita, pues en caso de no tenerlo, o tenías que abonarlo, o te veías obligado a contraer otro compromiso, o sea … a reengancharte.
Cada cinco días percibíamos en mano quince pesetas, lo que equivalía a tres pesetas diarias, que serían alrededor de cien pesetas al mes, mucho mejor administradas que hoy, no cabe duda. Cobrábamos, pero al día siguiente y, como era natural, te quedabas tieso si no te administrabas bien. Pero ya se tenía bien calculado antes de cobrar, había que ser aguililla, y para bien decir, éramos muchos los que soñábamos con las sobras, pero casi siempre debíamos algo. El Capitán o el Suboficial Auxiliar te daban vales para el Mesón (el Hogar Legionario) firmados por ellos; te podías tomar unas copas u otra cosa, pero muchas veces nos pasábamos con las copas y teníamos que soñar otros cinco días más.
Los gastos eran muchos para tan poco sueldo. Estos eran las compras habituales en los que se gastaba su dinero el legionario tras cobrar las sobras: Un sobre de albayalde, que era un polvo de tiza blanca que se diluía en agua para blanquear las alpargatas, que tenían que estar como la nieve las veinticuatro horas del día, una peseta. Una peseta y cincuenta céntimos por dos paquetes de picadura de tabaco y 25 céntimos un librillo de papel; el tabaco rubio, que apenas había, ni lo veíamos; ese tabaco era para los veteranos con muchos años de servicio o para los Cabos con paga de Sargento por sus diez años de empleo o doce de servicio. Una cajita de betún, para que tus botas y correaje siempre estuvieran brillantes, dos pesetas. Un tarrito de Sidol, para tener las hebillas y los metales matizados (¡pobres cornetas, que gastaban más!), una peseta. No nos olvidemos de las cuchillas de afeitar, que valían otra peseta, y otras tres más para una gran pastilla de jabón que servía para todo: afeitado, colada, etc.
A no ser que te privaras de algún vicio o que tuvieses algún lujo como el de que te lavara la ropa la compañera de un colega casado, era bastante difícil tener liquidez pues un simple pliego de lija para tener siempre brillante el armamento valía setenta y cinco céntimos; y si querías algo de amor en el poblado ya sabías que tenías que preparar de tres a cuatro pesetas; eso sí, estaban bien aseadas y reconocidas por el médico del Tercio para evitar las temidas enfermedades que te podían costar meses en la Pelota; pero esto no era muy frecuente, todo lo mas un par de veces al mes, y siempre privándote de otras cosas, como fumarte alguna pipa de buen kiffi, ¡eso sí que era barato!, por tres pesetas, el morito de turno te daba una buena kimita que se componía de dos partes de kiffi y una de taba.
Pues bien, después de todo, nos quedaba alguna pesetilla para poder beberte alguna copa de aquel vinillo peleón. ¡ Qué época de la Legión!,… ¡qué nostalgia!; ya vamos quedando muy pocos para recordarlo. ¡Chavales y Legionarios de hoy: sois unos privilegiados!, podéis estar orgullosos de pertenecer a este cuerpo de elite, la mejor Infantería del mundo: la Legión«
Marineros, granjeros, leñadores y cazadores
Durante muchos años en Larache (1940-58), y luego en el Aaiún (década de los 60) , las cocinas del Tercio Juan de Austria tuvieron unos proveedores muy baratos que permitían a los legionarios aquello de una comida sana y abundante. Se trataba de una granja legionaria de cerdos, vacas, ovejas, conejos… que proporcionaban leche y carne, y de un huerto que suministraba frutas y verduras. Más de 70 legionarios se dedicaban a estas labores que llenaban la cocina de alimentos sanos y frescos para el rancho cuartelero. Es más, cada Bandera acabó teniendo su propia granja, además de la del Tercio.
Por otro lado, las cocinas no funcionaban con gas como ahora, o con electricidad, sino con carbón que por supuesto también era de fabricación propia. A tal efecto a diario se nombraba un Pelotón de leñadores en los años 40 para cortar encinas en un monte próximo al cuartel, conocido como la gaba, que luego iban a parar al horno de carbón que tenía el Tercio. Simultáneamente a esta marcha diaria de los leñadores, hubo una época en la que también salía el Pelotón de los cazadores que siempre regresaban con varias piezas de jabalíes, muy abundantes en Larache, de modo que en el menú legionario era muy frecuente la carne de este animal. Por último, estaban los legionarios que trabajaban en el tejar o ladrillar, encargados de fabricar ladrillos para construir y mejorar los barracones del cuartel y el poblado legionario que se estaba edificando en el Krimda. También existía junto a este poblado la calle de las barraganas o señoritas del amor, agrupadas en tres casas que correspondían, a su vez, a tres grupos de clientes según empleos. Su integración en el Tercio era tal que tenían derecho al chusco diario de pan y la obligación de pasar reconocimientos médicos periódicos en el Botiquín del Tercio, en evitación de que transmitieran enfermedades venéreas a los legionarios que a diario les prestaban sus servicios.
Pero lo que resulta menos conocido es que hubo un tiempo en Larache en el que el Tercio disponía de un barco pesquero, siendo su patrón y marineros legionarios que a diario salían a la mar a faenar, descargando a la vuelta su pescado también en la cocina. Además de este pequeño barco de pescadores, existía otra barca que en verano se empleaba para que las familias de los mandos pudieran cruzar el río Lukus, única forma de alcanzar la otra orilla donde estaban las casetas de las playas. Durante las esperas y después de este servicio, al parecer los marineros también aprovechaban para pescar. Los antecedentes de esta afición marinera se remontan según me cuenta el Coronel Miranda (Tte. En los años 1944-50), a cuando la Circunscripción la mandaba el General Ben Mizzian que disponía de una barca de pesca que faenaba en el banco de pesca sahariano (al que pertenecía el litoral de Larache), caracterizado por su abundancia de especies, y que suministraba regularmente de pescado a las cocinas de las unidades, entre ellas al Tercio.
En definitiva, el Tercio era casi autosuficiente en el suministro de víveres. Los legionarios comían verduras, carne y pescado muy fresco. Es más, por las mañanas, tras ordeñar las vacas, a los casados con hijos se les proporcionaba leche gratuitamente pasando el repartidor de casa en casa. Hay que pensar que el 3er Tercio se creó a los pocos meses de finalizar la guerra civil, y en los años de la posguerra este tipo de ayudas al rancho no solo venían muy bien sino que prácticamente eran imprescindibles.
Además de todos estos legionarios dedicados a labores de apoyo para que la comida fuera sana y abundante, también estaban los diferentes talleres de carpintería, herrería, forja, guarnicionaría, talabartería, sastrería. La ropa la llevaban los legionarios a planchar al poblado donde, las mujeres de los casados, por muy poco dinero a cambio, almidonaban las camisas y cosían y planchaban las prendas de vestir. Hoy en día (año 2003) muchos de estos servicios son realizados por empresas civiles contratadas por el Ejército. No obstante en el Tercio 3º aún perdura un último reducto de aquella época, dos sastres- guarnicioneros, el Cabo 1º Alfa y el Cabo Jatta que siguen arreglando las galas a los gastadores, retocando uniformes para que queden a medida de los legionarios recién incorporados, etc.
Otras profesiones: de ebanista a talabartero
Entre otras profesiones, el Tercio tenía los mejores albañiles y ebanistas primorosos. Los muebles del despacho del Coronel, del Ayudante, del Tcol Mayor, del Jefe de Instrucción y Academias eran verdaderas obras de arte labradas por los propios legionarios. El armario de la enciclopedia Espasa Calpe, también hecho por legionarios, era digno de admiración. Este armario, junto a la mesa despacho y otro armario ropero que actualmente (2003) se encuentran en el despacho del Sr. Coronel del Tercio son las únicas reliquias que quedan de la época fundacional, tras viajar desde 1941 por todos los cuarteles que ha tenido el Tercio (Nador, Krimda, Rayen Mansur, Sidi Buya, Pto. Rosario y Viator).
Los mejores peluqueros, talabarteros y mecánicos de la zona tambien estaban en el Tercio. Valga un ejemplo, en 1955 dotaron al Tercio de la ametralladora Alfa. En uno de los primeros ejercicios de tiro de la Cía de Andrade, una explosión prematura provocó la pérdida, en la playa del Sahel del soporte del tambor de alimentación de una máquina. Ya se sabe que, además de su forma de punta de flecha con dos piezas, tenía muchas nervaduras que lo hacía muy difícil de reproducir a mano. No se dio parte de averías, el legionario Iñigo, conocido por El Tirantes y el Cabo Córcoles, fabricaron por fracciones independientes, y a golpe de lima, un nuevo soporte que soldaron, pavonaron y numeraron en menos de una semana. El Tercio fabricaba sus propios adobes (o ladrillos y tejas, según los casos y necesidades) y su propia cal, pues ya se sabe, según proclamaba un dicho legionario de la época, que «en la Legión se saludaba todo lo que se movía y se blanqueaba todo lo que estaba quieto».
Las granjas de Sidi Ferian y del Chirimoyo
El Cte. Cruz que de legionario, Cabo, Cabo 1º y Sargento vivió la época de Larache, nos habla de la granja en Larache y en el Aaiún.
«En cuanto a granjas en Larache tuvimos la de Sidi Ferián, montada sobre unos lodazales disecados con el esfuerzo de los legionarios y la vida de algunos de ellos víctimas del paludismo. Era un vergel. La habían montado al principio de los 40 y cuando yo la conocí, en el 1.954, estaba a pleno rendimiento, producía las mejores naranjas del Lukus, coles, acelgas, pimientos, tomates, berenjenas, cebollas, etc. suficientes casi siempre para las necesidades de las cocinas. Cuando faltaba algo se lo comprábamos a un almacenista conocido como El Canario. En época de recolección, por las noches, se efectuaba el reparto entre todas las familias del Tercio a precios simbólicos. Había no sé cuantas vacas, sí las suficientes para producir la leche necesaria para nuestros enfermos y para los lactantes de nuestras familias. Había porquerizas que proporcionaban semanalmente tres canales: dos para la cocina del Krimda y uno para el T’Zenin, además de sus derivados (morcilla y chorizo) a precios de ganga.
En Krimda estaba la granja del Chirimoyo a pie de carretera de Larache-Tetuán, con una magnífica tierra de labor, pero que no recuerdo haberla visto producir, aunque allí he cavado siendo legionario como un negro, valga la expresión. Tenía un chalet en el que vivió durante bastante tiempo el Comandante Furundarena Gil que tenía una manada de patos cuyas dos terceras partes se comieron los componentes de mi Sección de morteros, con gran regocijo por parte del Capitán Andrade, (el de la 5ª Cía de máquinas) al que conté la historia pasado tiempo del estropicio y de la investigación pertinente, que finalizó sin encontrar a los culpables. También tenía su granja la IX Bandera, en las inmediaciones y al oeste del Krimda, controlada por el Comandante Patiño, su jefe. Sólo la utilizaba para plantar sandías y melones que habitualmente le robábamos los de la VII Bandera en cuanto empezaban a madurar, ya se ve, gajes del oficio.
En el T’Zenin de Sidi Yamani se encontraban las granjas de la VII y VIII Banderas, un tanto alejadas del cuartel (sobre el camino del T’Zenín al cromlech de M’Soura) y que prácticamente no se cultivaban. Al parecer estuvieron como las demás a pleno rendimiento y según me contaron los viejos del lugar, sus productos se utilizaron bastantes veces para la compra por trueque con los moros.
Años más tarde, cuando el Tercio marchó al Sahara (permítame el lector que se trate aquí lo que corresponde a capítulos venideros), en Aaiún no tuvimos granjas, pero sí porquerizas en el fondo de la Sahia el Hamra (pronto eliminadas) y un rebaño de ovejas en los primeros tiempos para proporcionar carne fresca, pero muy de largo en largo. Algunas fueron ejecutadas por su pastor porque no sabían el Credo Legionario después de casi un mes de enseñanza constante. El pobre hombre, de cuyo nombre no me acuerdo, cantaba la Madelón cuando lo llevaban camino de la pelota, en la que lo único que hizo fue esperar el pasaporte para el Hospital de Las Palmas. Nunca más volvió al Tercio».
Cabo Mosqueira: el pescador
El Cte. Cruz de nuevo nos cuenta su experiencia:
«La caza según mis noticias sólo se utilizó en los primeros años de los 40, aunque de vez en cuando caía algún jabalí de los muchos que había en la gaba, para alguna reunión de amigos. En Africa del Norte cocinábamos con leña que proporcionaba Intendencia y que como no era suficiente completábamos con la que cortábamos en el monte próximo. Luego en el Sahara, hasta que apareció el butano industrial, lo hacíamos con gasoil en los acuartelamientos (que les ponía a los rancheros unos bigotes de alabardero que asustaban), y con leña cuando estábamos de convoy o ejercicio en el campo. Teníamos los mejores contables, había gentes de todas las profesiones, sastres, zapateros, herreros, forjadores, etc.
La pesca la hacía el Cabo Mosqueira cuando podía, además de llevar en verano a la llamada otra banda del Lukus (margen derecha y norte) a las familias que querían estar en la playa. ¿Cómo olvidarlo cuando por socorrer a los tripulantes de un pesquero andaluz que naufragó en la barra un día de fortísima marejada, esa que los marinos llaman mar arbolada sacrificó su vida por acudir en ayuda de ellos?. Era pescador del Tercio y gallego, conocía al dedillo los posibles canales de la barra, los peligros de la mar embravecida y sabía a lo que se exponía al acercarse a la barra, pero no lo dudó, porque mantenía la ilusión de salvar a alguno de los náufragos. Tripuló su frágil barquilla hasta acercarse a ellos y allí perecieron todos. Yo asistí a su entierro, que fue día de luto para las gentes de las almadrabas y para nosotros los legionarios. La barca se recuperó tras la tormenta en muy malas condiciones y se guardó durante mucho tiempo en homenaje al muerto, pero no se reparó y por tanto nunca más salió a la pesca».
El Teniente Alcalde
El Coronel Girona también nos habla de estos asuntos que él, como Tte. Subayudante, vivió directamente:
«Toda la plantilla del Tercio devengaba, con arreglo a lista de revista, una serie de artículos proporcionados por Intendencia como el pan, la paja para el ganado, la gasolina para los vehículos y la leña para las cocinas. Esta leña ya se facilitaba troceada y la transportaba el camión de Subayudantía a la cocina de Krimda. A los destacamentos la facilitaba la propia Intendencia, si tenía allí medios como ocurría en Alcazarquivir, o la llevaba el llamado camión de suministro, un viejo cacharro civil que estaba contratado por el Tercio para estos menesteres. En los últimos tiempos de Krimda se sustituyeron las cocinas de leña por las de gas-oil y a partir de entonces el devengo era de ese combustible.
En 1953 existía la gaba, pero como un lugar donde unos legionarios continuamente vivían y realizaban el trabajo de hacer carbón; eran como un minúsculo destacamento de Krimda, con casi vida propia y la relación que mantenían era con Subayudantía, a través de quien les mandaba para la «liquidación de los beneficios obtenidos con la venta del carbón a los poblados próximos o a otros seres»; este beneficio entraba en la liquidación del Subayudante y pasaba a engrosar el fondo P del Tercio, que ya se sabe existía en todas las unidades.
El poblado legionario de Krimda era bastante extenso y las casas del amor llegaron a ser más de tres. Por delegación del Comandante Ayudante, de quien dependía el orden y buena marcha del poblado, había un Alcalde cargo que recaía, normalmente, en un Teniente. Había muchos legionarios que por estar casados tenían permiso para vivir en el poblado, casi todos, normalmente, eran Cabos con paga y Cabos 1ºs. De los casados algunos lo eran con marroquíes que, previamente y mediante un curso que se realizaba en Ceuta, accedían al bautismo católico y contraían matrimonio canónico; otros se casaban por detrás de la iglesia, según expresión propia, pero tantos unos como otras realizaban verdadera vida de sociedad en el poblado, a veces no exenta de trifulcas, celebrando los acontecimientos, como nacimientos, bautizos, etc. Con mucha frecuencia se invitaba a estos actos a Oficiales de la propia Compañía».
El coro del 3er Tercio
Se encontraba la VIII Bandera de guarnición en el Krimda, y el Teniente Rafael Girona Olmos, de la 8ª Cía, prestando el servicio de Oficial de vigilancia. Como era sábado, en el poblado legionario había mucha animación, tanto en los bares como en los domicilios de algunos legionarios casados que solían recibir visitas de compañeros. Se oían guitarras, palmeos, fandangos, soleares, etc. La patrulla de vigilancia de vez en cuando tenía que poner orden en las colas de las casas distracción dudosa, o abortar algún conato de pelea, efecto del bastante vino ingerido. De pronto el Tte. Girona oyó entonadas voces en uno de los bares y entró, llamándole la atención lo bien que cantaban aquellos legionarios. Mayor fue la sorpresa cuando descubrió que uno de los cantores era el escribiente de su Compañía, un legionario vasco de nombre Javier Ortueta. Al día siguiente le llamó y tras decirle que cantaba muy bien le ordenó: tienes de plazo hasta mi próximo servicio de semana para presentarme un coro. Pasaron varios días y al entrar de nuevo de servicio el Tte.Girona se le presentó Ortueta y le dijo: mi Teniente, no he podido formar un coro pero si un ochote, si le vale.
Y así empezaron los ensayos de los ocho legionarios, por cierto, todos ellos vascos, no sin múltiples dificultades. Por fin vino el día del estreno que fue por sorpresa y bajo la confabulación del Cte. Ayudante, durante una comida de Oficiales que hubo tras el desfile de la Victoria en Larache, presidida por el Teniente Coronel Jefe accidental del Tercio. A la hora del café entró el ochote (desde entonces denominado coro) y erguidos, manos a la espalda, descubiertos y con el gorrillo en la hombrera izquierda, comenzaron a cantar En el Monte Gorka, continuando con otras bilbainadas y finalizando con Maite. El final fue apoteósico, con todos los oficiales puestos en pié aplaudiendo y dando ovaciones.
Este enorme éxito en el estreno hizo que el coro actuara poco más tarde en el cine-teatro de Larache, recorriendo luego los destacamentos del Tercio Juan de Austria para amenizar las tardes de los legionarios. También cantaron (años 54 al 58) en los centros culturales no solo de Larache sino de Alcazalquivir y Arcila. A todo esto el número de voces se fue incrementando con los éxitos. Un espaldarazo muy fuerte fue cuando el coro actuó al finalizar las maniobras de T’Zelata de Reixana, en julio de 1955, ante una multitud de fuerzas del Ejército del Protectorado que intervinieron en las mismas, recordando con sus cantos, a los miles de soldados allí presentes, canciones de su tierra. Tal fue el éxito que al final, tras los aplausos, los espectadores invadieron el escenario, abrazando a los cantores.
A partir de éste acontecimiento la fama se extendió por las unidades de Marruecos. De éste modo el Tercio hermano reclamo sus servicios, actuando en el Duque de Alba en varias ocasiones, tanto en Dar-Riffien como en sus destacamentos del Zoco el Aarba y el de Regaia. Con la marcha al Sahara en 1958 desapareció tristemente el ya famoso coro del 3er Tercio. Desde éstas páginas vaya nuestro reconocimiento a su promotor, el Tte. Girona (hoy Coronel retirado) y al legionario Ortueta y demás componentes del coro.
Como dato curioso, cabe decir que el legionario Ortueta, fue el iniciador pero resultó más tarde un fraude ya que desertó y traicionó la confianza depositada. Era el furriel de su Compañía y al desertar se llevó y vendió la totalidad de las prendas que se guardaban como uniforme de desfile, con lo que puso en un verdadero apuro al mando de la Compañía. En el Marruecos francés se le detuvo y fue devuelto, como ocurrió con más desertores, alcanzada la independencia por Marruecos. La categoría lograda por el Coro se la dió realmente el Cabo Font con su saber y hacer; llegó al Aaiún y allí falleció cuando interpretaba en el acordeón durante un festejo para sus compañeros la canción, entonces muy en boga, titulada Pequeña Flor, momento en el que sufrió un infarto de miocardio.
El primer homenaje a los caídos: Krimda 1956
Hablando con el Coronel Jiménez Reigada, me contó, que el primer acto a los caídos en el que los Guiones y Banderines rindieron homenaje a los muertos de la Legión, tras marchar a paso lento cantando los novios de la muerte, fue en el año 1956 en el acuartelamiento del el Krimda. En efecto, anteriormente no existía ningún monumento a los caídos y al construirse uno en el Krimda, donde figuraban el número de muertos de la Legión, a algún Jefe se le ocurrió que los Sábados Legionarios, hasta entonces dedicados exclusivamente al zafarrancho y posterior revista de policía de personal, locales, armamento y material, se aprovecharan también para rendir un homenaje a los muertos con movimiento de los guiones y banderines a paso lento. Por cierto, el día de la inauguración de este monolito volcó un camión procedente de Riffien lleno de legionarios, falleciendo varios de ellos, manchando tristemente con sangre este acto.
El diseño del homenaje, primero con el paso lento y cantando con los Guiones y Banderines (en representación de las unidades) acercándose al monolito, inclinándolos luego lentamente mientras se entonaba el toque de oración, resultó de lo más emotivo. De todas formas el origen de esta ceremonia puede que viniese de Tahuima donde el 1er Tercio, en su día, descubrió un monolito mientras construía el cuartel, rindiéndose honores a los muertos ante el mismo. A partir de ese momento los sábados legionarios ya no eran exclusivamente sinónimos de zafarranchos y revistas sino que iban aparejados con un homenaje a los caídos. La emotividad de la ceremonia con los años traspasó los cuarteles legionarios y en la década de los años 70 algunas unidades empezaron a copiar el acto a los caídos al estilo de la Legión. Por último el Ejército, en los años 90, reguló esta ceremonia unificándola y cantando la muerte no es el final.
Algo similar ocurrió en el año 1961, con el pepito o portadistintivos de bolsillo creado por el 3er Tercio y que fue adoptado también por el 4º Tercio y luego en 1970 por el 1º y 2º. Con el tiempo también saltó los muros legionarios y ahora forma parte de la uniformidad de muchas unidades de nuestro Ejército.
Revistas y libros del » Juan de Austria»
En los primeros años de creación de la Legión no existió ningún modo de difusión tipo revista o prensa específica del Tercio. Los cuadros de mando podían expresar sus inquietudes a partir de 1924 cuando apareció la Revista de Tropas Coloniales. Tres años más tarde de finalizada la guerra civil, en abril de 1942, se publicó la primera revista legionaria titulada Riffien, por ser editada por el 2º Tercio en la imprenta de su acuartelamiento de Dar-Riffien. Por su parte, el 3er Tercio lanzó el 20 de septiembre de 1943 su primera revista o, mejor dicho, periódico, con la denominación de ¡Legionarios!, de edición quincenal durante los dos primeros años y mensual a partir de septiembre de 1945. En este periódico se mencionaban las gestas gloriosas de la Legión durante la Guerra de Marruecos y Guerra Civil, así como actividades; mereciendo capítulo aparte los partidos de fútbol entre los Chivos del Congo y los Pingüinos del Sahara (desconociéndose estos equipos a qué unidades del Tercio pertenecían).
Mas tarde, el 1er Tercio sacó a luz su revista Tahuima, al parecer de corta duración. Todas estas publicaciones se centralizaron en 1958 en una única revista La Legión de carácter mensual, a cargo de la Inspección de la Legión, con sede en Ceuta, que ha perdurado hasta nuestros días. La revista Legionarios del 3er Tercio tuvo una vida incierta pues al parecer a finales de los años cincuenta dejó de publicarse renaciendo según veremos en 1955. Esta revista constaba de alrededor de 25 páginas de tamaño folio a los que había que añadir otros 12 de propaganda. En el año 1984, cuando el 3er Tercio se encontraba en Fuerteventura, se volvió a editar un panfleto de tamaño cuartilla de unas 8 a 10 páginas, titulado Chapiri. En el mismo trataba de reflejar las actividades del Tercio, maniobras, nacimientos de hijos, etc., finalizando en las dos últimas páginas con unas viñetas dibujadas por el Cabo Méndez Alejo sobre el Sargento Chinchón y su Pelotón, donde se contaba con humor las anécdotas ocurridas cada mes. En la portada aparecía una cabra con chapiri. Se dejó de editar en 1988.
Respecto a la revista de Legionarios en el verano de 1.955, un grupo de Cabos lºs. Cruz, Luis Cárdenas, Pepe Torres, Pepe El Guapo, Carlos Tercero, el Cabo 1º picador Riaño entre otros, empezaron a editar una pequeña revista con el nombre primitivo pero de tan sólo cuatro a seis páginas, por una sola cara, tirada a máquina con las tradicionales copias en papel carbón, que ponían en los tablones de anuncios del mesón y de las Compañías, con el permiso de sus Capitanes. Comentaban los detalles del convivir diario y las hazañas, paridas y cogorzas de los figuras de turno que no faltaban, añadiéndoles coletillas más o menos moralizantes. Ponían mucho interés en no descuidar su difusión de forma periódica.
A finales de ese año y a la vista del éxito obtenido por los tres o cuatro ejemplares primeros el Coronel decidió que se controlara en su PLM, nombrando un Oficial director y se empezó a tirar en la imprenta del Tercio con el nombre de antaño que estos Cabos 1ºs habíamos recuperado, Legionarios. Se estuvo publicando hasta la aparición de la revista La Legión el 17 de julio de 1.958, editada con carácter mensual y con 80 páginas en cuché (18 o 20 de anuncios, en papel azul de inferior calidad) en formato de 28 x 21 centímetros. Portada a todo color.
En definitiva, la revista Legionarios que editaba el 3º Tercio volvió a publicarse hacia la Navidad de 1955, no siendo muchos los números que salieron. El alma de la revista era el Comandante Ayudante, Fernández Pose; encargándose de su publicación el Tte. Girona que por esa razón, entre otras cosas, solicitó al autor del famoso libro La Fiel Infantería, Rafael García Serrano, un artículo que tuvo la delicadeza de remitir y que trataba de la Patrona.
En los archivos de la Cofradía de Mena existe una revista Legionarios, editada en febrero de 1949; así como copia de un artículo de la misma de fecha septiembre de 1952, es decir que esta revista se editó desde 1943 a 1952, como mínimo, reeditándose desde 1955 a 1958.
Con independencia de estas publicaciones periódicas, en 1995, con motivo del 75 aniversario de la Fundación de la Legión en el 3er Tercio se publicó un libro con el título Tercio D. Juan de Austria 3º de la Legión. Antes, en la época del Sahara, también se editó un libro sobre Vocabulario Español-Hassania (Aaiún 1973).
Un recluta en el Tercio
El Comandante legionario Antonio Cruz nos cuenta como ingresó de recluta en la Legión:
«A principio de 1952, cumplidos ya los 18 años y harto de ser explotado por mi antiguo maestro (me pagaba 5 pesetas al día por un promedio de 10 horas de clase, de lunes a sábado, impartidas a muchachos del pueblo que estudiaban bachillerato por libre), decidí buscarme otro patrón. Para un huérfano de guerra sin un palmo de terreno en el que caerse muerto en mi aldea con pretensiones de villa, sólo cabían dos opciones: o romperme el alma trabajando como peón agrícola de sol a sol, o cavar en las minas del Marquesado, pero en condiciones infrahumanas. Por otra parte, fuera del pueblo sólo me quedaban dos alternativas serias. Una era el éxodo a Europa, donde era seguro que me explotarían los gabachos, o ingresar en la Legión Española, donde según la voz popular volaban las bofetadas gratuitas como moscas. Considerando los pros (muy pocos a la vista de la información disponible) y los contras (infinitos según calculé para ambas soluciones), me decidí por la Legión. Mi única razón de peso fue un tanto chovinista, puesto a cosechar bofetadas de todas las clases y calibres, preferibles las de casa. Decidido y hecho.
Ingresé en la Legión el lunes 3 de marzo de 1952. Aproximadamente a las 11 horas de la mañana de ese día ya era legalmente recluta legionario. Ello fue después de entregar los certificados de buena conducta y otro de adepto al régimen que exigían, pasar reconocimiento médico, firmar el contrato, ser pelado al rape, desinsectado y desinfectado como si saliera de una cuadra, duchado con agua helada y uniformado por primera vez con un mínimo equipo. Este equipo estaba compuesto por dos pares de calzoncillos, dos pañuelos, dos toallas, mono verde enterizo de palmito, zapatillas de lona de media caña con suela de esparto y gorro legionario. El resto de prendas, según nos dijeron, nos serían proporcionadas en el Tercio de destino.
Permanecía en el cuartel de la Legión desde el día 1 de marzo sábado que llegué a Madrid. Me dijeron en el Banderín de Enganche que hasta el lunes no abría la oficina de reclutamiento pero que me podía alojar allí si ese era mi deseo, cosa que hice. El lunes día 3, aunque muy frío, amaneció despejado y soleado, así que, como nos advirtieron a los nuevos reclutas que esperáramos en la explanada del acuartelamiento a que nos llamaran para formar, decidí sentarme sobre unos troncos de árbol apilados en la solana y a cubierto del viento, donde seguí meditando preocupado sobre el paso que acababa de dar. En esas me hallaba cuando uno de los veteranos chulos de plantilla que allí había, sin previa petición por su parte y de forma violenta, me arrebató de la mano un libro que en ella tenía. El pobre diablo fue incapaz de advertir que no estaba Magdalena para tafetanes, por lo que se durmió de forma súbita a consecuencia del sopapo que le alumbré a bote pronto en réplica a su acción.
Lo reanimó un legionario de la guardia mientras a mi se me ponía a buen recaudo por el Cabo de guardia que desde su puesto había observado lo ocurrido, me llamó gritando como un poseso, y creo que me habría devuelto el sopapo con réditos si en ese momento no hubiera llegado el Sargento de servicio. El Cabo le narró lo sucedido poco más o menos como yo lo he contado y el Sargento decidió arrestarme en el calabozo hasta el día de mi marcha al África.
El calabozo era una habitación cuadrada y desnuda sin más hueco en las paredes que la puerta de comunicación con el despacho del jefe de la guardia, una lámpara eléctrica desnuda colgaba del centro del techo con el interruptor correspondiente a la izquierda de la puerta, unos jergones de paja enrollados y adosados a la pared servían de asiento durante el día y de cama por la noche. Las paredes estaban peladas y limpias, no tenían nada más que un clavo en la pared frontera a los jergones que sostenía un rectángulo de madera, de unos 15 x 10 cm pintado en gris mate, sobre el que habían escrito a pulso, con pincel y pintura blanca lo siguiente: Espíritu de Marcha: Jamás un legionario dirá que está cansado hasta caer reventado, será el cuerpo más veloz y resistente.
Me pareció una baladronada el dichoso letrero, no era posible, según mi entender, que nadie hiciera un esfuerzo sobrehumano de tal naturaleza si no era para poner a salvo su propia vida o la de un ser amado como su madre, hermanos, etc. Aún desconocía la existencia del Credo, por lo que achaqué tamaña exageración al delirio de algún aburrido. Pero al día siguiente 4 de marzo, a diana, apareció por el calabozo el mismo Sargento que me había arrestado, me entregó una cartulina plegada por la mitad, en cuyo interior estaba impreso el Credo Legionario (este era su título) diciéndome: apréndelo de memoria y eso llevarás ganado cuando llegues al Tercio, allí será lo primero que os exijan a todos, saberlo como el padre nuestro, y sin más comentarios, se marchó.
Ya había tomado buena nota de cómo se las gastaban en mi nueva casa así que, puse manos a la obra y lo memoricé con rapidez, al tiempo que empecé a meditar sobre aquellos doce espíritus sin llegar a conclusiones claras. Yo me preguntaba: ¿cómo era posible que se exigiera tal ferocidad que obligaba a poner hasta el propio corazón en la bayoneta y a renglón seguido asegurar que si alguien queda abandonado en el campo será porque todos estén muertos?. ¿Por qué y para qué dos hombres se iban a juramentar entre sí?. El Espíritu de Unión y Socorro no estaba mal, pero era exagerado eso de repartir y recibir tortas porque otro se metiera en líos que además me podrían perjudicar, y para exagerado, el de Marcha, que figuraba en el cartel de la pared. El de Sufrimiento y Dureza con sus prohibiciones impedía casi respirar. Y está bien obedecer, que en eso se basa la disciplina, pero de ahí hasta morir por cumplir lo que te pueda mandar un desconocido hay un trecho. No salían mejor parados en mi pensamiento los Espíritus no citados aquí. Así que quedé a la expectativa para ver de qué iba la cosa, que no era para echar en saco roto, pues corría la época de la guerra fría y cada día había rumores diferentes de posibles acciones bélicas contra media humanidad.
Amanecí en el Krimda del Sahel, acuartelamiento del Tercer Tercio de La Legión en la zona de Larache, con los otros 89 componentes de la expedición el domingo 9 de marzo de 1952. Y enseguida observé con estupor que la cosa iba en serio en cuanto a lo del cumplimiento a rajatabla, por parte de todos los integrantes de la unidad, de las estipulaciones de aquél Credo que a mí me sobresaltaba porque me seguía pareciendo exagerado. Lo hacían con naturalidad y sencillez, sin alharacas, como la cosa más natural del mundo.
Durante el periodo de instrucción los reclutas realizábamos todos los ejercicios con separación absoluta de los veteranos. Cada día, a la hora de la educación moral, se comentaba sin falta el Credo Legionario, y como apoyo al texto de los Espíritus tratados siempre estaba el relato de hechos de armas de personas y unidades, que lo habían cumplido hasta más allá de sus exigencias, que no eran pocas. Y no había lugar a dudas: eran fechas, lugares y nombres concretos de personas y unidades los que avalaban cada relato y así, asimilando cuanto se nos contaba, comentando con los viejos del lugar, cuando era posible, lo que se nos había explicado ese día, o escuchando los detalles de sus vivencias, me fui integrando en el conjunto.
Rápidamente me acomodé al medio porque encontraba en la Legión, contra todo lo negativo oído hasta entonces que no era poco, los valores más depurados del espíritu. Se rendía culto al honor, culto al valor, culto a la cortesía. Existía la amistad y los hombres eran capaces de sacrificarlo todo por un compañero. La disciplina era dura, férrea y exigente, pero no inhumana. Había el ansia de superación y el afán de distinguirse en los servicios, y sobre todo ello, me dominaba el venenillo sutil que se infiltraba en la sangre y que hervía en las venas: el amor a la Legión y el orgullo de ser legionario, me sentía subyugado por ese Credo que hacía poco había calificado de exagerado, y que desde entonces y hasta el día de hoy, sigo pensando que es el pilar fundamental de la Legión.
El Credo Legionario es el crisol en el que se funden los sentimientos legionarios: recibe almas, a veces enfermas o envilecidas, y devuelve ciudadanos ejemplares dispuestos al sacrificio por el prójimo con olvido de su ego. Devuelve Caballeros Legionarios».
20-sep-57: nacimiento del festival «erótico»
La conmemoración de cada 20 de septiembre siempre era sonada; se construían por las Banderas y por las Compañías, casetas con charangas, murgas, etc. que algunas veces estaban algo subvencionadas por los fondos «P» de las unidades. Se otorgaban premios tanto en los correspondientes concursos como en las pruebas deportivas. Se preparaban espectáculos para los legionarios. En 1957 en Krimda entre otros actos se organizó una becerrada o vaquillada lidiándose una especie de gran corrida de toros: una vaquilla para Oficiales, otra para Suboficiales y una última para legionarios, picadores incluidos. Como hecho sobresaliente fue el realizado por una de las vaquillas ya que se le ocurrió escaparse; fue perseguida por los legionarios por toda la gaba, encontrada y devuelta a la plaza que se había habilitado a hombros de los legionarios.
Así nos cuenta el Coronel Girona como se celebraban los festejos del 20 de septiembre:
«Este año de 1957 podía ser el último en que el 3er Tercio celebrara en Larache tal efemérides, por lo que el Coronel ordenó que había que dar el do de pecho. Se pensó mucho en la programación; toda clase de festejos para los legionarios, para los Suboficiales y, también, para los Oficiales. Independientemente de los consabidos bailes para éstos y aquellos, el número fuerte iba a ser la puesta en escena de la venganza de Don Mendo, obra cumbre de Muñoz Seca, representada en sus papeles masculinos por Jefes y Oficiales del Tercio y en los femeninos por esposas, hijas, novias de los mismos y también, para completar el reparto, de otros Cuerpos de la Plaza y de idéntica condición.
La representación de esta obra fue un éxito total, rotundo, tanto que se pensó en repetirla por diferentes ciudades como Arcila, Alcazarquivir y el mismo Tetuán. Hasta se opinaba ir a Ceuta. Todos los sueños se desvanecieron ante mi negativa ya que para ser posible era imprescindible mi participación y para eso tenía que aplazar mi boda. De modo que, como ello era poco recomendable, Don Mendo se quedó en Larache. Para los legionarios se pensó en dos números muy fuertes; uno de ellos, una vaquillada, el otro era presentarles un espectáculo, de lo que hoy llamamos erótico, o más bien clasificado X, basándose en música, bailarinas, todo aquello susceptible de pasar por arte.
Se formó la comisión correspondiente, el Comandante Ayudante, Timón, daba las ideas y el Mayor las pesetas. Hubo una distribución de cometidos y a mí se me asignó la misión de contratar el espectáculo mejor que vieron los siglos para solaz, recreo y divertimento de nuestros legionarios.
A primeros de septiembre, aprovechando acudir a Ceuta a liquidar, inicié mis contactos. Me informé y siguiendo el consejo que me dieron me entrevisté con uno de los componentes de la Música del 2º Tercio que se dedicaba a algo parecido a ser manager y que conocía todo el mundillo del espectáculo ceutí. Al localizarle le expuse de lo que se trataba y de la intención de presentar un buen espectáculo. Su respuesta no es que me desanimara pero me advirtió que la calidad artística era muy escasa. Lo que sí me aseguró es que si los legionarios lo que quieren es ver carne, pueden tenerla abundante.
Para completar mis gestiones tuve que quedarme en la ciudad de Ceuta. Por la noche nos dedicamos a recorrer varios de los cabarets, si es que así se les puede llamar, y tugurios similares. Veíamos el espectáculo que ofrecían y se comenzaban las gestiones para contratar. Lo primero, que las vedettes no tuvieran compromiso alguno, también que quisieran desplazarse a Larache y llegar a un acuerdo en las condiciones económicas. Todo se fue superando, sobre todo porque lo económico no era un obstáculo insalvable y podía ofrecer muy buenas condiciones, que comparadas con las que a diario disfrutaban y con lo que ganaban, era el no va más y yo me convertí en un poderoso empresario. Cerré los tratos con todos, músicos, bailarinas, vedettes, etc..
Tanto la Comisión como el Mayor aprobaron mis actos y gestiones. Todo el mundo, estaba ansioso y deseaba que fuera ya el día de la actuación para ver a las chicas del Subayudante. Para la representación se preparó un escenario en uno de los comedores, todo a tono, la decoración, las luces, la situación de los músicos y demás. Se colocaron sillas y sillones para los Jefes, Oficiales y Suboficiales, para los legionarios los mismos bancos que utilizaban en el comedor. El conjunto de sillas y sillones de todos los mandos en su disposición final a modo de barrera fue idea mía ya que así creaba un amplio obstáculo, entre el escenario y el lugar en que se situaban los legionarios, al objeto de impedir cualquier intento de llegar, asaltar, abordar, ocupar, sitiar, establecerse en el escenario durante las diferentes actuaciones femeninas.
El día de la representación fui a Ceuta con la guagua a por toda la comitiva y al llegar a Krimda fueron a unos locales habilitados como vestuario. Al momento me vino el músico manager muy excitado a decirme que había legionarios que intentaban forzar la entrada a los camerinos, que las chicas estaban asustadas y alguna llorando decía que se marchaba. Salí a toda prisa, me planté en la puerta y éste quiero, éste también y a aquel de lo mismo, toda la zona quedó despejada. Me fui a ver al Comandante Ayudante, le conté lo sucedido y, de inmediato, dió la orden de montar un puesto de centinela armado ante la puerta de entrada y otros más ante cada ventana. Estos centinelas tenían orden de que en los camerinos solamente podíamos entrar el manager y yo. También se montó, con vigilantes del pelotón armados, un pasillo de seguridad desde los camerinos al escenario. A esto me vi obligado para cumplir con mi promesa de seguridad; tenían experiencia pues me dijeron que otro año, en el 2º Tercio, asaltaron el escenario y no lo pasaron nada bien.
Comenzó el espectáculo; el griterío era mayúsculo; y es que se mostraban bastante ligeritas de ropa y eso hacía que la masa rugiera. Tanto los bailes como las canciones, chistes, etc., eran de doble intención, todo verde y más verde, al uso de los locales en que habitualmente actuaban. Los aplausos, los silbidos, las voces pidiendo destape eran inacabables. El servicio de vigilancia tenía que actuar rápido para devolver a su sitio a todo aquel que se aproximaba a la zona de mandos ya que se le notaban aviesas intenciones. Pero al que no se podía parar era al Mayor; estaba desatado, se ponía de pié, gritaba, lanzaba piropos y todo lo que se le ocurría, el Coronel lo contemplaba y se reía y los demás igual.
Durante uno de los descansos, era tal el griterío de los legionarios y el sonsonete continuo de… que lo enseñen… que lo enseñen…. que lo enseñen que me llamaron el Mayor y el Comandante Ayudante y me dijeron…. has de lograr que se quiten la ropa. Mi asombro fue enorme, ¡¡ Pero bueno, eso no es lo que se ha convenido!!, dije. Insistía el Mayor, «diles que les pago lo que pidan, pero hay que contentar a los legionarios o esto nos lo queman» Entré en el camerino, hablé con el manager que me dijo, no querrán, le insistí y se intentó; efectivamente no quisieron; tanto el manager como yo insistíamos, di cifras y ni por ésas. Por fin el manager me dijo: voy a ver si convenzo a una. Le habló y vinieron los dos. Me dijo la vedette que por sacarme del apuro, haría el numero de La Doncellita y nada más, que no era por lo ofrecido, pero que le asegurara que nadie se subiría al escenario. Le di todas las garantías posibles.
Salí y comuniqué lo que había logrado. Anunciaron que la Srta. Tal como homenaje a la Legión iba a interpretar su mejor número, de éxito continuo y creciente. Comenzó la música, salió la vedette vestida con la más minúscula falda existente, cofia a la cabeza, plumero en la mano y un delantal. Comenzó a cantar y a gesticular con el plumero; quitaba el polvo a todo y en un momento echó a un lado uno de los tirantes del delantal, le quedó al descubierto un pecho y comenzó a quitarle el polvo con el plumero……..¡¡ La acabose…..lo que se oía allí era más tronante que una berrea o la llamada del elefante en celo!!.. Creo que temblaban hasta las paredes….todo se mezclaba, aplausos, gritos de ¡ más, más… la otra, la otra!!…
El Mayor saltaba en su asiento, le sujetaron entre el Comandante Ayudante, sentado a su lado, y otro… La vedette estaba estupefacta del éxito logrado, tanto es así que ¡repitió el numerito! y aquello ya fue para no contarlo. Se retiró. Se fueron acallando todos y, mansamente, las fieras volvieron a su tranquilidad. Una vez concluido el espectáculo, se recogieron los utensilios; cenamos en paz y la Compañía de artistas con su manager a la cabeza se montaron en la guagua y a Ceuta. Todo había salido a la perfección».
La antigüedad era un grado (del Coronel Girona)
Aquí hubo una excepción ya que dada la extraordinaria categoría y valía del Teniente Carlos Brunete Ballarena pasó, desde su 15ª Compañía en la IX Bandera, directamente a la 19ª Compañía. Las vacantes de la 20ª Compañía eran cubiertas, regularmente, por Tenientes de la Escala Legionaria. Esa es la razón por la que Tenientes que están relacionados y encuadrados en una determinada Bandera (ver Anexo de Jefes de unidad que se adjunta), hayan pasado por varias o pertenecido a distintas Compañías o Banderas, dependiendo de su permanencia en el Tercio.
De la misma manera se obtenía cualquier beneficio relacionado con el Tercio, por ejemplo: la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte, Mena, invitaba cada año a un Teniente, un Capitán, un Comandante , un Teniente Coronel y al Coronel. A mí me correspondió acudir en la Semana Santa de 1957, en aquel momento era el de mayor permanencia de los Tenientes de Escala Activa.